Blog de Ignacio Fernández

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sábado, 3 de agosto de 2013

Déjame vivir con alegría


     Nunca sonaron en un jukebox y, sin embargo, en aquellos tiempos gloriosos popularizaron melodías televisivas sin discusión ni competencia. Apenas actuaron en directo ni hicieron campañas de difusión para sus grabaciones, pero se convirtieron en influencia decisiva al menos para los músicos de la década de los ochenta, además de para sus primeros contemporáneos. No fueron objeto de atención mediática, aunque sí de culto. Peregrinaron de compañía en compañía discográfica porque nunca encontraban asiento y hoy aquellos discos son materia de coleccionista, no barata precisamente, y se sitúan en los principales altares de la memoria musical española. Pasaron desapercibidas y, no obstante, el pop español no hubiera sido el mismo sin ellas. Ése es el caso de Vainica Doble, a quienes podría atribuírseles el mismo título que ellas dieron a su cuarto álbum, nuestro eslabón perdido.

     Por eso, cuando se pretende romper los pesados moldes del mercado, es preciso ser muy escrupuloso también en las formas, como lo fueron ellas. Para empezar, se trataba de un dúo formado por mujeres, Carmen Santonja y Gloria Van Aersen, dos antidivas, opuestas al famoseo y al lucimiento. Su propuesta musical era todo lo contrario de lo esperable según los cánones de aquella España, a medio camino entre la juglaría, el rock y el combate. Y, eso sí, en absoluto aisladas de las veredas por las que circulaban las corrientes artísticas más arriesgadas del momento, desde la música al cine, sin olvidar las artes gráficas. De todo ello, en fin, es ejemplo Déjame vivir con alegría y el disco grandes donde tuvo acogida, «Contracorriente», en el que convive con las ilustraciones de Iván Zulueta y con la banda sonora de la película Furtivos de José Luis Borau, que también ellas compusieron. No hay mejor resumen de su contenido que lo dicho por Fernando Márquez El Zurdo (La Mode): “Son la lucidez y la imaginación; y con lucidez y con imaginación no se envejece nunca”.

     Déjame vivir con alegría, junto a Eso no lo manda nadie, es ante todo una reivindicación de la libertad, pero no a la manera de los cantautores con los que convivían; es decir, sin doctrina y con absoluta naturalidad: “Déjame que descanse un rato al sol, / déjame vivir con alegría, / si he pescado bastante para hoy, / mañana será otro día, / no faltará un caracol”. Es, además, un experimento melódico, como tantos otros que ellas protagonizaron, en este caso merced a la colaboración psicodélica del sitar a cargo de Gualberto, uno de aquellos músicos de la factoría andaluza, tan relevante entonces como casi ignorado hoy. Y es, en suma, el perfecto ejemplo de un estilo inclasificable pero necesario, que vino a ser definido de la manera más adecuada por el escritor Caballero Bonald: “Las Vainicas alternan el sermón con el cachondeo. Se ríen de su sombra más sangrienta, no encuentran ninguna palabra que rime con cursi, pero lo intentan con una desgana convenientemente deliciosa. No buscan tiempo, lo tienen”.

     Pues eso, que nuestra canción en cuestión fue editada en el año de gracia de 1976 por el sello Gong-Movieplay, dentro de un LP concebido como un claro compromiso contra la represión de todo tipo: política, familiar o sexual. Una auténtica ruptura de moldes y convencionalismos más que precisa también en nuestros tiempos. http://www.youtube.com/watch?v=C6dNv7rKYfY

Publicado en genetikarockradio.com, 2 agosto 2013

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