Blog de Ignacio Fernández

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sábado, 19 de marzo de 2011

La igualdad

    En un mundo cada vez más y más desigual, la igualdad se convierte en el primer lema de lo siniestro. Tony Judt, historiador fallecido el pasado año, nos enseñó en su libro Algo va mal que en 1968 el director ejecutivo de General Motors se llevaba a casa, entre sueldo y beneficios, unas sesenta y seis veces más que la cantidad pagada a un trabajador tipo de GM. Hoy, el director ejecutivo de Wal-Mart gana un sueldo novecientas veces superior al de un empleado genérico de esa firma. También hace escasas fechas hemos conocido que el sueldo medio de los consejeros ejecutivos y principales directivos de las firmas del IBEX superó el millón de euros en 2010. Se dirá que posiblemente no sea tarea de un gobierno de izquierdas intervenir sobre esas cifras disparatadas, pero sí ha de ser compromiso irrenunciable y a su alcance combatir tales desequilibrios mediante una adecuada fiscalidad que contribuya de verdad a la redistribución de las rentas. La imposición directa debe ser, pues, eje de lo igual tanto por lo dicho como porque actúa además sobre lo público, que es el segundo nivel de la equidad. Es evidente que sobre esos elementos se han conseguido los mayores avances de las sociedades y que su fractura, como acaece ahora, crea abismos donde esas mismas sociedades tienden al colapso. No sentir así puede deberse, como tantos otros desistimientos colectivos, a la parálisis derivada del miedo y al espíritu conservador con que se afrontan los confusos periodos de cambio. Por ese motivo, cuando en este mes de marzo hemos vuelto una vez más sobre el Día de la Mujer, conviene entender que de colectivos eternamente postergados en el camino del progreso habrá de regresarnos la energía y la determinación comunes a todos. Porque, en definitiva, la lucha de las mujeres por la igualdad, todavía muy en camino, lo es así mismo por la emancipación general del ser humano, que sólo se alcanza de igual a igual.

Publicado en La Crónica de León, 25 marzo 2011

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