Eran
los tiempos en que bastaba con un par de acordes y un poco de ironía o de mala
baba para hacer música y pasárselo bien. Sin más pretensiones. Sin embargo, de
aquel mismo paisaje despreocupado e iconoclasta surgió, andando el tiempo, un
catálogo de nombres y de canciones imprescindibles en la historia de la música
pop española. De entre todos ellos, con especial sonoridad y convertidos
rápidamente en eso que llaman grupo de culto, traemos a colación a Esclarecidos,
al frente del cual destacaba la voz espléndida y sutil de Cristina Lliso.
“Arponera” (1984) fue seguramente su canción de referencia, la que acabó por
alumbrar un estilo singular, si bien en un medio sindical tampoco conviene
olvidar su contribución a nuestro decorado con “Música para convenios
colectivos” (1982). Seis álbumes, cuatro recopilatorios y un montón de
sencillos integraron su discografía hasta su disolución en 1997. Más tarde,
junto a Suso Saiz y Alfonso Pérez, la voz de Cristina reapareció fugazmente
bajo la marca Lliso con una apuesta más electrónica y con menor eco.
Ahora,
treinta años después de aquellos convenios colectivos, vuelve Cristina Lliso
con todas las letras y con todo su esplendor, de nuevo al lado de Suso Saiz,
con un disco inusual para los presentes estilismos: Si alguna vez. Sus claves vuelven a ser las que fueron, ajadas
inevitablemente por el tiempo como todos nosotros; sus bases sonoras, las de
los últimos trabajos de Esclarecidos, pero aún más íntimas si cabe, como una
mirada profunda hacia los adentros; su oferta, un puñado de buenas canciones,
construidas conforme a un formato clásico que nunca falla, textos sugerentes,
arreglos bien elaborados y sencillez en el remate final. Y, naturalmente,
presidiendo todo el conjunto, esa voz para la que fue necesario algún ajuste: “Desafinaba tanto –ha declarado- que Suso me dijo que
tomará unas clases de canto. Después, bien. Estoy muy contenta”.
Más o menos lo mismo que cuantos hemos sido sus
incondicionales desde el principio de los tiempos o que quienes, al descubrirla
ahora, tengan por delante el placer ya irrepetible para otros de asomarse por
vez primera a las canciones memorables de entonces. Y en cuanto a las que en
esta ocasión se nos ofrecen, una sobresale y merece ser saboreada como
compendio de todo el producto: “La Duna de Pyla”. Cuanto en ella se dice, junto
a las fotografías que en el librito retratan este espectáculo del litoral
aquitano, acaba dibujando el escenario más adecuado para esta música, que quiso
ser como la nueva ola en el origen, pero que pronto mudó a algo más personal:
pop que fantaseaba con ser jazz. Es lo mismo que ocurre con esas dunas
fascinantes que nunca son iguales a como las hemos contemplado en otras visitas
ni serán las mismas cuando regresemos a ellas, pero que indefectiblemente
conservan un atractivo perenne del que es imposible apartar la mirada. Más
todavía si, como es el caso, al frente se extiende el Atlántico y a las
espaldas queda el bosque de las Landas. Sinfonía de color, en suma, como la voz
de esta mujer.
Publicado en Notas Sindicales, noviembre 2012
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