Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

jueves, 28 de noviembre de 2013

NICOLÁS SARTORIUS: Siempre en la izquierda

EL AUTOR
     Nicolás Sartorius figura en el origen de las Comisiones Obreras y miembro destacado del Partido Comunista de España, razones por las que formó parte de los encausados en el proceso 1.001. Llegó a ser Diputado en el Congreso. Hoy preside la Fundación Alternativas.

EL LIBRO
     Editado por la Fundación 1º de mayo, recopila los artículos publicados por el autor desde 1980 a 2013 en el diario El País. Se agrupan en las siguientes temáticas:

  • Una mirada sobre el mundo.
  • En el debate europeo.
  • Cuidar siempre la economía.
  • Reivindicación de la política.
  • Cuestiones sindicales.
  • Vencer al terrorismo.
  • Siempre en la izquierda.
  • La derecha que tenemos.
  • Una España compleja.

EL TEXTO
     “La utopía de los cuerdos, es decir, aquella que comprende que la mejor manera de transformar las sociedades y la vida es implantando y profundizando cada vez más en la democracia, entendida como síntesis de procesos crecientes de libertad e igualdad, o si se prefiere –y yo lo prefiero– de procesos de libertad entendida como liberación humana en todas las direcciones”.

Entre tinieblas y luces


Casi nada escapa del tono general de hojas muertas en que andamos metidos, y no me estoy refiriendo sólo al otoño. Naturalmente, tampoco los medios de comunicación, que en fechas recientes han asaltado titulares a causa del cierre de la Radiotelevisión Valenciana, de los disparos en las sedes parisinas del diario Libération y del canal de noticias BFM TV, y del tributo que los premiados en la edición anual de las Antenas de Oro han rendido a sus compañeros de profesión que están atravesando malos momentos. Ya digo: es el paisaje cotidiano.

Sabemos, por otro lado, que esta enfermedad no es sólo económica, como no lo son tampoco muchas otras de nuestras afecciones. El conflicto entre el papel y lo digital, los nuevos formatos de la publicidad o la concentración en los grandes grupos editoriales son asuntos que también provocan zozobras para cuya solución queda aún bastante andadura. También la profesión periodística sufre sus trastornos propios que la hacen vulnerable, desde la frivolidad con que en muchos casos se aborda la realidad hasta la falta de independencia y de pluralidad democrática real.

En ese contexto, el alumbramiento de un nuevo diario en la ciudad de León, en cualquier ciudad realmente, es un acontecimiento feliz, tanto por inesperado como por deseado. Si ha sido motivo de celebración en tiempos de esplendor y de abundancia, qué no podemos sentir ahora cuando las estrecheces y otras políticas nos han conducido a la miseria informativa. En el caso que hoy festejamos, la aparición de La Nueva Crónica, nos interesa resaltar de forma particular el ligero alivio que supone en materia laboral para este sector en nuestra provincia. También la relevancia de romper el monopolio en que había caído la prensa leonesa después de las últimas bajas. Y, por último, la más que probable recuperación de una tradición formativa que su precedente, la ya vieja Crónica de León, supo impulsar como pocos medios en el conjunto nacional.

Así pues, en unos tiempos en que nuestra realidad doliente es descrita de modo cansino a través de la metáfora del túnel y de la luz –más túnel o más luz según como nos vaya el viaje–, lo que resulta evidente es que necesitamos orientación, análisis y criterio para construir juntos una salida decente de nuestras crisis. La contribución que a ello deben y pueden hacer los medios de comunicación es trascendental, acentuando más según casos la tiniebla o la claridad. Sea como fuere, la salida a la calle de La Nueva Crónica es ya toda una señal luminosa.

