“…Para
ti, que eres la razón por la que canto y comparto mi música”. Así reza parte de
la dedicatoria de un disco que firma Amparo Sánchez, la misma que un tiempo
atrás se hizo llamar Amparanoia. Lo que ha sucedido en ese tránsito y sus
motivos no nos interesan, porque el misterio, de haberlo, se resuelve
precisamente en la dedicatoria: nada ha cambiado en los objetivos artísticos de
esta maestra de la fusión musical en España, la comunión que persiguió siempre
con sus auditorios, en disco y en directo, continúa siendo de entrada el motor
de esta nueva etapa.
¿Existe
entonces alguna diferencia, aparte de la onomástica, para un oyente ignorante?
Dos se nos ocurren, aunque ello no suponga una fractura para nuestros oídos.
Por un lado, da la impresión de que Amparo se ha tranquilizado, dicho sea en el
mejor sentido; se nos aparece más reconcentrada, más intimista y más acústica,
lo cual ni le priva de ritmo ni le resta un gramo a sus valores reivindicativos
y de combate. Por otro, quizá en consonancia con lo anterior, ha perdido luz,
ha perdido color, quizá ha perdido alegría, y eso es más que evidente si
comparamos la portada de este disco con las que fueron en su vida precedente,
llega a ser incluso fea por más que bien intencionada. Sin embargo, otras
constantes de su estilo personal siguen vigentes y nítidas. La mezcla de
ritmos, los terrenos fronterizos, la fusión, en suma, es una de ellas: es un
disco pop, pero también podríamos calificarlo con esa etiqueta múltiple de lo
étnico, de la world-music. Otra es la persistente colaboración con artistas de
distinto pelaje, de culo inquieto como ella, en este caso Mane Ferret, Arianna
Puello, Caléxico o Bebe. Y, por último, también resisten las referencias
sonoras que se superponen a las canciones o se hacen canciones de sí mismas,
con la Abuela Margarita y el Subcomandante Marcos a la cabeza.
Podría
decirse por tanto que el “alma de cantaora” ya habitaba en Amparo Sánchez antes
de ser Amparo Sánchez, seguramente desde su cuna en Jaén hasta sus andanzas
sucesivas bajo el sello Amaparanoia, que tan buen regusto nos ha dejado. Siendo
la misma y sin ser la misma. Y en estos tiempos, cuando todo lo que lleva la
etiqueta latina parece venirnos de
Miami, es decir, cocinado desde la sede del imperio, no está nada mal
fortalecer devociones que, siendo de aquí, van mucho más allá de lo local y a
la inversa. Y, por si hiciera falta algo más, baste repetir lo que ella misma
señala en su web oficial: “Mi canto se basa
exclusivamente en los sentimientos. No puedo cantar nada que no sienta”. No
otro es, pues, el enigma de las cantaoras, vengan de donde vengan, se llamen Billie Holiday, Edith
Piaf, Amparo Sánchez o su alter ego pretérito. Es lo que se conoce como
autenticidad sin brillos inútiles, lo que más nos seduce de este disco, lo que
siempre nos arrebató de esta artista. Merece la pena asomarse a ella con
sosiego si no se ha hecho ya a estas alturas.
Publicado en Notas Sindicales, abril 2013
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