Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

lunes, 29 de diciembre de 2014

La helada


     Nos volvió el invierno y nos regresaron las heladas. Es el signo de estos meses en que la escarcha y las bajas temperaturas (y a veces otros fenómenos meteorológicos más) nos invitan a buscar el calor de un modo artificial o natural, pues también –no se olvide- el pecho ajeno lo produce. Aun con todo, formas hay para sortear esta calamidad circunstancial sabiendo que más allá de la frontera del calendario sucederá la primavera y llegarán otros calores y picores.

     No ocurre así con ciertos individuos e instituciones donde la helada se ha enseñoreado de sus almas y hablan y toman decisiones como si de sus bocas sólo naciese un aire gélido que todo lo abrasa. Sin ir más lejos, el Banco de España y sus moradores son una clara muestra de congelación perpetua, lo cual, por desgracia, no es su única tara. Ahora, en una nueva demostración de su ser glacial, acaban de sentenciar que extender las subidas salariales generalizadas dañará la recuperación. No se refieren en absoluto a otros daños bastante generalizados que todos conocemos bien (a propósito de lo que hablamos, podríamos citar simplemente la pobreza energética), no les consta otro tipo de afrentas de las que estamos llenos. Pero, ojo, tampoco al Gobierno, otro ente frío, que acaba de expresar su generosidad con una subida del salario mínimo en 3’3 euros mensuales. Lo gélido en el Ejecutivo alcanza hasta su sonrisa.

     Mas lo peor que nos puede ocurrir en realidad es que nos caiga encima una helada negra. Sus efectos son devastadores y no hay aviso, ni un apunte de rocío ni cristalitos de hielo. No, nos despartamos con unas quemaduras tan graves que todo en nosotros y en nuestro entorno tiene una apariencia negruzca. Éste es, lamentablemente, el efecto más duro y prolongado de las crisis varias que nos siguen acechando. No nos damos cuenta apenas de que hemos perdido tejido, que no habrá floración y que puede darse por arruinada la cosecha. Y, mientras tanto, los desalmados siguen con sus mensajes glaciales como si oyesen llover.

Publicado en La Nueva Crónica, 30 diciembre 2014

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Puebla / Boikot / Wyatt


     El anunciado retiro de Robert Wyatt después de una larga carrera musical, primero como batería de Soft Machinr y de Matching Mole y luego, tras un accidente que le dejó en silla de ruedas, como cantante y compositor, es una buena excusa para rendirle homenaje e indagar en una rara versión que él protagonizó. Versión difícil de digerir, como veremos, pero que de paso nos remite a una canción gloriosa.

     Y, por si fuera poco, resulta que los acontecimientos históricos parecen evolucionar durante las últimas fechas, de modo que Cuba vuelve a estar en la portada de los medios de comunicación. Y con ello también su cancionero. Porque a lo que nos referimos es a un capítulo muy especial de la historia cubana y de su música, todo un eterno campo de cultivo. En él floreció, dentro del contexto de la vieja trova, la figura de Carlos Puebla y Los Tradicionales; con entusiasmo general sobre todo a partir de la revolución, de cuyos hechos se convirtieron en verdaderos cronistas. Hasta siempre, comandante, nacida en 1965, es precisamente uno de esos eslabones juglarescos sobre los sucesos revolucionarios, quizá el más notable merced a las referencias a su protagonista, otro icono donde los haya, el Che Guevara. El cantable en cuestión ha conocido una pervivencia extraordinaria y por él han paseado sus voces y sus ritmos numerosos otros artistas, desde Joan Baez hasta Enrique Bunbury.

     De toda esa serie de versiones, conviene atender a dos de ellas que tratan de escapar del molde original. Una menor, la del grupo Boikot, cuyo compromiso social y político se extiende a lo largo de toda su discografía. No es raro, pues, que hayan dedicado hasta tres discos a la figura del Che y que en uno de ellos, el titulado «La ruta del Che – No escuchar» (1997), se recogiera su visión punk y acelerada del clásico, combinada, eso sí, con ritmos e instrumentos latinos. Y, puesto que el resultado es brillante, la anotamos en este comentario para su difusión.

