Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 24 de junio de 2018

Culturas

     Con motivo de una visita que el Alcalde de León realizó hace unos días al punto de información y apoyo al peregrino del Camino de Santiago, en el barrio de Puente Castro, pudimos escuchar a Antonio Silván anunciar que próximamente abrirá sus puertas el Centro de Interpretación de las Culturas en la Iglesia de San Pedro de ese mismo barrio, que, si mal no recuerdo, se había inaugurado ya en 2011, aunque se supone que con las puertas cerradas, siendo Alcalde Francisco Fernández.

     Pero esta redundancia informativa no fue la única ni la más grave habida en esa visita. No. Al referirse a ese Centro y explicar su contenido, el actual Alcalde recalcó que las culturas a las que se refiere no son otras que “la cristiana, la judía y, por supuesto, la árabe”. De qué cultura árabe se trata, cabe preguntarse: ¿fue un lapsus o más bien un eufemismo para no nombrar directamente lo musulmán o lo islámico, tan cargados de connotaciones negativas en estos tiempos? Porque árabes, lo que se dice árabes, por aquí no hubo muchos, y sí en cambio musulmanes, cuya cultura convivió o no, en efecto, con la cristiana y con la judía en tiempos antiguos. En suma, ¿fue un desliz o un defecto de cultura general?

     No es cuestión menor, pues si, a partir de ese hecho, se nos ocurre rastrear lo que sobre el asunto recoge la web municipal, entonces el disparate es supino. Se dice en ese espacio:  Además, Silván destacó que en el próximo otoño abrirá sus puertas el nuevo museo de la Iglesia de Puente Castro, que ha contado con una inversión de 25.000 euros de la Junta de Castilla y León, como Centro de Interpretación de las culturas cristiana (Camino de Santiago), romana y judía”. Apoteósico, podría señalarse. Y mucho más aún si se tira de hemeroteca para encontrarnos con una noticia servida por Europa Press en 2011, en tiempos del Alcalde Fernández, cuando no se sabe bien qué se inauguró en ese mismo lugar, pero se calificaba como “un punto de encuentro de las culturas romana, cristiana y judía”. O sea.

Publicado en La Nueva Crónica, 24 junio 2018

jueves, 21 de junio de 2018

IX Premio Diálogo


         En nombre de la Fundación Jesús Pereda, y me atrevo a decir que en nombre también de las Comisiones Obreras de Castilla y León de las que formamos parte, lo primero que debo confesarles es nuestra satisfacción por encontrarnos hoy en la ciudad de Ávila. Mejor dicho, por celebrar este acto tan importante para nosotros, la entrega de los Premios Diálogo, precisamente en este Auditorio y en su compañía. También en la de las personas premiadas, por supuesto.

         Anteriormente, León, Zamora y en numerosas otras ocasiones Valladolid habían sido la sede de estos actos. Al ir más allá de esas tres ciudades, estamos cumpliendo hoy uno de los objetivos de nuestra Fundación, que tiene vocación autonómica: extender nuestra presencia allá donde el Sindicato actúa en la que es su principal razón de ser, la acción sindical. Y formalizamos así mismo un propósito que hicimos ante la Comisión Ejecutiva de CCOO de Castilla y León cuando nos encomendó, hace ahora un año, la dirección de esta Fundación; lo mismo que poco más tarde repetimos ante nuestro Patronato: no crecer tanto en programación como desplegarla con generosidad. Por ese motivo queremos compartir con todos ustedes, como lo hemos hecho antes en el seno del propio Sindicato, que a lo largo de los primeros seis meses de este año hemos llegado con nuestras actividades a 13 localidades de Castilla y León, las nueve capitales de provincia más Ponferrada, Miranda de Ebro, Aranda de Duero y Ciudad Rodrigo. No es poco si se tienen en cuanta nuestro presupuesto humilde y nuestras capacidades limitadas, pero ese hecho nos demuestra una vez más que el Sindicato llega adonde llega gracias al trabajo y al convencimiento. Y sucede así tanto en la citada acción sindical propiamente dicha como en la intervención cultural con similar acento.

