Blog de Ignacio Fernández

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martes, 24 de septiembre de 2013

Uno de los imprescindibles


     Continúan abandonándonos esos que Bertolt Brecht, por su tesón en las luchas, llamaba los imprescindibles. Parece que todo sigue igual, que después del susto y de los llantos todo vuelve a su sitio, pero ése es el paisaje de la resignación y el eco de lo inevitable. Porque cada vez que un imprescindible nos deja lo que queda en su lugar es un vacío tan grande como la altura ejemplar que tuvo su comportamiento.

     Este mes de septiembre nos trajo la noticia de que Ángel González se había dejado morir, y nos conmovió tanto la noticia como el modo elegido para irse; aunque si bien se piensa, ese aparente abandono no ha sido sino otro signo más de rebeldía. Porque este hombre con nombre de poeta no descansará en paz, seguramente: es algo inimaginable para cuantos le conocimos; con su eterno cigarrillo entre los labios,  seguirá dado la vara, si es el caso, donde y a quien corresponda. Eso sí, quienes alcanzarán la paz al fin serán todas las corporaciones municipales leonesas, con las que nunca se casó y a las que siempre mantuvo, no importa su color político, en un perenne desafío desde ese enclave orillado por todas ellas que han sido y son las casas de Corea.

     Desconozco lo que hubo antes, pero sí sé que Ángel nos irrumpió en escena en los años fértiles de las asociaciones de vecinos, mediada la década de los setenta, y que nunca abandonó ni esa trinchera ni aquel espíritu primitivo. Coincidió en aquellos tiempos primeros con un grupo notable de militantes vecinales que, desde todos los barrios, empujaron con ahínco contra el último ayuntamiento franquista y a favor de los primeros pasos democráticos. En esa lid andaba junto a Lorenzo López Trigal, Juan Carlos Ponga, los Sabio (padre e hijo), José Campal, José Luis Gómez… Una época en la que, además de por la libertad, se luchaba contra el barro en las calles, contra la falta de escuelas y de viviendas y contra un entorno verdaderamente hostil. Nada que ver, por cierto, con las asociaciones de vecinos de hoy en día, salvo leves excepciones, preocupadas casi en exclusiva por unas fiestas rancias y por reclamar más policías.

Ángel (primero en la mesa) durante los trabajos
del Laboratorio Urbano
     Aquello se diluyó entre fuerzas centrífugas y otros aburguesamientos más o menos generales, sin olvidar por supuesto la labor de zapa que los gobiernos municipales de UCD y asimilados ejercieron sobre el movimiento vecinal en la ciudad de León. Sólo, como una aldea gala, quedó en pie y resistiendo los vaivenes la que sería y es Asociación de Vecinos Ventas-Oeste, de la que Ángel era en estos últimos años su secretario. Merced a ello, precisamente, volvimos a encontrarnos en el desarrollo del laboratorio urbano que llevó a cabo el Ateneo Cultural “Jesús Pereda” de CCOO entre los años 2009 y 2011. Y allí volvía a estar él, donde siempre había permanecido sin inmutarse, tan cascarrabias como respetuoso, tan encogido en lo físico como altivo en su discurso, aglutinando voluntades y demandando justicia para las personas y para su barrio en conjunto, siempre olvidado a pesar de las décadas transcurridas. Y fue así como volvimos a recorrer los caminos de la demanda y de la reivindicación, incluso desde las manifestaciones que en 2012 convocó la Cumbre Social de León, a la que también se sumó con su Asociación, contra los desmanes de todos nuestros gobiernos, hasta que en los meses recientes acabó por ausentarse.

     Y ahora cuentan que se fue definitivamente y que esta calamidad, salvo para los más cercanos, ha pasado casi desapercibida, como suele ocurrir en esta tierra de falsos profetas. Llevemos, pues, la contraria a los cronistas oficiales, que sólo entienden de las glorias vanas, y dejemos constancia de que la historia la construyen en verdad mujeres y hombres sencillos como Ángel González, de quien tanto hemos aprendido.

Publicado en Diario de León, 28 septiembre 2013

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