Blog de Ignacio Fernández

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martes, 2 de diciembre de 2014

ERE y falsos ERE


     ¿Puede ser una señal de recuperación el siguiente dato: en los ocho primeros meses de 2014, se presentaron en España 9.877 ERE que afectaron a 110.794 personas, mientras que en el mismo periodo de 2013, hubo 20.755 expedientes y 280.538 afectados? Pues según se mire, claro, porque todo es susceptible de interpretación y nada es más manoseable que las cifras. Pero el caso es que sí, que parece ser un síntoma de mejoría, aunque ¿respecto a qué? Si tomamos como referencia el pozo en el que venimos habitando, cualquier luz es saludable. Mas, si hacia donde miramos es a una realidad estable y ordenada, resulta evidente que semejante pérdida de empleo continúa siendo una herida abierta, por más que con menos sangre.

     En suma, nos hemos acostumbrado a medir la vida con estadísticas lo mismo que hemos incorporado a nuestro lenguaje y a nuestra cotidianidad eso de los expedientes de regulación de empleo (ERE, siempre en singular, pues no es más que una sigla convertida casi en acrónimo), ya sean de extinción, de suspensión o de reducción de jornada. Además, escándalos y otras manufacturas que no vamos a comentar los han colocado doblemente en el repertorio de noticias habituales. Así que es común escuchar como si tal cosa: “estoy en un ERE”, “les han hecho un ERE”… como si fuese una experiencia de lo más corriente.

     Conviene, no obstante, resaltar la perversidad del procedimiento y suponer lo que en situaciones más ocultas nos pasa desapercibido. Sentencias recientes han anulado los ERE en firmas renombradas: Coca-Cola, Atento, Tele-Madrid, etc. Cabe preguntarse, por tanto, ¿qué sucederá en otros espacios menos sonoros? ¿Qué allí donde no hay ERE sino despido directo, que es lo más frecuente? ¿Qué ocurre donde no hay representación sindical que negocie o recurra los abusos? Sí, se producirán excesos seguramente, y son condenables, pero ¿qué será de nosotros cuando el mundo laboral sea un desierto democrático como muchos pretenden? Merece la pena detenerse a pensar en ello.

Publicado en La Nueva Crónica, 2 diciembre 2014

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