         Conviene decir también que estamos aquí porque las Comisiones Obreras de Ávila, inquietas siempre, elevaron una candidatura que a la postre resultó elegida por el Jurado para este Premio. Es decir, el reconocimiento que hoy hacemos a Serafín de Tapia no es un galardón ni a distancia, ni en diferido ni on line. Todo lo contrario, es una expresión cercana de gratitud de sus paisanos y de sus paisanas en primer lugar, de sus correligionarios en segundo término y de la organización en la que ha sido y es militante activo a lo largo de su vida. Ahora bien, tan relevante es esto, y justo es para nosotros señalarlo, como sentirnos identificados con otros que en nuestros entornos actúan, trabajan y se comprometen en sus destacados quehaceres. Me refiero a los protagonistas de los otros dos premios: el Centro de Interpretación del Folklore de San Pedro de Gaíllos y la Asociación Vecinal ZOES de Salamanca. Más adelante, en esta misma ceremonia, se hablará de los méritos que en todos ellos observaron los miembros del jurado para emitir su fallo.


         Porque lo oportuno en este momento es destacar que los Premios Diálogo, en su IX edición, vuelven su mirada de nuevo hacia el trabajo de aquellas personas o instituciones del mundo de la cultura que han potenciado un avance social y cultural en Castilla y León. Ése es el sentido de estos premios, que no añaden un componente económico ni un esplendor mediático, pero que, modestamente, pueden presumir de unas señas de identidad bien particulares y reconocibles a través de los nombres de quienes han resultado premiados en lo que a la trayectoria individual se refiere: Carlos Sanz, Catalina Montes, Chema Sarmiento, Manuel Jular, Manuel Sierra, Rosa María Mateo, Luis Díaz de Viana y Eliseo Parra. Observemos, si se prefiere, las disciplinas que todos ellos representan y completaremos el mapa de estos premios: arqueología, fundaciones, cine, pintura y diseño gráfico, muralismo y dibujo, periodismo, antropología y música popular. Tampoco es poca cosa, podemos insistir.

         En fin, aunque informalmente se hizo lo posible siempre en ediciones anteriores para que este Premio resonara más allá del fallo y del acto de entrega de galardones, lo cierto es que sólo desde el año pasado, en la VIII edición, nos comprometimos a asegurarle un eco cierto. Y lo hicimos promoviendo actividades de extensión del mismo en las localidades de donde procedían los premiados en un segundo orden: Ponferrada y Ciudad Rodrigo. Pues bien, del mismo modo anunciamos ahora que, a la vuelta de este verano que hoy mismo inauguramos, intentaremos hacernos presentes en San Pedro de Gaíllos y en Salamanca. Dijimos un año atrás y lo repetimos ahora que “no debemos conformarnos con esta velada ni con la repercusión, mayor o menor, que haya tenido o vaya a tener”, pues “haciendo honor a la denominación, el diálogo, es preciso que éste se establezca entre sus emisores y muchísimos más receptores”. Esto es así también porque, cuando este premio nació, la idea original consistió en reconocer a quienes transitan con su equipaje cultural de una a otra provincia, de una a otra comarca, dentro de las vastas tierras de Castilla y de León. Esa idea primera creció porque no nos era suficiente con reconocer el viaje, sino que debíamos atender sobre todo a la comunicación que se establecía entre los peregrinos y quienes los acogían. Queda así más que justificada, por tanto, nuestra propuesta.

         Queremos, para acabar, agradecer a la dirección de este Auditorio las facilidades que nos ha brindado para llevar adelante esta cita. Lo mismo que a quienes la han hecho o la están haciendo posible con su trabajo. Intentamos, modestamente, establecer redes de colaboración siempre que nos es posible, porque estamos convencidos de que el trabajo en materia cultural debe llevarse a cabo en cooperación más que en competencia. Porque es verdad que en muchos casos la iniciativa cultural tiene un carácter individual y reservado, pero su difusión ha de ser siempre, a nuestro juicio, expresión del colectivo. La cultura es de uno en principio, pero acaba siendo de toda la sociedad.

