Blog de Ignacio Fernández

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sábado, 13 de agosto de 2011

El lenguaje


     No pensaremos de otra forma si no hablamos de otra forma. El lenguaje, que es a la vez carcelero y liberador de nuestro pensamiento, no está exento naturalmente de los tópicos al uso que explican la actualidad. Mejor dicho, es la herramienta que transmite esos tópicos, los remacha en forma de conceptos y los traslada acto seguido a nuestros comportamientos. Por eso el lenguaje resulta capital también en estos momentos de desorientación general y por eso no es casual que siete de cada diez conceptos de las ciencias sociales y tecno-ciencias procedan de las factorías estadounidenses, tal y como nos ha enseñado en un reciente curso de verano de la Universidad de León el profesor Roitman Rossenmann. De este modo todos hemos integrado en nuestro vocabulario, y por lo tanto en nuestras vidas, términos como globalización, gobernanza o pragmatismo, que son meros cajones de sastre lingüísticos muy útiles para disfrazar la realidad a la que presuntamente se refieren. Eso sí, queda fino y aparentemente ilustrado introducirlos en nuestras conversaciones para no decir nada, que en el fondo es de lo que se trata: un lenguaje sin referentes o unos referentes sin lenguaje, lo que permite a los supremos hacedores continuar manipulando el mundo a su antojo. Por eso es de suma importancia, abierta la carrera electoral, reclamar de la clase política otro tipo de lenguaje, es decir, otro tipo de pensamiento. Al menos, en estos tiempos de confusión, donde todos resultan tan iguales en sus discursos, ésta debería ser una de las principales señas de identidad de la izquierda: llamar a las cosas por su nombre. Porque mientras unos y otros persistan por igual en sus letanías de ajuste, austeridad, líneas rojas, rescate, mercados, confianza y demás lugares comunes, difícilmente podremos alumbrar una realidad ajena a las plantillas elaboradas desde el poder y seguiremos enmarañados en un diccionario tan vacío y banal como doloroso e injusto.

Publicado en La Crónica de León, 12 agosto 2011

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