Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 18 de febrero de 2018

Carreras

La moda es correr. No se sabe hacia dónde, pero correr a toda costa y con cualquier excusa, las más de las veces por un motivo dicen que solidario: el cáncer, las enfermedades raras, Siria, Cruz Roja, Manos Unidas, personas con discapacidad… todo un sinfín de llamamientos para sofocar conciencias durante unos kilómetros y fortalecer el individualismo durante toda la vida. Ayer tocaba hacerlo por Sudán del Sur.

¿Sabemos algo de Sudán del Sur? ¿Y de Sudán del Norte? ¿Por qué hay un Sur y un Norte? ¿Recuerda alguien a estas alturas el conflicto de Darfur, que desembocó en una terrible limpieza étnica y en el desplazamiento forzoso de millones de personas? En fin, sirva al menos la convocatoria atlética de la ONG “Entreculturas” para acercarnos a un rincón del planeta que ha sufrido y sigue sufriendo, lo cual provoca, como en tantos otros enclaves masacrados, un aluvión de personas que huyen y buscan refugio y vida más allá de ninguna parte.

Son curiosas estas marchas vistosas que agrupan a un gran número de individuos al trote, todos y todas con sus camisetas de colores fosforescentes y sus zapatillas de marca, con sus cintas en el pelo y con las aplicaciones conectadas en el móvil para dejar constancia de sus ritmos y de sus pulsaciones. Son curiosas porque son irreales. Tanto da una causa que otra, los motivos son intercambiables del mismo modo que se pasa de un color a otro en las vestimentas, el asunto es correr y hacerlo sobre todo a mayor gloria de quienes han impulsado esa costumbre, es decir, los predicadores de la salud física a toda costa y las grandes marcas de ropa deportiva, que son los auténticos beneficiarios de este revoltijo de carreras.

Se corre contra el cáncer de mama, pero se vota a quien ha recortado los presupuestos en investigación. Se corre por Sudán, pero se mira hacia otro lado ante el recuento de cadáveres en el Mediterráneo. Se es solidario a la carta como quien se peleaba por las huchas de las misiones: todos queríamos al chinito. ¡Qué cosas!

Publicado en La Nueva Crónica, 18 febrero 2018

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