Publicado en La Nueva Crónica, 28 noviembre 2013

sábado, 23 de noviembre de 2013

Manifestación 23 noviembre 2013

Discurso de cierre de la manifestación celebrada en León el 23 de noviembre de 2013, que concluyó en la Plaza de San Marcelo. Estuvo convocada por la Cumbre Social bajo el lema "Emplea tu fuerza"http://youtu.be/xJY9-95ja3A

jueves, 21 de noviembre de 2013

Mueve tus caderas


     Si un grupo estuvo presente siempre (y está) en la banda sonora del barrio, ése fue Burning. Tal fue su imperio que, paradójicamente, sus canciones acabaron convertidas en una melodía triste porque hoy, como indica el escritor Benjamín Prado, son el eco de algo que hemos perdido. No sólo es que el tiempo y otros avatares nos hayan arrebatado las voces y los acordes de Toño Martín y de Pepe Risi; es que nosotros mismos nos hemos diluido y casi ni nos reconocemos, mientras al fondo sigue sonando, imperecedero y siempre renovado, un repertorio que relata los mejores momentos de nuestras vidas. Y sí, también los más oscuros.

     Y es que en cierto modo los Burning son el compendio de todos aquellos grupos que nos sonaron en el jukebox y en las casetes, que era el sistema más sofisticado al que habíamos podido aspirar, hasta conformar un hilo musical sencillamente irrepetible: Bloque, Cucharada, Morís, Asfalto, Ñu… Uno tras otro se sucedían a lo largo de las tardes, de partida de futbolín en partida de futbolín, a través de auténticos campeonatos de habilidad y de orejas. Aquellos muñecos del balompié, guiados por la habilidad de nuestras muñecas, parecían moverse al ritmo de cualquiera de sus canciones. Entre ellas, inevitablemente y no se necesitan más explicaciones, la más gloriosa iba a ser Mueve tus caderas.

     Luego, concluidos los torneos, la lujuria de su texto se trasladaba al resto de la jornada como un himno de combate. No importaba que la agenda propusiese juerga, trabajo o estudio, lo que tienen las buenas canciones es que se proyectan hacia cualquier circunstancia y en todas encajan. Así ocurrió durante años, mucho más allá de las salas de juego y de los mecanismos arcaicos para el consumo musical, hasta darse de bruces con su propio envés, que no fue otro que el mismo de nuestras vidas. Fue precisamente otro cantable de Burning, tan sublime como aquel primero, el que vino a retratar nuestra madurez hasta cerrar el ciclo: Una noche sin ti. Ya no estábamos ante la melodía de la diversión comunitaria y pinturera, sino ante la copa en la barra de algún garito entregados al vicio del recuerdo de lo que fue y de lo que no fue. Nada mejor entonces que embeberse en el disco doble grabado en directo en 1990, y repasar una a una todas las estaciones del viaje, siempre amenizadas por ellos, nadie mejor que ellos, por mucho que nos pese a nosotros y a Benjamín Prado.

     Hoy aquellas máquinas de discos son simples elementos decorativos y objetos de coleccionismo. Por fortuna, no ha ocurrido así con los sonidos que expulsaban, que siguen presentes y vivos en general según hemos venido demostrando a lo largo de esta serie. Los años setenta, aquellos que fueron los de su esplendor por estos pagos, tienden también a agotarse. Apuraremos próximamente un último capítulo antes de echar el telón.

     Mueve tus caderas apareció dentro del LP «El fin de la década» en 1979, el mismo donde se recogía la canción por antonomasia del grupo: ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? Sin desmerecer al resto de su producción, bien podemos decir que nos encontramos ante las catedrales del rock en español. http://www.youtube.com/watch?v=P3y8NSR-FkY

Publicado en genetikarockradio.com, 22 noviembre 2013

jueves, 14 de noviembre de 2013

Los trenes de Disney


La estación olvidada

     Mucho es el daño que han causado los trenes eléctricos de nuestra infancia. Más o menos como las piezas de Lego, los Exin Castillos o aquellas arquitecturas de madera coloreada que nos permitían recrear el mundo. Porque en eso consistía el peligro precisamente: en levantar mundos a medida de nuestras ilusiones y de nuestros bolsillos, que siempre solían quedarse cortos a la hora de adquirir modelos superiores para facilitarnos ir más allá en nuestros delirios lúdicos.

