Entre
los delitos de abandono y desprecio en los que el actual Gobierno incurre, tan
abundantes y diversos como nuestras miradas advierten con una simple ojeada
alrededor, el de la cultura no debiera parecernos menor si no queremos caer en
la misma miopía de nuestros ministros. Apuntemos dos referencias para demostrar
nuestra opinión. Por un lado, en el contexto general de las subidas del IVA con
que hemos sido castigados este año, el notable incremento con que se grava a la
cultura hasta situarlo en el nivel más alto de la eurozona demuestra que para
este Gobierno la cultura es valorada como una simple mercancía más, sin otras
consideraciones, susceptible además de ser cercenada por esta vía porque
cultura es sobre todo crítica y utopía para quienes la cultivan, bien como
creadores, bien como usuarios (si se permite la expresión). Por otro lado,
mucho podría decirse acerca de los mermados capítulos presupuestarios con el
título cultural, pero uno de ellos, atendiendo a su evolución durante los
últimos años, explica mejor que otros en qué terrenos de desidia nos movemos:
el de la protección del patrimonio histórico. Siendo España el segundo país
europeo, después de Italia, con más patrimonio protegido, su deriva económica
le condena poco menos que a la ruina total: 13,9 millones en 2009; 11,5
millones en 2010; 10,3 millones en 2011; y 7,5 millones en 2012. Como se puede
observar, el compromiso menguante en esta materia no es propio sólo del Partido
Popular, sino también del Partido Socialista, en particular desde que le fue
revelada la fe de las austeridades monacales. En fin, hubo un tiempo, largo y
tendido, recordado para bien no obstante, en que los unos y los otros, los
legos y los versados, todos parasitaban la cultura hasta convertirla, según
palabras del escritor Juan Cueto, en una perra de lujo a la que todo se le
volvían pulgas. Hoy da la impresión de que ni para pulgas queda.
Publicado en La Crónica de León, 16 noviembre 2012
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