     Pero la otra versión a la que nos referimos es ya harina de otro costal. Lo que hizo Robert Wyatt en 2007, dentro de su disco «Comicopera», es un trabajo que se aleja conscientemente del formato primero e incluso de todos sus ecos. Hasta el punto de que su digestión, como decíamos al principio, requiere buenas dosis de sal de frutas. Viniendo desde el rock progresivo, Wyatt acentuó poco a poco, ya en solitario, sus bases jazzísticas y las posibilidades de su propia voz. A lo que hay que sumar también sin duda una posición política nada templada. Y algo más: sus años de vida en Mallorca, a la sombra y bajo la tutela del escritor Robert Graves, lo que le permitió entablar relación con las músicas hispanas y latinas. Fruto de todo ello o tal vez no es la recreación personal del Hasta siempre, comandante, dura e inigualable se mire como se mire. Quizá por eso conviene resaltar la opinión del músico en el momento de su adiós: “nunca estuve a la altura de mis héroes, pero tampoco intenté copiarlos”. Es en verdad un principio estilístico que debiera estar en el gen primitivo de cualquier versión, de cualquiera que opte por la recreación de sus propio mitos. No siempre se cumple. Pero sí en Wyatt, a quien honramos.

Publicado en genetikarockradio.com, 31 diciembre 2014

sábado, 20 de diciembre de 2014

Cosas veredes


     Sucede, contra lo que se cree, que nunca el ilustre hidalgo enunció semejante exclamación, por más que finalmente se haya impuesto en el común del lenguaje como destinada al discreto escudero. Por el contrario, cuentan los que de ello saben que la frase en cuestión proviene de un romance de la saga del Cid, aquél en que el rey Alfonso VI reprende al héroe en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, aunque no fuera exactamente de ese modo, pues la tradición oral acabó no sólo mudando la autoría sino también el verbo para transformar el original tenedes por el mutado veredes.

     Cosas veredes es, en suma, expresión de perplejidad, sin importar ya si se trata de voz quijotesca o no. Pero seguramente nada mejor para lo que proponemos a continuación que mantener cierto tono caballeresco, pues al cabo lo mismo que varían las palabras, lo hacen también sus referentes hasta el punto de que hay quien llega a confundir, también en la actualidad, molinos con gigantes. Y conste que no estamos ahora ya ante nada novelesco. Porque sí, cosas veremos sin duda en el año nuevo que nos dejarán atónitos, en especial a través de la construcción de relatos y falsos relatos electorales, y a ello vamos.

     Los falsos relatos, sean ciertos o no, que todo es posible, son aquellos que nacen del interés de quienes condicionan las conversaciones, los discursos y casi la información toda. En tal sentido, 2015 continuará siendo año de economía, finanzas, mercados, bolsas, negocios, déficit, presupuestos… es decir, aquellos temas que nos han impuesto para que hablemos como si no hubiese nada más en el universo; y, más importante todavía, para que pensemos en la clave que a los demiurgos interesa. La principal prueba de ello, la más decepcionante sin duda, la acaba de aportar el nuevo partido al que todos miran y del que todos esperan algo, cuando, puestos a presentar programas, abre camino precisamente con las cifras: Un proyecto económico para la gente lo han llamado, como si con el título quisieran exorcizar toda la carga ideológica que lo alienta para situarse así en la parrilla de salida. Mal principio, me temo, pues qué mejor carta de presentación para despreciar a las castas, que son varias y no iguales, que centrar el interés primero, por ejemplo, en el proyecto educativo para este país con tan escaso interés por la educación o en el proyecto de un modelo productivo alternativo al modelo laboral agotado. No, elegimos seguir el paso de quienes así nos guían y sólo lo ha advertido Félix de Azúa, quien afirmaba en un reciente artículo: “lo que me llama la atención es que esta gente aún no haya dicho nada sobre la futura enseñanza en España”, a pesar de tratarse de un partido de profesores, tal y como titulaba su colaboración periodística.

