Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 19 de noviembre de 2017

Manadas

     No es nada nuevo. Siempre existió una conciencia animalista. Incluso el afán domesticador, aunque fuese en principio un simple afán de supervivencia, tuvo mucho de supervivencia colaborativa. No en pie de igualdad entre especies, desde luego, pero se trató de un proceso muy alejado de la explotación intensiva, dolorosa por tanto, que ejecuta hoy el ser humano sobre animales destinados a su propia alimentación. Es más bien una forma de explotación sin medida de un recurso, tal y como ocurre con otros también naturales. Voracidad y depredación.

     En tiempos modernos, más que recientes, antes incluso de que las ideas animalistas llegarán a formalizar opciones políticas, la organización Compassion in World Farming (CIWF) contribuyó a que la legislación europea reconociera a los animales como seres que sienten. Era 1997, siete años después de que el Papa Juan Pablo II afirmara que “los animales poseen un soplo vital recibido por Dios”. Lo cual que llevamos más de veinte años tratando de fomentar el respeto hacia el otro-animal, bien sobre una base religiosa, bien sobre una base puramente humana en el mejor de los sentidos, la que atiende al sentimiento en paralelo a la razón.

     No ha sido ni es sencillo y muchas son las apelaciones a la tradición, a la necesidad o a la costumbre para continuar en la defensa de la ofensa. Sin embargo, no hay mayor afrenta a la cordura que la de aquellos que se sirven todavía de los comportamientos animales, reales o tópicos, para adoctrinar al ser humano en hábitos e ideas. Lo ha hecho la administración de Kenia al culpar al turismo gay de un encuentro sexual entre leones machos, pues, según el responsable del organismo censor, los animales han copiado “los comportamientos de parejas del mismo sexo” y por ello se encuentran poseídos por “fuerzas demoniacas”. Y lo ha hecho, mucho más cerca de nosotros, el Ministerio de Sanidad polaco al animar a los ciudadanos a reproducirse como conejos con el fin de combatir la baja natalidad. Sí, hay manadas.

Publicado en La Nueva Crónica, 19 noviembre 2017

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