     Los trenes constituían un apartado especial, que en muchos casos acababa derivando hacia el coleccionismo o hacia el campo de las maquetas, hasta dar lugar a muestrarios magníficos como los que pueden contemplarse, sin ir más lejos, en la estación madrileña de Delicias, en verdad recomendable. El contratiempo de todo ello es que, como en otras tantas expresiones donde se produce la intersección entre lo real y lo fabulado, puede ocurrir que no se distinga el límite entre lo uno y lo otro, ni siquiera con el peso de la edad o del saber. Y si, por un casual, uno se sitúa en posición de gobernar los destinos de los países, entonces se corre el grave riesgo de convertir la construcción de infraestructuras en una especie de parque temático y los ferrocarriles, en trenecitos de la factoría Disney.

El fondo de saco
     En buena medida, eso nos ocurre por estos páramos. El anuncio de que un día nos llegaría la alta velocidad iba a permitir a la ciudad de León y a su entorno afrontar dos problemas fundamentales (y digo únicamente dos porque lo demás venía sobrando): la solución al paso a nivel del barrio del Crucero y el traslado de los talleres ferroviarios a Torneros para asegurar su futuro y los 150 puestos de trabajo a ellos ligados. Como digo, el resto del decorado era perfectamente aprovechable, con las intervenciones pertinentes, sin megalomanías ni grandilocuencias, y posiblemente, con la cautela oportuna, a estas alturas tendríamos menos inconvenientes encima que los que al final han generado y siguen generando los constructores de mundos desmesurados. Ni era necesaria una estación tipo guerra de las galaxias ni lo era un soterramiento excesivo ni otros aditamentos que se nos fueron ocurriendo como cuando andábamos metidos entre juguetes. Cierto es que ya no tenemos paso a nivel, pero del traslado y porvenir de los talleres envejecidos nada se sabe y poco se espera. La inquietud ahora parece ser otra, una vez más fruto de las fantasías infantiles: la construcción de un apeadero. Es decir, que ni tenemos tren veloz ni hay constancia de cuándo se nos aparecerá, pero, mientras se eliminan simultáneamente servicios convencionales, es muy probable que a corto plazo esta ciudad cuente con tres enclaves para el tráfico ferroviario: una antigua estación tristemente abandonada, una estación provisional que llaman de fondo de saco y un apeadero. ¿Puede haber mayor disparate?

¿El apeadero?
     Sobre lo último, lo del apeadero al final de la calle Orozco, se argumenta su necesidad para evitar que los servicios entre Madrid y Asturias pasen de largo sin detenerse a orillas del Bernesga. Pues bien, vuelve a ser un planteamiento irreal porque se ignoran elementos muy relevantes, de los que citaremos al menos dos. Por un lado, semejante iniciativa obligaría al desdoblamiento del by-pass construido al sur de la ciudad y la subsiguiente prolongación sin resolver la salida norte a través de San Andrés. Y, por otro, se olvida que los trenes que pasan de largo seguirán pasando de largo, tal y como sucede en la actualidad con la única composición que así lo hace, la que une los fines de semana Madrid con Asturias y viceversa, que ya nace completa en origen y que, por no detenerse, no lo hace ni en Palencia ni en Valladolid; y en esas ciudades, evidentemente, nadie habla de apeaderos. En suma, la llamada alta velocidad, si ha de tener continuidad algún día (primero tiene que llegar), la tendrá por el canal previsto, esto es, gracias al soterramiento. Y, para ser sensatos, éste habrá de ser limitado en un principio y servirse del edificio de la abandonada estación sin mayores excesos.

