Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 14 de octubre de 2018

Carbón

     No hay en estos tiempos otra materia prima más denostada que el carbón. Razones se aportan de todo tipo para ello, en especial lo que se refiere a su capacidad contaminante y a su explotación subsidiada.

     Lo primero, siendo una evidencia, se combate con tecnología y aun así no está demostrado su éxito. Pero lo cierto es que la suciedad y sus consecuencias no se reparten por igual entre los países productores, lo que condena a unos a sacrificios importantes y a otros a mirar para otro lado. Nos referimos a Alemania, sin ir más lejos, donde todavía es el carbón, su lignito igualmente sucio , el principal nutriente para la producción energética y donde el bosque de Hambach se ha convertido recientemente en símbolo de lucha entre lo verde y lo negro. Pero también, un poco más allá, al muy civilizado Canadá, donde las arenas bituminosas dejan una huella bárbara en el paisaje. O a otros países de nombres menos notables o más salvajes en materia ambiental.

     Y en cuanto a lo de las subvenciones, su último capítulo se escribe en forma de disputa entre las tres grandes instituciones de la Unión Europea (el Parlamento, el Consejo y la Comisión), que en menos de dos semanas decidirán el futuro de la producción energética europea. Sea cual sea el resultado de esa discordia, no es menos cierto que subvencionado lo está todo hoy en día, de ahí que la controversia sobre la prolongación o no de las ayudas a las térmicas resulte un tanto pueril si atendemos a que, en la actualidad y cada vez más, casi todos los procesos productivos están sostenidos con fondos públicos. También lo renovable.

     Por último, conviene recordar en esta encrucijada que sobre la relevancia del carbón (y del acero) se construyó a mediados del siglo pasado el primer embrión de la Europa moderna. Y que sobre su consistencia se alzó de hecho la primera unión de países con vocación supranacional. No deja de ser curioso, pues, que la agonía del carbón coincida ahora con la propia de esa Unión Europea hoy tan vilipendiada.

Publicado en La Nueva Crónica, 14 octubre 2018

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