Blog de Ignacio Fernández

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martes, 14 de enero de 2014

Contra el sentido común


     Nada es más conservador e inmovilista que el sentido común. Solía acudirse a él para hacer valer, dentro de una argumentación, los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Parecía un recurso razonable. Sin embargo, en estos tiempos nuestros de pereza lingüística y mental, ha acabado convertido en un tópico que esconde la voluntad de no debatir, de no contrastar ideas, de no entrar en polémicas y vamos a llevarnos bien. Aunque ese llevarnos bien acabe siendo una imposición o una huida. Tan banal procedimiento retórico lleva, entre otras cosas, a que todos nos agarremos al común sentido, no importa que las orientaciones sean contrapuestas, para zanjar un asunto y no se hable más. A él invocan por igual últimamente los que legalizan el consumo de marihuana y los que se muestran contrarios; de él se sirven así mismo los forofos de los toros y los antitaurinos; con él conviven sin problemas los que defienden lo inmarcesible de la Plaza del Grano y los que la quieren restaurada. Y lo que suele suceder en estos casos donde triunfan los lugares comunes es que, por lo general, el poder, sea el que sea, acaba consolidando su posición de privilegio por puro sentido común.

     Lo mismo ocurre con otras muletillas aparentemente inocuas que jibarizan nuestra comunicación: todas las ideas son válidas, respeto tus opiniones pero no las comparto, no entremos en política… y así sucesivamente. Es el reino de lo simple, al que colabora también de un modo decisivo el despliegue de titulares con el que conformamos la mayor parte de nuestros pareceres. Claro que, con semejante armazón, no es extraño que se trate más bien de veredictos. Sobre todo si nos expresamos en perdigonada, otro vicio bastante corriente, y decimos los sindicatos, los periodistas, los políticos, los empleados públicos… en un afán de reducir la existencia a un elemental común denominador, pariente cercano por otra parte del tan perjudicado sentido común.

Publicado en La Nueva Crónica, 14 enero 2014

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