Motivados por ello y por nuestras señas de identidad laboral, publicamos hace medio año un primer estudio titulado “La cultura en Castilla y León 2018”. En el mismo, aparte de una descripción detallada de nuestra actividad cultural pública y privada, su financiación y sus gastos, su empleo y sus empresas, enunciamos algunas propuestas. Entre otras sugerencias, decíamos en él lo siguiente: Junto al combate general contra todo tipo de desigualdades, es necesario incluir en el catálogo la desigualdad territorial en materia cultural. No es sólo una tarea local dicho combate; afecta también a la planificación estatal. Pero bueno sería equilibrar el reparto del sector entre comunidades autónomas, o al menos recortar las distancias que nos separan de los grandes focos culturales (…) En lo local, y por lo tanto en lo gobernable directamente, es necesario que el sector crezca, que crezca el número de empresas y que esas empresas cobren mayor dimensión. Como en cualquier otro sector de la producción, esto permitirá ser más competitivos. Las empresas culturales en Castilla y León son demasiado pequeñas, seguramente porque han sido una vía de escape ante la pérdida de empleo asalariado, pero ésta es una circunstancia que es preciso modificar a través de la recuperación de empleo y del robustecimiento de las empresas”.

En fin, también éstas eran algunas de las reflexiones que queríamos compartir hoy con todos ustedes.

Texto leído en la entrega de los IX Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, Ávila 21 junio 2018

domingo, 17 de junio de 2018

Correo


     Con parecida perseverancia a la que muestra la plantilla de Correos en su defensa del servicio universal postal y sus circunstancias, todavía hoy me asoma un día tras otro a todos mis buzones en busca de la correspondencia perdida. Es un rastreo inútil, evidentemente, pues hace tiempo que yo mismo, como tantos, abandoné la tinta epistolar y apenas si mi caligrafía conserva los rasgos que la definieron. Primero se me murieron los buzones físicos, que hoy sólo recogen en su seno oscuro papeles muertos con origen en bancos y superficies comerciales. Ahora, poco a poco, se me va muriendo también el buzón electrónico, superado por otros dispositivos dicen que más aptos para la comunicación. Tengo mis dudas. Cuando aterricé tiempo atrás en ese buzón frío de los ordenadores, advertí, sí, que mis palabras viajaban mucho más veloces al otro lado del hilo, pero que a la par iban menguando, encogiendo su extensión, como si el medio reclamara otro tipo de mensaje mucho más sintético. Así ocurría también con aquellas otras comunicaciones que yo recibía, que antes, en su forma manuscrita, sugerían pausa y sosiego, reflexión y estilo. Nada de esto hay ya ni en la bandeja de elementos recibidos ni en la de enviados. Y mucho menos aún en esos soportes veloces que viajan por la red y por las pantallas como seres desnudos y, por lo general, bastante mal escritos. Si el medio es el mensaje, como decía McLuhan, está claro que el triunfo de estos nuevos medios genera también otro tipo de mensajes. No estamos ya ante cartas en sentido literal, ni siquiera ante ligeras misivas ni mínimos billetes. Son géneros exánimes por razón del medio que los transmite. Pero también, me temo, por pura pereza de los emisores, que nos hemos sometido a una modernidad turbia, así en esto como en lo otro. Es decir, en casi todo. De manera que no queda otra que simpatizar con la plantilla de Correos, como si por el simple hecho de estar a su lado nos garantizásemos el hallazgo de una última carta en nuestro buzón.

    Publicado en La Nueva Crónica, 17 junio 2018

jueves, 14 de junio de 2018

JOAN COSCUBIELA: Empantanados

EL AUTOR
     Joan Coscubiela, fue portavoz de Catalunya sí que es pot y, anteriormente, Secretario General de CCOO de Cataluña entre 1995 y 2008 y Diputado en el Congreso por Iniciativa per Catalunya Verds entre 2011 y 2015. Ha sido, además, un actor importante en los días que precedieron a la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española en Cataluña.

EL LIBRO
     Empantanados. Una alternativa federal al soviet carlista describe los momentos históricos vividos en Cataluña y en España en los últimos tiempos, la fiebre independentista y los procesos habidos al respecto en el Parlamento catalán desde el punto de vista de Joan Coscubiela, que los vivió en primera persona como miembro de ese Parlamento. Así mismo, trata de responder a la pregunta sobre si es posible superar el empantamiento de la actual situación, de la cual, según el autor, sólo se podrá salir pactando el desacuerdo, con un requisito imprescindible: que a corto plazo la independencia deje de ser el único eje de la política catalana.