Obras Palacio Congresos León
     Así que “cosas tenedes que farán fablar las piedras”, como decía el romance primitivo al que nos venimos refiriendo. Y hablarán, vaya que si hablarán en año tan señalado todas las piedras yertas que en estos páramos han sido y se pretende que continúen siendo. Porque no otro es el elemento principal de exaltación y del relato local: cuando no nos andamos con el León Real, lo hacemos por la cuna del parlamentarismo, y si no por los principia, el cáliz de Doña Urraca, el gallo de San Isidoro, las cabezadas, las cien doncellas, los carros engalanados, los pendones, las procesiones, la limonada y todo lo que huela a matanza (del cerdo, entiéndase). Son los atavismos de los que no logramos desprendernos, por más que pasen legislaturas y concejos, y que volverán a convertirse en eje de las propuestas electorales para no decir nada nuevo. O sí: acaso un palacio de congresos, que al paso que vamos podremos consagrar para convenciones de pensionistas; tal vez un tren veloz, menguado no obstante, que nos ayudará a irnos lejos para no volver hasta que integremos esas legiones pensionadas admirando las obras de Dominique Perrault, quizá para entonces ya concluidas.

     Aunque el gran relator, el generador de ficciones sin par no es otro que el Gobierno; o debiéramos decir cualquier gobierno, desde los más caudillistas, capaces de actuar sobre el pasado para no hacerlo sobre el presente, hasta los más anodinos y planos, que sólo se levantan sobre el cuento y la banalidad de las ideas. Es un tiempo este tan gris que no da ni para romances ni para novelas. Por ese motivo, lo que nos aguarda a la vuelta del calendario será, posiblemente, otro falso relato que crecerá alrededor de cada una de las campañas electorales previstas. Poco tendrá que ver lo que en él se cuente con nuestros desahucios cotidianos, pero es precisamente sobre esa ficción donde deberá actuar la inteligencia ciudadana, corrigiendo y enmendando los abusos de la fábula. Y teniendo muy en cuenta –no se ignore- que los esplendores que algunos preparan para 2015 tendrán su contraprestación en un 2016 muy probablemente doloroso. Porque, si miramos bien, “no hay –señala Vicente Verdú- donde asirse serenamente, sea el sueldo, la casa o la moral, para aguardar un porvenir soleado o prometedor”. Éste es el drama del que apenas se habla pero que se ve.

Publicado en Diario de León, 22 diciembre 2014

martes, 16 de diciembre de 2014

El final de la crisis


     Contra la opinión del oráculo gubernamental (Rajoy dixit: “la crisis es historia del pasado”), son abundantes las cifras y las realidades cotidianas que más bien confirman lo contrario. La crisis vino y no se irá, seguirá con nosotros largo tiempo. Estima, por ejemplo, el gabinete de estudios del BBVA que al acabar la crisis (ellos apuntan hacia 2020) habrá en España un desempleo estructural del 18%: cuatro millones de personas activas sin trabajo; a las que habrá que sumar, naturalmente, todas aquellas que hayan emigrado y que no regresarán ni a corto ni a medio plazo. Aun así, el gran banco se atreve a utilizar la misma terminología del Gobierno, aunque diferida en el tiempo, lo cual no deja de ser un atrevimiento ante el dibujo que trazan.

     Porque no se trata ya sólo del paro estructural enorme. Es que el futuro pasa también por el subempleo: piénsese que el 31 de octubre de 2014 tan sólo un 37% de trabajadores cotizantes a la Seguridad Social tenía en España un contrato de trabajo indefinido y a tiempo completo. ¿Cuántos serán en 2020? ¿Y en 2030? ¿Cómo repercutirán esas magnitudes sobre la Seguridad Social y su expresión directa, el sistema de pensiones?

     Lo que intenta el Presidente del Gobierno es contagiar un optimismo ideal, lo mismo que le llevó a su predecesor a negar la realidad que le aplastaba. Los dos han elegido la irrealidad para construir país, lo cual es una auténtica temeridad. Tanto que algunos ciertamente se dejan llevar por la ola expansiva como si tal cosa. Veamos: en el primer semestre de 2014 los hogares españoles sufrieron una caída de su renta disponible cercana al 2% y sin embargo el consumo aumentó el 3%. ¿Cómo es posible que con menos ingresos se gaste más? Evidentemente, a costa del ahorro, que se desplomó más del 35% en ese periodo.