     Así pues, sin relegar lo relativo a los talleres, no otra debe ser la prioridad. Ni es correcto confundir a la ciudadanía con nuevas disneylandias urbanas ni, además, son ya posibles. Tampoco parecen oportunas polémicas estériles sobre soterramientos por aquí o por allá cuando, probablemente, no van a ser ejecutables en esta fase. Los justos términos del proyecto original son con toda seguridad la única alternativa al alcance y en ella deberían concentrarse todas las energías. De lo contrario, acabaremos disputando la miseria, tal y como quieren que suceda con los aeropuertos regionales, perdidos en un marasmo de palabras y de intereses locales sin que casi nadie se inquiete por dotarlos de vida: la que haya de ser. Son cosas que suceden por no haber superado bien esa etapa cándida y feliz de los juegos de la infancia.

Publicado en Diario de León, 21 noviembre 2013

sábado, 9 de noviembre de 2013

Heart of glass


     Pasaron años y se alumbró una nueva generación. Incluso este país parecía tener algo más de claridad y la música generaba otro tipo de destellos. Tanto tiempo había transcurrido que llegó la hora de que uno enseñase, literalmente, a los que venían detrás. Un par de jovenzuelos en el final de su adolescencia necesitaban algunas clases de Lengua y de Francés. Llegué a su casa una tarde de otoño, nos presentamos y charlamos un rato para abrir camino. Sobre su mesa había libros, cuadernos y, ¡oh, cielos!, un LP de Police. Tal cual: un LP vivito y coleando como parte del ajuar doméstico de aquellos mozalbetes. Y, ¡faltaría más!, en el mismo cuarto, brillante y hermosa, toda una cadena de música, con su amplificador, con su pletina, con su plato maravilloso, sus botones y sus lucecitas. En suma, estaba asistiendo de golpe y porrazo al adiós definitivo de los arcaicos jukebox. Si unos muchachos casi imberbes disponían ya de todos aquellos artilugios y sus propinas les daban para comprarse su propia música, entonces era que la historia había entrado en otra fase.

     Aquel disco virginal era «Regatta de Blanc», venido al mundo en octubre de 1979, y, lógicamente, en su honor deberíamos recoger en este índice cualquiera de las canciones que de él se extrajeron: Message in a bottle, Walking on the moon, etc. Sin embargo -¡sorpresas de la vida!-, años después leímos que otra canción de Police, mucho más tardía, Every breath you take, es la canción favorita nada menos que de Mariano Rajoy y ahí se nos hundió casi para siempre la devoción por los chicos de la policía. Así que, visto lo visto, nuestro epitafio sonoro para la larga vida de los jukebox queda concedido a otra banda contemporánea, Blondie, y a una canción reveladora de por dónde andaban los tiros en aquel entonces: Heart of glass.

     “Una vez tuve un amor y duró muy poco. / Pronto descubrí que tenía un corazón de cristal. / Parecía que iba a ser algo verdadero, / pero sólo descubrí mucha desconfianza / y el amor desapareció”. Así de sublime era la letra que entonaba la chispeante Deborah Harry; ni más ni menos sublime que las que aullaban en sus melopeas los señores Sting, Summers y Copeland. Porque la nueva hornada de grupos y de melodías tuvieron en común ese denominador de la simplicidad reconquistada, del mismo modo que se simplificó su audición y se generalizó su consumo. Si a ello le añadimos la irrupción casi simultánea del videoclip, comprenderemos sin necesidad de más explicaciones que, en efecto, otra forma de acercarse a la música se había inaugurado y que los usos extendidos a lo largo de la década de los años setenta, así en formas como en contenidos, pasaban a mejor vida.