EL TEXTO
     "Uno de los efectos colaterales de esta crisis, que en este caso podría ser positivo si se sabe aprovechar, es que ha puesto de manifiesto que la actual ordenación del Estado español ha colapsado".

domingo, 10 de junio de 2018

Volumen

     Fuese verdad o mentira, embuste torcido o invención ingenua, simple maniobra de marketing o descomunal error de comunicación, lo cierto es que lo más bonito de lo ocurrido en el pintoresco Ayuntamiento de Ponferrada en relación con el mundial de fútbol es que por fin se puede hablar en público acerca del sonido y sus estridencias sin levantar la voz.

     Si dejamos de lado la anécdota o el patinazo, que todo pudo ser, descubrir que el sonido tiene volumen y que se puede actuar sobre él no es poca cosa. Porque normalmente nos referimos al ruido como una molestia, incluso insana, cuyo tratamiento y solución no siempre están al alcance de las personas que la padecen. Sin embargo, no es así en todo caso y bien que se puede y se debe actuar sobre esas tabarras con una simple ordenanza, con un pulsador o con la más elemental educación. Y es posible hacerlo, además, no tanto por no molestar a los peregrinos, como argumentaba tontamente un supuesto portavoz municipal en lo arriba citado, sino por el más básico de los respetos al género humano.
     Pongamos por caso que usted viaja en tren a Ponferrada o a cualquier otro destino de la red ferroviaria. Difícil le resultará evitar ser testigo acústico involuntario de conversaciones, timbres de teléfonos o advertencias estentóreas para anunciar las paradas. En los tres casos no es un problema de ruido, sino de volumen. O sitúese usted en cualquier espacio público cerrado, consulta médica, bar u oficina, no importa, y observe hasta dónde llegan las agresiones sonoras que sufre o las intromisiones en su espacio íntimo. Tampoco son ruidos, sino volúmenes con más que posible y fácil modulación.

     Por ese motivo, sólo por ese motivo, me pongo del lado, supuesto, de la Alcaldesa Merayo y le animo a perseverar, de verdad, en esta ofensiva contra el volumen y no contra el ruido, que siempre es cosa de terceros. Añádale usted, señora, otros intangibles, como los olores o los humores tal vez, y será, sí, mi candidata favorita para toda la eternidad.

Publicado en La Nueva Crónica, 10 junio 2018

domingo, 3 de junio de 2018

Esperanza

     Contra lo que la frase hecha sentencia y extiende como un lugar común, considero que lo primero que debe perderse en cualquier caso es la esperanza. Del mismo modo que habrían de situarse siempre en último lugar las otras dos virtudes teologales, pues de lo contrario, instalados en ellas tres cómodamente, nuestro contrato con la realidad quedaría reducido a la mínima expresión. Es preciso ser agentes de la transformación de esa realidad para ser en verdad humanamente comprometidos.

     Sin embargo, conviene contarlo, hace unos días cayeron por esta ciudad el editor Manuel Borrás y el escritor Luis García Montero, y ambos en su intervención pública reclamaron el derecho a la esperanza. Aludía además el segundo de ellos al título de un poemario de Ángel González, “Sin esperanza con convencimiento”, una obra de 1961, muy útil sin duda para reforzar el ánimo de los escépticos en la materia o, en todo caso, para dejarnos sin escapatoria teórica a los más rebeldes. El caso es que sí, es muy importante, en medio del torbellino de suciedad que nos envuelve, incorporar a nuestra plataforma de reivindicaciones elementales ese nuevo derecho ya casi imprescindible. Tanto como reforzar, si posible fuera, nuestras convicciones. Sólo de esa forma resultará soportable la descomposición general, y efectiva su delicada terapia.

     Más o menos es lo mismo que entonaba el cantante Víctor Manuel en 1978 frente a cierto desencanto que quería instalarse en la sociedad española, sobre todo en quienes habían combatido al franquismo: “que no cese la esperanza acorralada, con un voto no cambiamos casi nada”. Lo que parece mentira es que, a estas alturas de la historia, tengamos que volver sobre la misma noción de los años sesenta y setenta del pasado siglo. Tal es el retroceso político y social que se está produciendo, así en España como en el resto del planeta, y tal es el muladar donde tienen algún sentido las citadas virtudes. Sin olvidar, claro, nuestros ideales y la necesaria militancia en ellos.

Publicado en La Nueva Crónica, 3 junio 2018