Acostumbrados,
e insensibles ya por eso mismo, a la sucesión de índices negativos sobre el
empleo, pasamos la mirada con indolencia por los titulares de los periódicos
como si se tratará de noticias amortizadas y descontadas del sentimiento
colectivo. Las crisis de los sectores tradicionales apenas si nos dicen nada, a
no ser que el humo de la pólvora minera nos detenga en el asfalto: ni la
agricultura, ni la construcción, ni el entorno energético nos conmueven. Hay
por otro lado una retahíla de nombres propios, los de las empresas de
referencia, que se van difuminando de la onomástica económica provincial a
medida que los expedientes de regulación o de extinción se acumulan en las
estadísticas: un 57% más en los cuatro primeros meses de este año respecto al
mismo periodo del anterior. Los datos cuentan que por esa vía –la más aparente, la que se comenta- 8.783
fueron los afectados en la provincia a lo largo del último cuatrienio fatal;
pero nada sucede, seguimos tomando la caña y pasamos de página hasta dar con
esa otra que refiere las glorias del balompié hispano. Y, claro, lo que no
dicen los medios, aquello sobre lo que apenas si se habla porque no acumula
masa visible para expresar rebeldía, es sobre la legión de cadáveres que
individualmente son arrojados al cubo de los desechos laborales día a día.
Ocurre así que otros 5.164 deberían añadirse en la sección de necrológicas
durante el periodo citado, aquellos que sencillamente fueron liquidados y no
alcanzaron conciliación por sus despidos, más otro número indeterminado que ni
siquiera pudo acceder a ese fichero de últimas voluntades. Anótese por último
que entre enero y abril de 2012 ya son 508 los no conciliados, lo que nos
situará a final de año en un nuevo horizonte insoportable. Sería conveniente al
menos que los honráramos y que dejásemos de hablar genéricamente de despidos:
son personas con dignidad, son los despedidos.
Publicado en La Crónica de León, 13 julio 2012
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