Blog de Ignacio Fernández

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sábado, 9 de octubre de 2010

Amos

    Para mí tengo que tanto no ha cambiado el mundo, al menos para cuantos a servir hemos venido a este valle de lágrimas. De hecho, los que tenemos un origen humilde, a pesar de que la fortuna pueda no parecernos adversa,  llegamos como mucho a alcanzar cierto grado de prosperidad ficticia con el que nos resignamos y que por lo general nos llena de conformidad.

    Mi caso, como verán, no es en verdad muy diferente al de ustedes, trabajadores de una España cuyos muros tornan a desmoronarse, como si descrito lo hubiera mi admirado don Francisco de Quevedo. Mi primer contrato de trabajo -diríamos el de prácticas- lo fue con un ciego, con quien aprendí sobre todo en astucias, malicia, trampas y hasta venganzas. Pasé luego al servicio de un clérigo avaro y sin escrúpulos, que me enseñó las artes de la corrupción. Firmé después un contrato de obra y servicio con un escudero, que encarnaba las falsas apariencias de mi época, a quien me cupo mantener más que a la inversa. Mi cuarto amo, un fraile de la Merced promiscuo y lujurioso, gustaba de abonar mi nómina en especie, hasta el punto de que a él debo mi primer par de zapatos. La sucesión de contratos temporales continuó después con un buldero, falso donde los hubiera, que vendía bulas sólo para lucrarse de las ganancias sin tener en cuenta para nada las creencias de las gentes. Muy poco tiempo pasé a las órdenes de un pintor, encarnación de una cultura que, a mi parecer torcido, no encajaba bien con mi propio sino. Lo mismo que sucedió con mi octavo jefe, un alguacil, cuyo oficio siempre se me antojó peligroso. Hubo por el medio un capellán, mi primer contrato fijo e indefinido por hasta cuatro años, merced a cuyo sueldo compré ropa usada y una espada.  De modo que fue así como finalmente alcancé la gloria al lado del Arcipreste de San Salvador, quien hasta me dio esposa en la persona de su querida, con lo cual podemos decir que conquisté la felicidad y la estabilidad que siempre había soñado para mi vida, bien que a pesar de poner mi honra en juego.

    Por estas y otras andanzas se me ocurre que no media tanta distancia como siglos entre mi devenir y lo que a ustedes les aguarda. Ojalá me equivoque y hagan lo posible para que así sea. Pero llegará un día en que también un autor espabilado escriba su historia, la de cualquiera de sus mercedes, que volverá a resumirse en otra sucesión de amos impresentables como los míos y en otro desenlace no menos ruin, por más que su condición de pequeños burgueses les lleve a pensar lo contrario.

Publicado en Notas Sindicales Digital, julio 2013

2 comentarios:

  1. Pardiez, amigo, sólo os faltó Díaz Ferrán para culminar tan completa prostitución laboral... ¿Y qué hacen los representantes de los que padecen tales desatinos? Mandar epístolas de increíble contenido agradeciendo no sé qué contribución a no sé que victoria de la clase trabajadora en no sé que limbo... Así que no me extraña que cantineros, panaderos, herreros y demás obreros por cuenta de lo suyo anden echando espumarajos por la boca sobre la necesidad de echarse el pueblo llano a las calles e iniciar la revolución con violencia desatada... ¡Qué mal pinta y en qué quedará tanta calma chicha!

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  2. Hay que trabajar más y ganar menos, esa es la fórmula, (siempre aplicada a tu prójimo, por supuesto)

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