Blog de Ignacio Fernández

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miércoles, 30 de enero de 2019

Mujeres en conflicto


            Cada mirada que se asome a la exposición Mujeres en conflicto encontrará en ella razones para respaldarla. Así nos sucedió, casi de un modo automático, cuando David Rubio y JM López nos dieron a conocer el proyecto y nos propusieron comprometernos en él.

            La trayectoria histórica de la Fundación Jesús Pereda de CCOO de Castilla y León se ha caracterizado, entre otras señas que la definen, por promover acciones culturales con un marcado acento social. Pero también, en términos más concretos, por atender a valores democráticos, éticos y de solidaridad y por incluir en ellos el enfoque de género. Todo eso lo identificamos de inmediato en esta exposición. Además, nuestra implicación en su organización y patrocinio nos ha permitido, como siempre hemos perseguido, fortalecer la colaboración con otras instituciones y colectivos, lo que asegurará a la muestra una vida larga así en el tiempo como en el itinerario. Por último, nos ha ofrecido la posibilidad de volver a sentirnos cómplices de la producción de artistas y creadores locales, no siempre bien reconocidos, y vincularnos así con su trabajo, tal y como es propio de una Fundación con identidad sindical.

            Por otro lado, JM López se une así a otros nombres que le precedieron en el camino que une a la Fundación con la expresión fotográfica, que es de hecho uno de los lenguajes con mayor presencia en nuestras programaciones. Antes fueron Víctor Otero en Valladolid, Norberto Cabezas en León, la Asociación F2 en Burgos y el concurso anual de fotografía sobre cultura y trabajo. Ahora es este fotoperiodista libre y osado, cuya cámara retrata, denuncia y conmueve a partes iguales. Y que en esta ocasión nos descubre realidades inscritas entre el drama y la integridad de mujeres que son así mismo habitantes de este mundo. También a través de esas imágenes tomadas en lugares en conflicto comprendemos que nuestro mundo se detendría sin ellas.

Texto para el catálogo de la exposición Mujeres en conflicto, enero 2019

domingo, 27 de enero de 2019

Enero

     Enero se desvanece con su fardo de tiempo a cuestas. Posiblemente ningún otro mes como este inaugural del año exprese con mayor crueldad el ritmo presuroso de la vida que pasa. Le precede siempre un fin de año que nunca disimula su carácter terminal y en tal sentido parece asumida su naturaleza postrera. Incluso se adorna con excesos de todo tipo. En cambio, no sucede tal con enero, que es inicio y luz del porvenir, pero cuya fugacidad al cabo resulta demoledora. Entre gripes, fríos y cuestas poca historia aporta y sí, por el contrario, demasiada sensación de brevedad. Fuese enero y no hubo nada, podríamos decir, y el año, ya en caída libre, torna a estar vencido.

     La huella de este mes, para muchos de quienes integramos mi generación y mi clase, esto es importante, reproduce regularmente dos estampas: la de los siete días de enero, como titulara Bardem para hablar de aquel decisivo 1977, y la de generde 1976, que fuera título así mismo de un disco seminal de Lluis Llach. Sorprende sin embargo, a estas alturas, la evolución sentimental de una y otra referencia. La primera conserva todavía su pureza y se sostiene contra todo intento por disfrazar la historia. Es más, se ha convertido en el principal testimonio de la verdadera transición y en ejemplo de lo que Paul Eluard advertía: “si el eco de su voz se debilita, pereceremos”. La segunda, manchada también por el procés, que tanto y a tantos ha perturbado, descansa como en stand bya la espera de tiempos más claros y deja en el aire todavía el eco de otros versos: “que no quiero esperar / que el tiempo enmohezca el alma, / que no quiero que el miedo / disponga de más tiempo para vencerme”.

     Es posible que Jano, que da nombre a este mes, tuviera dos rostros. También el existir. Como nos enseñó la profesora Josefina Martínez, durante una época de la vida nos pasaban cosas y apenas nos pasaba el tiempo. En otra, la actual, pasa el tiempo y apenas nos pasan cosas. Así es enero si se le observa con ojos líricos y turbios.

Publicado en La Nueva Crónica, 27 enero 2019

domingo, 20 de enero de 2019

Orientación

     Ahora resulta que las nuevas levas de la generación mejor formada de nuestra historia necesitan orientadores para formarse como “ciudadanos”. Así lo entienden al menos la Universidad y el Ayuntamiento de León, que han suscrito un convenio para que la policía municipal instruya al alumnado en “cuestiones de responsabilidad civil”, así como en prevención de drogas, consumo de alcohol o seguridad. Se crea así la figura del agente orientador, cuya primera acción asesora se dedicará a la noche y los locales de ocio.

     Francamente: tonto me quedo de quedarme tonto. No me explico cómo hemos llegado adonde hemos llegado, si hemos llegado, promociones y promociones universitarias sin haber contado con tan valioso auxilio. Sobre todo en lo que se refiere a la vida nocturna, porque en cuanto a la condición ciudadana o a la responsabilidad civil más vale que nuestros universitarios y universitarias, mayores de edad, hayan alcanzado antes algunos fundamentos mínimos, pues de lo contrario no comprendo muy bien qué es eso de generaciones mejor formadas. Mejor formadas ¿en qué?