     Esto, como se puede deducir, no es una recuperación ni el final de una crisis ni un cambio de ciclo positivo ni siquiera una milonga complaciente. Sencillamente, es el resultado de haberse fumado los brotes verdes.

Publicado en La Nueva Crónica, 16 diciembre 2014

viernes, 12 de diciembre de 2014

Prada en Escalada


     Las muchas piedras muertas -y hermosas- que se desperdigan por la provincia leonesa nacieron para ser vivas y para estar habitadas. Su razón de ser no fue sólo la admiración o el brillo arquitectónico. No, nacieron para contener ritos, civiles o religiosos, que el tiempo ha amortiguado o, sencillamente, desechado. Raros son, de hecho, los edificios gloriosos que todavía conservan su uso primitivo, si exceptuamos los puramente litúrgicos. Por el contrario, el vacío interior de muchos de ellos dio al traste no sólo con su naturaleza primitiva sino también, y esto es lo grave, con su propia integridad. La posterior conservación ha dependido mucho de la iniciativa vecinal primero y de las administraciones después. Pero su puesta en uso, su reanimación, es todavía una asignatura pendiente en la mayor parte de los casos; y es ahí donde juega un papel irrenunciable la ciudadanía con su organización más o menos formal.

     Lo normal es convertir esos espacios en museos, lo cual no deja de ser al fin y al cabo una función estática, plana y repetida en exceso aquí y allá. A veces, la nueva vida museística se combina con otras iniciativas esporádicas que hacen florecer todavía más la llegada de almas ávidas de renovadas propuestas. Finalmente, algunos de esos espacios se han transformado con éxito para otros menesteres y podemos considerar que han regresado a su ser, otro ser seguramente, pero entero y verdadero para los nuevos tiempos. Ha habido ejemplos notables de todo ello en nuestro entorno inmediato, de los cuales citaremos dos que, a mi modo de ver, ilustran bien cuanto aquí se defiende.

     Por un lado, el Monasterio de Carracedo que, una vez recuperado de sus muchas dolencias, conoció varios episodios de vida estival impulsados desde la Diputación Provincial. Se organizaron conciertos allí en la época que mejor puede acogerlos y las noches del monasterio conocieron de nuevo el ir y venir de gentes, los rumores de la emoción y las melodías de unas programaciones más o menos escogidas, como si ese continente espléndido volviese a gozar de un contenido supremo. No duró mucho, por desgracia, y hoy hemos vuelto al limitado uso como museo y ronda de visitantes que pasan por la comarca, peregrinos, turistas o simples transeúntes.

     Por otro lado, con diferentes ambiciones y mayor espectacularidad, el Festival de Órgano se enseñoreó de la catedral de León y son ya varias las ediciones que en ella se han sucedido. No necesitaba seguramente la catedral de gran cortejo, pues merece atención continúa y notable desde numerosos ámbitos: el de la restauración interminable, el del culto, el del boato con cualquier motivo dotado de una pátina histórica, etc. Pero lo del órgano era otra cosa, también por su capacidad de convocatoria y por su repercusión más allá de los hábitos comunes. La pena es que también está en riesgo al parecer, tras conseguirse, dicen, el objetivo de un nuevo órgano para el templo, como si a eso se hubieran de limitar todas las partituras y pentagramas que en el mundo han sido.

     Y a lo que vamos: San Miguel de Escalada. Aparte de su presencia exquisita (y un tanto desatendida, la verdad) en un rincón de la ribera del Esla, que justifica por sí sola aproximarse a él, algunas iniciativas pueden y deben convertir tales aproximaciones en hábito y ganar así vida y presencia. Eso ha ocurrido en cierto modo a lo largo de los últimos años con ideas a veces algo inconexas y soportadas sobre todo en la poesía y en ciertas músicas. Bien ha estado sin duda, pero lo deshilvanado no genera costumbre, por más que resulte atractivo puntualmente. Los mas perseverantes han sido los Encuentros Poéticos, que van ya por su quinta edición, y en su continuidad declarada confiamos para el objetivo que aquí se defiende.

