Blog de Ignacio Fernández

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miércoles, 12 de septiembre de 2012

El cocinero y el fraile


     Explican los diccionarios de dichos y de frases hechas que antiguamente era normal que muchos legos, que entraban en los conventos como cocineros, acabaran tomando los hábitos. Ya sabemos que hoy, por extensión, se aplica este emparejamiento para hablar de alguien que, antes de ocupar determinado puesto, ha desempeñado otra actividad que le permite al menos opinar sobre ella. O, yendo más allá, ejercerla con el respaldo de un supuesto argumento de experiencia.

     Por lo tanto, si invirtiéramos el sentido de la expresión y echásemos una mirada sobre las cocinas en las que se aprende y ejerce cuando todavía se es seglar, obtendríamos a veces tanta claridad acerca de los comportamientos como esos descensos a las simas íntimas a que nos someten psicólogos o psiquiatras, pero sin tanta patología. De este modo, si conocemos que una buena parte de los gestores de la economía europea, entre ellos los españoles naturalmente, crecieron entre las marmitas y los fogones de los más señalados piratas financieros globales y locales, a nadie puede extrañar el tipo de decisiones que adoptan, los enredos a los que nos arrastran y al servicio último de quién sitúan las liturgias ahora, cuando ya han logrado profesar. Por supuesto que en toda religión hay conversos y apóstatas, pero no es muy común que quien hizo fe de los vicios privados se comporte después como un adalid de lo público, salvo para acomodarlo a aquellas doctrinas, que es lo que en realidad sucede.

     Lo mismo ocurre con otro género de políticos en boga, abogados del estado sobre todo o muy altos funcionarios de las administraciones, que hoy nos gobiernan a golpe de decreto, como quien maneja un manual de Derecho sin más contemplaciones políticas, es decir, sin el componente mínimo del espíritu político, que no es otro que el del acuerdo. También los hay que antes fueron registradores de la propiedad, en cuyo caso no cabe esperar de ellos más que un estoicismo mal entendido con los ademanes propios de quien viene acostumbrado a ser un asentador de actos, por más que muy bien pagado. Todo ello, sin olvidar otras escuelas gastronómicas, especialmente las más piadosas, donde palabras como austeridad, sacrificio o contención han sido siempre un condimento tradicional, salvo bula en contrario.

     Aprendizajes de este tipo son los que llevan luego a que el Presidente Rajoy nos confiese que quien le ha impedido cumplir su programa electoral es la realidad. ¿Dónde estaba el Presidente Rajoy entonces cuando redactaba ese programa? ¿En qué realidad habitaba? ¿Le ocurre tal vez al Presidente Rajoy como le sucedió antes al Presidente Zapatero, que también renunció a su último programa electoral, quien no veía crisis real por ningún lado hasta que cayó del caballo para decirnos que iba a seguir otro camino costase lo que costase? ¿Cuál era la realidad del Presidente Zapatero? ¿En qué hornos se formó antes de tomar los hábitos neoliberales? Son dudas que conviene resolver, y más que nada despejar, para entender y poder dar solución a mucho de cuanto nos ocurre.

     Una forma de hacerlo, por ejemplo, es volver a definir la realidad entre todos para que nadie se llame a engaño. Y al colaborar juntos en esa definición, lo que conseguiremos, de paso, es condicionar un poco los influjos de esas cocinas donde nuestros frailes de hoy en día adquirieron unos estilos culinarios tan sesgados y tan distantes del mundo de los hambrientos. Es lo que algunos pretendemos al proponer un referéndum sobre las decisiones gubernamentales de los últimos meses, que han constituido un auténtico fraude electoral, básicamente porque quién ganó la mayoría absoluta el pasado noviembre no sabía en qué realidad vivía. Claro que posiblemente tampoco lo supieran sus muchos votantes, la mayoría de ellos hoy evaporados después de un buen hervido. Y con ese fin, precisamente, un amplio grupo de organizaciones sociales marcharemos en la ciudad de Madrid el próximo día 15 de septiembre, porque otra cocina y otros frailes son también posibles.

     Quizá ese objetivo no se alcance con sólo esta iniciativa, pero mostraremos que sigue viva una escuela democrática, otro arte culinario en suma, donde algunos aprendimos y, en consecuencia, ejercemos todavía. Porque nos asusta observar algunos comportamientos de nuestra gente pública que nos hacen temer por el tipo de guisos donde se adiestraron. Me refiero a esos que nos proponen las tragaperras o las montañas rusas para remediar la anorexia de nuestra economía; a esos otros que arrojan de territorio español a unos seres vivos, exhaustos e inocentes como si fuesen fardos; a esos que argumentan la existencia de mosquitos para despreciar las playas extranjeras, como si éste no fuera un país de moscas; a esos que vuelven a programar corridas de toros en la televisión pública mientras encarecen por la vía de los impuestos el acceso a la cultura; a esos que dicen regenerar la política y los políticos privándoles de sueldo porque ellos viven de las rentas. En fin, el convento no pinta bien y se hace necesaria una actitud de rebeldía persistente y tenaz, porque nada sería peor frente a esta congregación que lo gobierna que la resignación hasta ser cocinados a fuego lento.


Publicado en Diario de León, 13 septiembre 2012

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