Blog de Ignacio Fernández

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lunes, 29 de diciembre de 2014

La helada


     Nos volvió el invierno y nos regresaron las heladas. Es el signo de estos meses en que la escarcha y las bajas temperaturas (y a veces otros fenómenos meteorológicos más) nos invitan a buscar el calor de un modo artificial o natural, pues también –no se olvide- el pecho ajeno lo produce. Aun con todo, formas hay para sortear esta calamidad circunstancial sabiendo que más allá de la frontera del calendario sucederá la primavera y llegarán otros calores y picores.

     No ocurre así con ciertos individuos e instituciones donde la helada se ha enseñoreado de sus almas y hablan y toman decisiones como si de sus bocas sólo naciese un aire gélido que todo lo abrasa. Sin ir más lejos, el Banco de España y sus moradores son una clara muestra de congelación perpetua, lo cual, por desgracia, no es su única tara. Ahora, en una nueva demostración de su ser glacial, acaban de sentenciar que extender las subidas salariales generalizadas dañará la recuperación. No se refieren en absoluto a otros daños bastante generalizados que todos conocemos bien (a propósito de lo que hablamos, podríamos citar simplemente la pobreza energética), no les consta otro tipo de afrentas de las que estamos llenos. Pero, ojo, tampoco al Gobierno, otro ente frío, que acaba de expresar su generosidad con una subida del salario mínimo en 3’3 euros mensuales. Lo gélido en el Ejecutivo alcanza hasta su sonrisa.

     Mas lo peor que nos puede ocurrir en realidad es que nos caiga encima una helada negra. Sus efectos son devastadores y no hay aviso, ni un apunte de rocío ni cristalitos de hielo. No, nos despartamos con unas quemaduras tan graves que todo en nosotros y en nuestro entorno tiene una apariencia negruzca. Éste es, lamentablemente, el efecto más duro y prolongado de las crisis varias que nos siguen acechando. No nos damos cuenta apenas de que hemos perdido tejido, que no habrá floración y que puede darse por arruinada la cosecha. Y, mientras tanto, los desalmados siguen con sus mensajes glaciales como si oyesen llover.

Publicado en La Nueva Crónica, 30 diciembre 2014

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