     Ocurrió que este agosto el Ayuntamiento de Gradefes quiso recuperar la estela de un, cuentan, inolvidable concierto que Amancio Prada ofreció en el monasterio allá por 1978. Evidentemente, treinta y seis años son muchos años para habituar a nadie, pero por algo se empieza. Si bien uno y otro recital tuvieron sus peculiaridades y tampoco hay por qué rizar el rizo, lo cierto es que nos demostraron entonces y ahora que el templo puede acoger perfectamente este tipo de actos y que, como los Encuentros Poéticos, cabría pensarse en su acomodo a un calendario y a unas pautas que permitieran otros encuentros con la canción. Serían dos citas estivales complementarias que se inscribirían en numerosas agendas, que alimentarían de un público estable y seguramente fiel a la comarca y que engrandecerían todavía más al monumento. Y digo Encuentros con la Canción, ahora ya con mayúsculas, porque la posibilidad no es descabellada, a no ser, como siempre, por su financiación, que es la coartada para la inacción.

     El concierto de 2014 de Amancio Prada se compuso de cantables de origen trovadoresco, místico y romántico, tres sendas como otras muchas que tienen pleno sentido en Escalada. Y nombres de artistas para ejercer en acústico con un repertorio de esa índole haylos como para componer más de un buen cartel, desde Paco Ibáñez, si resiste, hasta Ángel Petisme, aunque pueda parecer irreverente, o la muy venerada Silvia Pérez Cruz. He ahí el inicio de un catálogo que puede ser perfectamente explotado hasta dotarnos de una referencia cultural que superará con creces lo local e incluso lo provincial si apuramos un poco.

     En fin, que el concierto de Amancio Prada volvió a conmovernos, a pesar de lo apretados que estábamos y de otras incomodidades que también habría que resolver. Aun con ello, no hay duda de que esa tarde fue algo así como un puente entre nuestra juventud, aquella del Caravel de Caraveles, hasta esta madurez de los Emboscados, dos discos del juglar de Dehesas que definen a la perfección la evolución de nuestras existencias. Eso es lo que también sentimos el último 23 de agosto.

     Y para concluir, pensando en quienes no pudieron estar presentes ese día y disfrutar, pues, del concierto, anotamos a continuación un enlace con un programa de TVE del año 1994, Amancio Prada solo, en el que se puede gozar de un repertorio muy cercano al que nos convocó hace unos meses en San Miguel de Escalada: http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentales-culturales/amancio-prada-solo/636865/

Publicado en Ecos de Escalada 19, diciembre 2014

lunes, 8 de diciembre de 2014

Nilsson / Peyroux / Iggy


     No es la primera vez que genétika destaca la estrecha relación entre la música y el cine, ya sea a través de las bandas sonoras, ya sea por las melodías o canciones que crecen ligadas a las imágenes, o a la inversa. El caso es que también ésta, como la de las versiones, es una fuente inagotable. Cowboy de medianoche es la muestra que asoma en esta ocasión a la pantalla y a los altavoces.

     Harry Nilsson fue un cantante estadounidense más bien melódico, a medio camino entre el pop y la balada, que nos rompió definitivamente el corazón con una composición estremecedora, Without you, allá por 1972. Fue un éxito en todos los sentidos, especialmente para los que gustaban de bailar bien amarrados. Pero el reconocimiento le venía de antes, al menos en USA, donde la película Cowboy de medianoche se había estrenado en 1969 con una canción suya por bandera. No así en España, donde por aquellas cosas de la moral y las buenas costumbres no nos llegó hasta mediada la década de los setenta. Así fue como, por caprichos de la censura, después del baile nos llegó el rimo, es decir, que aquella canción que envolvía los rótulos y las primeras imágenes de la película, Everybody’s talkin, nos pilló ya bailados y acomodados a los gorgoritos del bueno de Nilsson. Desde entonces, la verdad es que no sabe uno con cuál de las dos canciones inmolarse, aunque desde luego ha acabado siendo mayor el recorrido de la segunda.