     Pues bien, el single Heart of glass se extrajo del tercer álbum de Blondie, «Parallel lines», con el que llegaron a lo más alto de su carrera a base de mezclar la sencillez de los 60, las raíces punk y la comercialidad glam, es decir, new wave por excelencia. Tanto, tanto que hasta la revista Billboard definió aquel disco –paradoja de paradojas- como “rock ingenioso y pegadizo”. http://www.youtube.com/watch?v=Jxpe1oSp_sg

Publicado en genetikarockradio.com, 9 noviembre 2013

lunes, 4 de noviembre de 2013

Los conflictos territoriales del poder


     Cuanto más oscuros e inmateriales son los poderes que gobiernan nuestra existencia, mayor es la disputa por la ostentación de los poderes clásicos y residuales. Frente al triunfo inhumano de la globalización económica y de los mercados de todo tipo, incluido el de la carne, la universalidad e internacionalización políticas son ya ecos de otro tiempo. E incluso conceptos viejos como nación o estado son inexorablemente sustituidos por el de región, cantón o país (pequeño país en la mayor parte de las ocasiones). Así, metidos en tales disputas, los gobernantes pugnan por hacerse notar y acaparar espacio: unos reclamando independencia, otros legislando para la recentralización, todos ignorando antiguas consignas relacionadas con la participación y la democracia convertidas en banderas deshilachadas.

     Estamos en proceso de dibujar el nuevo mapa del mundo, las nuevas fronteras y los nuevos polos de poder. El lápiz lo maneja la mano de grandes multinacionales y entidades financieras, mientras la política se entrega cansinamente a la levedad del ser y se hace tan insoportable como en el título de Kundera. La ciudadanía contempla la televisión o se indigna en las plazas, lo que al cabo arroja casi idénticos resultados, pues la indignación o la contemplación por sí mismas no llevan a ninguna parte. Las burbujas viajan a través de las fibras ópticas sin ningún tipo de arancel entre los que se sumergen y los que emergen, que más pronto que tarde acabarán también sumergidos. Y todos espían a todos porque hace ya mucho tiempo que nadie se fía de nadie en esa reducción al absurdo. Por eso nos afanamos, no importa en qué dimensión, en salvaguardar ligeros reductos de dominio privado con el ingenuo objetivo de creernos a salvo del otro –una vez más el otro sartreano-, como si los otros no fuésemos nosotros mismos reflejados en un espejo irreal.

     Durante muchos años de nuestra vida, algunos de nosotros hemos mantenido la certeza, junto a H. G. Wells, de que “nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad”. Posiblemente, ni siquiera esto pueda sostenerse ya ante el desbarajuste. O al menos debería ser puesto en cuarentena para no hundirnos en la inopia. Tan noble ideal habrá de ser reducido a lo inmediato para no ser simplemente materia religiosa, y así, repensarlo y redefinirlo en ese otro mapa de la sencillez desde el que reinventar el paisaje. Empezando por lo que está a mano, por la escuela, por el barrio, por el concejo que pretenden eliminar, por el poco trabajo, y siempre en el contorno de lo común, de lo público, de lo que no es patrimonio de un poder único e insensible, de lo que no es privacidad onanista. Tendrá que ser, o no será, en ese campo de juego donde se construyan las nuevas  organizaciones, tan necesarias como lo fueron las tradicionales, para entrar –porque hay que entrar necesariamente- en la porfía por el poder.

     Y, en fin, lo terrible de estas tensiones es la miopía con la que a veces se afrontan. Por ejemplo, todos parecemos alarmados por el caso catalán (o el escocés, o el bávaro, o el quebecqués, no importa) porque seguimos pensando como herederos de un mapa-mundi escolar que ya no existe, mientras que en nuestra inmediatez se toman decisiones y se dictan leyes en contra de la célula madre de nuestra ciudadanía y de nuestra democracia: los municipios. Ésa es también en este país una pugna eterna de poder de la que no deberíamos ser ajenos, porque a los neutrales, según Unamuno, sería mejor llamarles neutros.


Publicado en Tam Tam Press, 3 noviembre 2013