Blog de Ignacio Fernández

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martes, 5 de marzo de 2013

¿Qué información?


     Paseando en medio del paisaje de locales cerrados que hoy singulariza a nuestras calles, quizá no hayamos reparado en que más de 7.000 de ellos estuvieron ocupados por quioscos de prensa. Naturalmente, a la hora de hablar de la crisis de los medios de comunicación, suele hacerse mucho más hincapié en aquellas publicaciones que desparecen o en el insoportable número de profesionales de la información que son condenados al desempleo. Pero el dato antes aludido es también un gran ejemplo de cómo está evolucionando la relación de la ciudadanía con los soportes informativos. Señala Juan Luis Cebrián que “en las sociedades avanzadas más de un 25% de los lectores recibe las noticias a través de dispositivos móviles, teléfonos inteligentes o tabletas, y el proceso no ha hecho sino empezar. Estamos ante una transformación colosal, que entre otras cosas generará muchos empleos de perfiles distintos a los tradicionales, para los que en gran medida los profesionales no estamos adecuadamente preparados”. Posiblemente, podríamos añadir, tampoco lo estén los consumidores de información.

     Porque al cabo no se trata sólo de nuevas formas de acceso a la información, sino de la gestión y el tratamiento que esa información reciba para ser consumida. Por ejemplo, el asunto no consiste en la velocidad con que somos informados, algo que al parecer merece gran valoración en los soportes y en los canales cada vez más al uso. Por el contrario, deberíamos superar cuanto antes este sarampión del vértigo en lo noticiable porque, lo apunta el escritor Jordi Soler, “estamos saturados de noticias veloces, que no siempre son importantes y, quizá, sería mejor no saberlas porque consumen un tiempo, y un espacio, que podríamos aplicar en otra cosa”. Así pues, cabe intuir que en un próximo futuro, nada nuevo por otra parte, convivirán fórmulas a dos velocidades, y lo importante a nuestro juicio será impulsar lo más posible la lentitud. Ése es trabajo también de los profesionales de la información: el apostolado de la lentitud, lo cual es sinónimo de reflexión, de análisis, de crítica y de rigor. Y como buen apostolado, tendrá, los está teniendo ya, tiempos duros, presiones empresariales y apremios tecnológicos; más, como toda fe verdadera, debería acabar orillando a otras orientaciones sectarias para eludir la manipulación, el error o la vulgaridad.

     En el tránsito que nos lleva hacia una sociedad digital plena y aparentemente inevitable –sólo en apariencia- existirán tensiones y oportunidades. Éstas últimas incorporarán sin duda lo mejor de nuestras experiencias clásicas, analógicas o como queramos llamarlas. Por lo tanto, lo peor que podríamos hacer, ocupemos el flanco de la información que ocupemos, sería desprendernos del bagaje acumulado por puro afán de modernidad y de última hora. Más bien debiéramos todos sosegar el experimentalismo ñoño, alejar ademanes defensivos y optar por una actitud mucho más atrevida. También en eso se pone de manifiesto la tranquilidad. Los medios digitales, a fuerza de urgencias, degluten lo que se les ponga por delante y lo vomitan en forma de simples titulares. Por lo general, nada o muy poco hay detrás, ni en información ni en elaboración. Como máximo, una fotografía de adorno o un vídeo impactante para llamar la atención. Todo esto pervivirá y se acentuará, con toda probabilidad, pues también la simpleza es poscontemporánea. Pero nadie dude de que no menos poscontemporánea habrá de ser la lentitud, un auténtico acto revolucionario.


Publicado en Tam-Tam Press, 5 marzo 2013

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