     Es inevitable tatarearla ligada a la imagen del gigantón Jon Voigt, perfecto prototipo del tejano bruto, con aquella maleta de piel de choto subiendo a un autobús camino de Nueva York y del triunfo. Como lo es también unirla a la del menguado Dustin Hoffman, enfermo y estafador de poca monta, encarnando el rostro del fracaso. En suma, una canción de amistad, que acaba siendo el auténtico mensaje de la película.

     Sin embargo, merece la pena resaltar dos recreaciones muy posteriores de esa canción que la alejan claramente del espacio cinematográfico inicial, sobre todo porque sus propuestas sonoras tienen unas bases diferentes y exploran otros estilos personales. Nadie dudará de que Iggy Pop y Madeleine Peyroux tienen muy poco que ver con la figura del cowboy de medianoche. Peyroux incluyó su propia mutación de Everybody’s talkin en el álbum «Half the perfect world» en 2006 y la aposentó sobre la partitura del jazz suave que ella frecuenta; por su lado, Iggy hizo lo propio en el disco «Après» en 2012, una colección de versiones de lo más variopinta, y le confirió el tono de esa voz suya tan apocalíptica. Cuatro décadas tuvieron que pasar para que el original de Nilsson se reviviera a sí mismo con otros ropajes y otros arreglos, probablemente cuando pocos se acordaban ya del famoso cowboy, como si la canción nos viniera de la nada y nos permitiera ahora una audición con otras sugerencias. Tomar las tres unidas, tal y como proponemos aquí, es un ejercicio estilístico con bastante jugo para quienes profesan la religión de la música sin prejuicios ni sectarismo. Si de paso revisamos la película nos haremos un gran favor.

Publicado en genetikarockradio.com, 9 diciembre 2014

martes, 2 de diciembre de 2014

ERE y falsos ERE


     ¿Puede ser una señal de recuperación el siguiente dato: en los ocho primeros meses de 2014, se presentaron en España 9.877 ERE que afectaron a 110.794 personas, mientras que en el mismo periodo de 2013, hubo 20.755 expedientes y 280.538 afectados? Pues según se mire, claro, porque todo es susceptible de interpretación y nada es más manoseable que las cifras. Pero el caso es que sí, que parece ser un síntoma de mejoría, aunque ¿respecto a qué? Si tomamos como referencia el pozo en el que venimos habitando, cualquier luz es saludable. Mas, si hacia donde miramos es a una realidad estable y ordenada, resulta evidente que semejante pérdida de empleo continúa siendo una herida abierta, por más que con menos sangre.

     En suma, nos hemos acostumbrado a medir la vida con estadísticas lo mismo que hemos incorporado a nuestro lenguaje y a nuestra cotidianidad eso de los expedientes de regulación de empleo (ERE, siempre en singular, pues no es más que una sigla convertida casi en acrónimo), ya sean de extinción, de suspensión o de reducción de jornada. Además, escándalos y otras manufacturas que no vamos a comentar los han colocado doblemente en el repertorio de noticias habituales. Así que es común escuchar como si tal cosa: “estoy en un ERE”, “les han hecho un ERE”… como si fuese una experiencia de lo más corriente.

     Conviene, no obstante, resaltar la perversidad del procedimiento y suponer lo que en situaciones más ocultas nos pasa desapercibido. Sentencias recientes han anulado los ERE en firmas renombradas: Coca-Cola, Atento, Tele-Madrid, etc. Cabe preguntarse, por tanto, ¿qué sucederá en otros espacios menos sonoros? ¿Qué allí donde no hay ERE sino despido directo, que es lo más frecuente? ¿Qué ocurre donde no hay representación sindical que negocie o recurra los abusos? Sí, se producirán excesos seguramente, y son condenables, pero ¿qué será de nosotros cuando el mundo laboral sea un desierto democrático como muchos pretenden? Merece la pena detenerse a pensar en ello.

Publicado en La Nueva Crónica, 2 diciembre 2014