Blog de Ignacio Fernández

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jueves, 6 de diciembre de 2012

En tiempos de paradojas


     Toda época de tránsito como la nuestra se nos aparece contradictoria en lo inmediato, posiblemente porque en ese trance conviven elementos extremos que pugnan por reinar en el futuro o por pervivir desde el pasado. Además, el presente actual es especialmente notable en materia de opuestos, en tanto que no se trata de un simple vaivén sino que, según palabras de Juan Goytisolo, “estamos al cabo de un ciclo histórico y de una crisis de civilización”. No es extraño, por tanto, que convivan en nosotros y entre nosotros lo estable con lo voluble, lo pasajero con lo perdurable y la eventualidad con la sustancia. Es más, hasta que averigüemos en donde hemos desembocado a la postre, la paradoja será con toda seguridad la figura que ilustre este camino y sobrados andamos de ejemplos en tal sentido.

     Lo explican bien, por lo que hace a la economía, los profesores Mauro Guillén y Emilio Ontiveros en su libro de reciente publicación Una Nueva Época. Los grandes retos del siglo XXI: “Otro rasgo más intratable del siglo XXI es que la mayoría de los cambios parecen ser paradójicos. En este caso, el auge de las economías emergentes está permitiendo que cientos de millones de personas superen la pobreza. Sin embargo, también plantea retos complicados en términos de pérdidas de empleo en el mundo desarrollado, de competencia por la energía y los recursos naturales y de gobernanza económica y financiera global”. Y lo remataba Juan Luis Cebrián con la ponencia ¿Crisis? ¿Qué crisis?, presentada en el Foro de la Nueva Comunicación el pasado mes de septiembre, atendiendo a un marco mucho más amplio: “Frente a la defensa de los derechos y las libertades individuales, sobre la que se construyó el entramado de las instituciones democráticas, es creciente el reclamo de los derechos colectivos y la afirmación de identidades del mismo género, en torno a culturas, religiones, territorios, lenguas o tradiciones singulares”. En fin, un lío del que ya veremos cómo salimos.

     Seguramente, esta convivencia entre extraños, este matrimonio sin lógica explica en parte la gran desorientación que nos domina y que, en el peor de los casos, nos paraliza. Pero eso tampoco impide que unos y otros extremos se manifiesten con rotundidad incluso en los hábitos más cotidianos: lo individual narcisista se mezcla sin traumas con lo reticular y así nuestra sociedad no podría existir ya sin lo uno ni lo otro, pues al cabo son cara y cruz de una misma moneda. Tejemos redes con la misma facilidad que nos replegamos sobre nuestros capullos. Voceamos la indignación con el mismo repertorio argumental con el que abrigamos la resignación. Nos manifestamos o nos aislamos, tanto da, sin aparente incoherencia.

     Ahora bien, todo ello no quita para que afrontemos con urgencia algunas preguntas que requieren pronta respuesta, porque de lo contrario otros tomarán decisiones por nosotros y serán definitivas. Vistos los acontecimientos económicos, sociales, laborales y de todo signo que se precipitan de día en día, ¿podría alguien decirnos cuanto antes qué será de una democracia burguesa sin burguesía, qué de una sociedad de consumo sin consumo, qué de un Estado sin Estado? Porque nos inquieta, nos urge.


Publicado en Tam-Tam Press, 6 diciembre 2012

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