Blog de Ignacio Fernández

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martes, 15 de diciembre de 2015

La delación

     La acción de delatar tiene mucho que ver con el chisme, la traición, el soplo e ir con el cuento a alguien. Lo mismo que el delator está emparentado con el chivato, el acusica y el soplón. Así lo describe el Diccionario de María Moliner, donde dicha entrada, aparte de su estricta definición, aparece cargada de connotaciones más bien negativas y despreciables.

     Sin embargo, la delación ha vuelto a ponerse de moda en esta España de costumbres rancias y filas prietas, animada por un Gobierno experto en ocurrencias y mala leche. Impulsado por unos contextos más que adversos que le sirven de coartada, no ha dudado en reavivar en nosotros las maneras guerracivilistas a la par que nos va convirtiendo a todos en sospechosos o en espías. Así procedió el Ministerio de Empleo y Seguridad Social con su Buzón de lucha contra el fraude laboral donde, bajo el absoluto anonimato, podías sacarle los colores a un vecino jubilado que seguía con sus chapuzas en el pueblo. Con ese mismo sistema, ahora podemos también sumarnos a la campaña Stop Radicalismos promovida por el Ministerio del Interior y, gracias a nuestro sano juicio y mejor olfato, identificar a individuos con pinta radical (a saber). Todo ello, naturalmente, con el soporte oficial y desde las propias páginas web gubernamentales. Limpio y radiante comportamiento cívico.

     En suma, que no contentos con todos los mecanismos de control, vigilancia y observación indiscriminada de la ciudadanía, no satisfechos con cámaras, radares, pinchazos telefónicos, tráfico de datos y otros rastros digitales o analógicos, no lo bastante sonrojados por los casos Assange, Snowden y Falciani, los gobiernos han decidido metamorfosear a sus súbditos en presuntos delincuentes o en presuntos policías y transformarnos en actores de un más que peligroso juego de acecho e insidia. O lo que viene a ser lo mismo: el simple ojo orwelliano mutado en compuesto ojo de insecto con infinitas unidades receptivas para que nada escape al examen del Big Brother.

Publicado en La Nueva Crónica, 15 diciembre 2015

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