     Claro que la reunión motivada por ese convenio dio para más aún. En particular, para que el Rector cuestionara las cotizaciones a la Seguridad Social del alumnado en prácticas. Todo porque no se sabe a estas alturas quién las abonará, si las universidades o si las empresas, y porque ello aumentará los problemas administrativos. Lo que nos lleva a pensar, quizá porque no estamos bien orientados, en qué consiste entonces eso de la ciudadanía y la responsabilidad. Tal vez sería oportuno, visto lo visto, que los tales agentes orientadores intervinieran también en los ámbitos rectorales y empresariales antes que preocuparse por lo adecuado o no de los locales de ocio.

     En definitiva, ¿no hay en verdad otras materias relevantes que merezcan la colaboración entre Universidad y Ayuntamiento? La movilidad hacia el campus, por ejemplo, o la promoción de una participación estudiantil más activa en la vida de la ciudad.

Publicado en La Nueva Crónica, 20 enero 2019

domingo, 13 de enero de 2019

Género

     El problema una vez más vuelve a ser de lenguaje. Como en tantas otras situaciones, la realidad existe en la medida en que tiene nombre y el nombre acota esa realidad.

     Cuando a la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres lo llamamos violencia de género no hemos delimitado adecuadamente ese tipo de agresiones y por sus rendijas, como vemos ahora, se nos cuelan todo tipo de variables acomodaticias o sencillamente retrógradas. No ocurriría tal si hablásemos de violencia machista sin más consideraciones. Nos referiríamos entonces a las agresiones que padecen las mujeres por ser mujeres sin necesidad de atender a otras circunstancias añadidas, ya sean domésticas o no. Agresiones ejecutadas, naturalmente, por un tipo de hombres acomodados en una mal supuesta superioridad y dominio, en unos atavismos contra los que se ha elevado la civilización y en unas formas de proceder identificables en todos sus ámbitos de actuación, sean estos la judicatura, la política, la convivencia o el ocio.

     Género acaba siendo un término ambiguo que nos obliga a su constante definición según los contextos. Machismo, en cambio, es un término suficientemente concreto, que no requiere explicación. Ni siquiera los más rancios de nosotros se atreverían a negar leyes contra la violencia machista con la misma alegría que lo hacen con las leyes contra la violencia de género. Sencillamente porque lo expreso en la primera fórmula no tiene dobleces ni estadísticas manipulables con las que argumentar o vacilar. Es lo que es.

     En cualquier caso, cuando se hace necesario gastar tanta saliva y tantas palabras en demostrar lo evidente, que las mujeres son asesinadas de un modo insoportable, estamos superando claramente las fronteras de lo lingüístico para entrar en el negociado de la misoginia. Bien está, no obstante, que los machos se identifiquen y descubran a la par sus propuestas políticas sin disimulo. Basta una de ellas, como en este caso, para calibrar, si se quiere, el sentido del conjunto.

Publicado en La Nueva Crónica, 13 enero 2019

domingo, 6 de enero de 2019

Volcanes

     Los caminos de la globalización son inescrutables. La casi simultánea erupción, hace unas fechas, de los volcanes Etna en Sicilia y Anak Krakatoa en Indonesia, aparte de sus consecuencias dramáticas, dio lugar también a comentarios pintorescos. Le explicaba un parroquiano a otro en la barra de un bar: “¿Ves? Ya te lo decía yo. Están conectados por abajo”. Y asentía el segundo.

     Pues sí, aunque parezca mentira, hay un magma subterráneo que pugna por salir a la superficie en distintos lugares del mundo. Una masa venenosa que vivía aparentemente dormida en el interior tanto del planeta como de sus habitantes y que va haciéndose notar una vez que la bestia, a la que se creía vencida por la historia, ha despertado de nuevo. Su estallido adopta formas diversas, pero en todos los casos, como si de volcanes verdaderos se tratara, arroja al exterior materiales abrasadores y gases tóxicos. Aunque al contrario que esas grietas físicas en la corteza terrestre, su forma de manifestarse combina a partes iguales la erupción propiamente dicha con el eructo, que son al fin y al cabo dos formas complementarias para expulsar algo no precisamente benigno.

     Esa escoria que viaja de país en país con la lentitud y la constancia de la lava modifica el paisaje hasta hacerlo inhabitable y convierte su atmósfera en un espacio  irrespirable. Tanto da que la tal sustancia tenga aspecto metálico cargado de impurezas como que aparezca encarnada en palabras infames. El efecto es el mismo: daños irreparables. Además, la paradoja entre estos estallidos consiste en que la misma tecnología que trata de prevenir la explosión de los cráteres alimenta por otro lado la potencia y extensión de los regüeldos. Sucede entonces que lo que en un caso asusta en el otro magnetiza. Esto es, el terror sustituido por la dominación y la amenaza suplantada por el narcótico de las redes sociales. Por ello la única prevención frente a semejantes yermos mentales no puede ser otra que la atención, el criterio y el pensamiento.

Publicado en La Nueva Crónica, 6 enero 2019