Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 15 de diciembre de 2019

Inmunidad


            Todo indica que el próximo capítulo de nuestro relato kafkiano de cada día versará sobre la inmunidad y será firmado por un tribunal europeo con múltiples apostillas del público en general. La inmunidad en términos biológicos es algo bueno por sí mismo, pues se trata de la resistencia a determinadas acciones patógenas de microorganismos o sustancias extrañas.  Sin embargo, hay otra inmunidad en términos parlamentarios que consiste en una prerrogativa o privilegio que exime de ser detenido, procesado y juzgado sin autorización de la cámara a la que se pertenezca. Es, pues, una vacuna que se administra por el hecho de ser elegido. Y por otro lado, aunque no viene al caso, hay también vacunas para el personal diplomático y para la corona.

            Sin embargo, que se sepa, no se ha inventado aún un procedimiento similar que nos inmunice contra los que gozan de inmunidad. Es decir, una especie de inyección para administrar una sustancia que nos permita resistir toda esa pesadez del relato y de sus muchos meandros sin efectos secundarios. Sin metamorfosearnos en otro bicho kafkiano y sin llevarnos a pensar, si es que se piensa, en que la solución consiste en conceder inmunidad a los negacionistas del sistema, que es lo último que se les ha ocurrido a más de tres millones y medio de españoles. Y las farmacéuticas sin enterarse.

            No se trata de reclamar opio ni incienso para ignorar o para colocarse, porque eso sólo son evasivas. Al contrario, lo bueno sería mantener la conciencia para no perderse detalle del proceso o procés, según se mire, sin caer ni en la desidia ni en el aborrecimiento, sin acabar con la poca simpatía que todavía nos despierta algunos de sus protagonistas y sus historias. Una vacuna de lucidez, una especie de antibiótico de amplio espectro, como se dice ahora, que actuara sobre todo tipo de procesos, ya fuera sobre la negociación de pactos de gobierno, ya fuera sobre discursos de alcaldes, y que no agotara nuestra paciencia ni nos llevara a sentirnos tan besugos.

Publicado en La Nueva Crónica, 15 diciembre 2019

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