Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 1 de julio de 2013

La canción del verano


     La melodía eterna del verano no debiera ser otra en verdad que el Concierto nº 2 en Sol menor del veneciano Antonio Lucio Vivaldi, es decir, el episodio dedicado al verano de Las cuatro estaciones [http://www.youtube.com/watch?v=g65oWFMSoK0]. Sin embargo, prescindiendo de esa pátina que imprimen los siglos sobre todo lo clásico, para quienes nacimos y crecimos en la pasada centuria otra melodía se nos antoja aún mucho más próxima y constante, la que compusiera Geroge Gershwin con el título Summertime en 1935 para la ópera «Porgy y Bess», reproducida después en numerosísimas versiones [http://www.youtube.com/watch?v=8JpPkp1f0So]. Su relevancia es tal que si buceamos entre ese montón de versiones podremos reproducir a través suyo buena parte del itinerario de nuestras vidas.

     Empecemos por la que grabaron Louis Armstrong y Ella Fitzgerald a finales de los años 50 [http://www.youtube.com/watch?v=LDF4_qVgbFU]. Veranos en blanco y negro, veranos en sepia, veranos en rosa y amarillo, aquellos veranos de ayer que guardamos en nuestros álbumes de fotos y de canciones; o tal vez ni siquiera eso, tan sólo en la vaguedad del recuerdo. Éramos unos críos y nos llevaban de acá para allá, de las playas de Alicante a los arenales gallegos, de los domingos en Gijón a la verbena de Armunia. Y así, tal y como fuimos creciendo y sustituyendo esos paisajes por las playas de Llanes y de Torimbia y por los riscos de Tablada y Picos de Europa, del mismo modo aquella melodía fue poco a poco reemplazada por la que interpretara Janis Joplin ya en 1971 (el disco salió a la luz seis semanas después de su muerte) [http://www.youtube.com/watch?v=P5ed5bz_5Sc]. La impronta de los veranos con Janis ha perdurado durante bastantes años, exactamente el mismo tiempo que dura una juventud con límites cada vez más y más imprecisos; no importó que por el medio circularan también sucesivos arreglos por parte de Miles Davis, Lila Downs o incluso Marilyn Manson. Solamente cuando descubrimos la recreación que hizo Angelique Kidjo al borde del presente siglo [http://www.youtube.com/watch?v=Yi9j7i8JvtU], supimos que habíamos llegado por fin a la edad adulta, a un nuevo verano sin retorno, bien a pesar de que no dejemos de completar el escenario con nuevas estaciones en Berlín, en Braganza o en Bretaña.

     El caso es que, como acabamos de explicar con una sola muestra, la denostada etiqueta “canción del verano” tiene muchas otras acepciones y no precisamente despreciables. Además, rastrear el cancionero en pos de los meses estivales nos permite conocer también que el culto al verano es universal, no vayamos a cometer el error de pensar que sólo por estos pagos le dedicamos melodías, rayos de sol y chiringuitos. Lo que ocurre es que, poco cultivados como somos en lenguas extranjeras, imaginamos que los estribillos pegadizos en inglés o en francés se asientas sobre contenidos menos frívolos que los por aquí acostumbrados, y no es del todo así. Por ejemplo, un canadiense del frío norte trasatlántico, Bryan Adams, rememora el Verano del 69 y su nostalgia acaba siendo un edulcorante más abrasivo que toda la gama ultravioleta: “Oh, cuando ahora miro atrás / parece que este verano todavía dura / y si pudiera elegir, / sí, querría estar siempre en él. / Fueron los mejores años de mi vida” [http://www.youtube.com/watch?v=9f06QZCVUHg&noredirect=1]. O Bernard Lavilliers, el más latino de los cantantes franceses, además de boxeador, que tiene por lo primero razones sobradas para incluir en su repertorio referencias, tonos y otros tópicos estivales; y lo hace bien, a nuestro modo de ver y escuchar, por más que también se ponga meloso: “El verano estaba desnudo sobre la playa / y este amor salvaje / profundamente marcado. / Marcado por un verano tórrido. / Septiembre parece vacío, / vacío y desesperado” [http://www.youtube.com/watch?v=Dxklzwb34p4]. O, en fin, el británico Rod Stewart, que hizo una incursión en la materia con Last summer, un título bastante común, repetido hasta 37 ocasiones en los buscadores: “Tomando una sangría con una chica llamada Julia, / arena caliente de Jamaica bajo nuestros pies” [http://vimeo.com/23425821].


     Y es que el mito del verano parece perpetuo y pletórico, pero en realidad no da para tanto. De hecho, se canta por igual a la primavera y al invierno, según lo atestiguan las bases de datos que anotan los títulos, si bien alrededor de la semántica estival se despliega todo un ancho mar de melodías con afán de vacación, ola y helado. Sin entrar (como nunca hacemos en Moderato Cantábile) en la ciénaga de lo comercial, veamos algunos ejemplos más para ir concluyendo.

     Dave Clark Five, uno de los pocos grupos ingleses que pudieron competir en su momento con los Beatles, parecían más una pandilla de jovenzuelos al borde de un exceso hormonal que una banda de rock & roll [http://www.youtube.com/watch?v=70XKtvFt0bw]: “Aquí llega el verano, / la escuela se acabó, días felices (…) / La escuela no es tan mala, pero el verano es mejor. / Tengo más tiempo para ver a mi chica”. En cambio, Madeleine Peyroux, detallista y pictórica como ninguna otra, nos propone un dibujo estival como si visitáramos el museo de las melancolías [http://www.youtube.com/watch?v=Pwu30Cm42wg]: “El viento del verano / llegó soplando / desde el otro lado del mar. / Se quedó allí / tan cálido y limpio / para caminar conmigo”. Y ni siquiera el celebrado Jim Morrison, desde la atalaya de los Doors, resultó muy innovador a la hora de resumir la anécdota de su Indian summer (y eso que el título prometía) [http://www.youtube.com/watch?v=yOKAQSGCm8Q]: “Te amo lo máximo, / mejor que el resto / que conocí en el verano, / verano indio”.

     Así que, visto lo visto y escuchado lo escuchado, si alguien nos pide consejo para inaugurar con un cantable el verano que acaba de abrazarnos, nadie dude de sintonizar a Sisa, aquel admirable cantautor galáctico, y su Noche de San Juan, pues no encontraréis mejor armonía para esa celebración [http://www.youtube.com/watch?v=vlFFfjNWuaI]: “La noche de San Juan es noche de alegría. / Estrellado de flores, el verano nos llega / de manos de un duende que le hace de guía. / Primavera muere, el invierno se retira, / si llegara el amor, nunca más moriría”.

Publicado en Conecta León 6, julio 2013

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