Blog de Ignacio Fernández

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martes, 1 de enero de 2013

Canciones entre el olvido y la existencia


“No me dejes. / Es necesario olvidar, / todo se puede olvidar…” [http://www.youtube.com/watch?v=dSfc662vXZU]. Ésta era nuestra propuesta final en el capítulo anterior, que, unida a la que protagonizaba Silvio Rodríguez en el inaugural de la serie [www.youtube.com/watch?v=IzAaQDf1Oxg&feature=related], nos sitúan por fin en el territorio de la canción, en el espacio nuclear de Moderato Cantábile. Hechas las presentaciones y abordado el valor que para nosotros tiene la palabra en esas dos citas previas, nos cabe en esta entrega ocuparnos de cuanto será razón de ser sin mayores comentarios en futuros encuentros: el cancionero y sus elementos, las canciones.

Dice Brel que todo se puede olvidar y sus razones tendrá para ello; quizá por eso eligió reposar para siempre alejado de la vida mundana en las Islas Marquesas. El poeta Benjamín Prado parece ser de una opinión semejante cuando afirma que “todas las canciones terminan por ser tristes, por ser la banda sonora de algo que has perdido”. Sin embargo, otro poeta, Luis García Montero, al referirse a un disco fundamental en la canción española del siglo pasado, el dedicado por Joan Manuel Serrat a los textos de Antonio Machado [http://www.youtube.com/watch?v=AlKqu_uHJTM], afirma rotundo: “Desde que oí aquel disco, fui haciéndome como soy, con una felicidad mía, con un dolor propio, con el patrimonio de mis sentimientos…” Sea como fuere, lo cierto es que desde la cuna a la tumba el itinerario vital se escribe también con canciones: nanas, espirituales, cantos de trabajo, de amor, baladas, cantos litúrgicos, himnos, villancicos… Podríamos parafrasear al mismísimo Aristóteles, a quien citábamos en el capítulo anterior, y concluir que el ser humano, además de ser un animal que habla, es con casi la misma intensidad un animal que canta. Diríamos más: ¿cuántas de nuestras experiencias fundamentales no incorporan la melodía de una canción que las identifica con una marca indeleble? El recuerdo, de hecho, nos funciona con canciones que nos permiten revivir lo que fuimos en otros tiempos, hasta el punto de que, no conformes sólo con el eco de un cantable ligado a un episodio de la existencia, el cancionero se transforma a veces en meta-cancionero, para acabar construyendo canciones que hablan de canciones que hablan de los  tiempos que huyen en esas canciones. Como Aquella canción de Roxy, pongamos por caso [http://www.youtube.com/watch?v=rt118MbvSwE].

Cantar es una pura y liberadora expresión de las alegrías y de las penas del alma. Con toda seguridad, nadie ha sabido hacerlo mejor que los cantantes de soul, de blues, de gospel… Pero muchos otros, a su manera, se animan también a servirse de la canción para expresar algo más que un estribillo fácilmente coreable. Esos son los que nos interesan y hacia quienes gira la atención Moderato Cantábile para diseñar sus repertorios. Se trata, pues, de reivindicar la canción más o menos como nos enseñaron clásicos y menos clásicos, desde el Cancionero General [http://www.lluisvives.com/servlet/SirveObras/jlv/03696152100381617429079/index.htm] hasta el Cancionero y romancero de ausencias [http://amediavoz.com/hernandez.htm], desde Francisco Petrarca hasta el rey sabio. Todos, hasta el más moderno de los juglares, con su amalgama de vidas contadas y cantadas, no han pretendido sino alumbrar La canción más hermosa del mundo [http://www.youtube.com/watch?v=P5GB2JTJrEg].

Así que, en nuestro stand digital, habrá a partir del próximo capítulo canciones de arte y de ensayo [http://www.youtube.com/watch?v=u1CbaBYNvns], canciones de redención y de combate [http://www.youtube.com/watch?v=6yXRGdZdonM] y, por supuesto, canciones de amor y de desamor [http://www.youtube.com/watch?v=xtg-VWJ9Dvg], pues también en eso del sentimiento y en otros meandros del existir las canciones nos sirven para extender perspectivas incluso de un modo paradójico. Por esos vericuetos os animamos a caminar, más que nada porque no son de nuestra estima ni los monolitos ni las verdades absolutas. Y, naturalmente, además de estilos, géneros, corrientes y otras variables del atlas musical, tampoco vamos a sustraernos del efecto que producen en nuestras emociones los artistas. Buenas canciones no son fáciles de digerir si su intérprete nos provoca rechazo, o a la inversa, de tal modo que se hace necesario explorar otras voces, otros arreglos, otras vertientes que nos permitan disfrutar de la obra sin velos en el objetivo ni cera en las orejas. Es el mundo plural y sorprendente de las versiones, para que quien no soporte, por ejemplo, un tono veneciano [http://www.youtube.com/watch?v=UmON_0bzUZc] pueda solazarse al menos con los aires más naturales del folk [http://www.youtube.com/watch?v=tmhLFDGnS4Y].

La Torre de la Canción, en suma: “Bueno, mis amigos se han ido y mi pelo está gris. / Me duelen los lugares donde solía jugar y tocar. / Y estoy loco por amar, pero no ofrezco nada. / Sólo estoy pagando mi alquiler día a día / en la Torre de la Canción”. Vayamos concluyendo, pues, este paseo de canciones entre la existencia y el olvido, entre cuyos extremos se levanta esa torre que nos ocupará en futuras entregas de Moderato Cantábile, ya mucho más concretas y menos declarativas. Así que, dejemos que se encargue del cierre el cerrajero Amancio Prada con una canción popular venezolana, que remite al inolvidable Chicho Sánchez Ferlosio y que bien podría ser seleccionada como el himno para los protocolos de presentación como el que aquí hemos pretendido [http://www.youtube.com/watch?v=LfT35truQsc].

Publicado en Conecta León 3, enero 2013

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