Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 7 de enero de 2013

Algo acerca de Europa


     La cuestión es si a estas alturas merece la pena pensar Europa. Si como hicieron los noventayochistas con sus propias crisis de identidad al volver sobre la idea de España, nos valdrá la pena a los europeos reidear esta entelequia o bien dejarla cocer en su propia salsa hasta la total reducción. Quizá este cuerpo esté ya tan enfermo que no merezcan la pena grandes esfuerzos, pues no haríamos sino reanimar a los mercaderes y a los burócratas enseñoreados de la Unión. Al fin y al cabo, según el mito, Europa fue en origen una mujer fenicia, y precisamente por ello, por fenicios, no cabría esperar de nosotros otra cosa que el comercio y sus derivaciones, por perversas que éstas hayan acabado siendo.

El rapto de Europa. Tiziano
     Sin embargo, a finales del pasado verano, el Festival de Cine de San Sebastián premió con la Concha de Oro una película del director francés François Ozon, de quien leímos en una entrevista refiriéndose a Europa: “Ya está bien de bancos y de economía. Nuestros esfuerzos tienen que estar dirigidos a la cultura. Puede que sea una utopía, pero yo creo en las utopías”. Y sí, es cierto, hay algunos rasgos más allá del comercio que nos sirven de identidad, sobre los que convendría hacer hincapié ahora que como potencias económicas y políticas hemos sido casi definitivamente orillados en el mapa mundial. La cultura, sin duda, pero también lo que se ha llamado el modelo social y, por supuesto –volvemos sobre las paradojas-, la violencia y la guerra. En todo ello hemos sido sobresalientes. Las dos últimas hemos sabido exportarlas y hemos alentado aventajados alumnos con los que no deberíamos competir. El modelo social, por su parte, declina y, por desgracia, no hemos sabido buscarle hueco en el orden globalizado. Así pues, posiblemente, sólo sea la cultura la materia que nos reste con cierto predicamento para que pueda reconvertirse en elemento de cohesión interior y de proyección exterior suficiente.

Se dirá que si hay voluntad política para ello, claro, y así es, Wert mediante. Por eso conviene forzar los motores en tal sentido, que es lo que hacen Ozon y otros algo más escépticos. Por ejemplo, Sami Naïr, citado en capítulos anteriores, o Alain Touraine, que van un poco más allá que el cineasta francés en sus postulados. De hecho, Touraine, al observar la crisis y sus precedentes felices en el viejo continente, escribió: “Fue un verano corto y Europa se encontró sin proyectos, sin capacidad de movilización y, sobre todo, incapaz de elaborar un nuevo modo de modernización opuesto al que dio forma a su poder, y que no puede reposar sino en la reconstrucción y la reunificación de sociedades polarizadas durante tanto tiempo”.

Mas la desolación nos nace cuando observamos el papel que juega Europa en las conversaciones cotidianas y en las situaciones domésticas. Aparte de la crisis, sólo el fútbol provoca pasión o permite al menos nombrar algún personaje actual reconocible de otros países europeos. ¿Quién citaríamos de Portugal, quién de Francia o de Italia, quién de Alemania o de Irlanda por no irnos más al Este? Se trataría, pues, de ponerle el cascabel al gato para empezar, por ejemplo, reclamando que quien se encarga en la Comisión de los asuntos culturales tenga tanta presencia pública como los señores Barroso, Rehn o Almunia. ¿Sabe alguien que existe una Comisaria de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud que se llama Androulla Vassiliou? No es griega, es chipriota.




Publicado en Tam-Tam Press, 8 enero 2013

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