Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 27 de diciembre de 2020

Carta

 


            El presidente Mañueco le ha escrito una carta a mi padre. Le dice en ella que es su querido amigo, se despide con un fuerte abrazo y le anuncia que la teleasistencia ya es gratuita en Castilla y León.

 

            Todo eso está muy bien, más aún en estas bobas fechas navideñas, si no fuera porque mi padre falleció hace diez años y ya no podrá saber que tiene un nuevo querido amigo. Por otra parte, tampoco creo yo que le hiciera mucha ilusión. De cuanto aparecía depositado en su buzón, lo que en verdad agradecía era la carta anual de la Seguridad Social donde le anunciaban la actualización de su pensión por aquello del IPC, que era una nadería pero él lo consideraba casi como una extraordinaria. También solía celebrar las cartas electorales firmadas por Felipe González. Un día, de repente, se hizo profelipista y no había quien le tosiera con esa devoción. Lo mismo que otro día, también de repente, se hizo antiaznarista y luego antirajoy, todo ello, claro, con mayor vehemencia que la devoción primera. De modo que, siguiendo el rastro de los fervores paternos, podemos conocer, por si alguien no lo supiera a estas alturas, el momento histórico en que España mudó sus prefijos y se hundió en la rabia política.

 

            Pero, bueno, debo decir que he leído la carta del nuevo amigo de mi padre y no tengo nada claro que él la hubiera entendido. Aparte de errores sintácticos, defectos de puntuación y equivocaciones en la concordancia, todo bastante impresentable, no sé si el presidente Mañueco sabe a quién se dirige cuando escribe sus cartas: de los seis párrafos de pura retórica publicitaria sobran cinco y medio para decir lo que hay que decir. Sobre todo a un pensionista ferroviario de pocas letras aunque curtido en descarrilamientos.

 

            Así que, como eres amigo de mi padre, te tuteo y te recomiendo, Alfonso, que cuides esos detalles tan sin importancia y que tomes clases de refuerzo en escritura. Porque, de lo contrario,  mucho me temo que ni la Ley Celaá te librará de repetir curso. Atentamente.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 27 diciembre 2020

domingo, 20 de diciembre de 2020

Museos

 

 

            Leo en un diario local que Botines es el museo más popular de León. Me extraña la noticia, sobre todo porque la cualidad museística del edificio y su proyecto están todavía por demostrarse después de varios vaivenes, lo cual, bien es verdad, no le resta interés en este momento. Dice la información que es el único de la provincia en el ranking elaborado por la plataforma Musement, algo que acentúa mi estupor. Descubro más adelante que se trata de una plataforma de “reservas de actividades en destino según el número de reseñas recibidas en Google”, de modo que está claro que el gran ojo dirige nuestros gustos también en esto a partir del dichoso posicionamiento en su buscador, que es el argumento de autoridad por excelencia en estos tiempos superficiales. Detrás de Botines, cuatro propuestas de toda Castilla y León completan el mapa de recomendaciones: el Museo de la Evolución Humana en Burgos, la Casa Lis y el Museo de la Automoción, ambos en Salamanca, y el Museo Nacional de Escultura en Valladolid. En fin, sirva esta guía al menos para conocer que existe un Museo de la Automoción.

 

            Para un mayor rigor y mejor criterio recomiendo la lectura del informe Lo mejor de la cultura 2019, elaborado por el Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea, hecho público a principio del año que ahora concluye, justo antes de la pandemia. En él se recogen las instituciones y acontecimientos culturales destacados en el ámbito nacional, donde sólo aparecen cinco menciones a Castilla y León de un total de 102: el MUSAC (León) aparece en el puesto 28, la SEMINCI (Valladolid) en el 53, el Festival de Teatro de Ciudad Rodrigo (Salamanca) en el 66, la Fundación Cerezales de Cerezales del Condado (León) en el 89 y el Museo Nacional de Escultura (Valladolid) en el 89. Sí, también hay museos en la lista, aunque sólo uno coincida con el examen de Google. Ello debería animarnos a mejorar nuestras fuentes de consulta cuando recuperemos eso que llaman turismo cultural. Tan necesario.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 20 diciembre 2020

domingo, 13 de diciembre de 2020

Premios

 

             Si se exceptúa el drama sanitario y el esperpento de la soldadesca, casi todo en este mes de diciembre progresa como si de un anuncio navideño se tratara. De hecho, da la sensación de que vivimos de día en día un adelanto del sorteo de la lotería o de la imposible cabalgata de reyes. Y, como en el sorteo o en la cabalgata, hay premios y hay chascos, hay regalos y hay carbón.

 

            La derrama de los presupuestos todos (del Estado, de la Junta e incluso de la Unión Europea), sumados al desatasco de los fondos europeos para la reactivación económica, a la garantía de financiación barata por parte del Banco Central Europeo y a los tipos de interés negativo de la deuda española anticipan quiénes serán los afortunados con el premio gordo. Mientras tanto, el brexit continúa mareándose en el interior del bombo, tal y como viene sucediendo desde la decisión inicial por parte del extinto imperio británico, y como mucho, de resolverse algún día, no pasará de un quinto premio. A nadie le va a arreglar la vida.

 

            También en estos páramos nuestros ha habido apuestas y resultados, no todos gloriosos, cartas a los reyes y decepciones. Todo con mucha ilusión, por supuesto, como cabe esperar en unas fiestas tan almibaradas. No quisieron sus majestades concedernos el Centro Europeo de Ciberseguridad, al que fiábamos buena parte del porvenir, y prefieren que nos conformemos con la reinauguración del Centro de Control y Regulación del tráfico ferroviario del noroeste, un tercer premio en el mejor de los casos, y con la declaración de El Bierzo como el mejor destino turístico con mascotas, una simple pedrea. Está por verse si aún nos agasajan con el reintegro de considerar a la ciudad de Astorga como la mejor iluminada gracias a una conocida marca de bombones.

 

            Con todo, el obsequio con más gusto nos lo ha hecho la Diputación Provincial con esa colección de vídeos musicales titulados “Son de León”. Se trata de folklore, pero hace años que no se veía algo tan moderno por estas tierras. Otro mundo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 13 diciembre 2020

domingo, 6 de diciembre de 2020

Deterioro

 


            Como consecuencia del crack financiero de 2008, las entidades bancarias se han sometido después a lo que llaman test de estrés para verificar su solidez ante nuevas posibles debacles. Bien está que así sea, aunque los legos no sepamos bien en qué consisten esos test ni casi ningún test y lo único que saquemos en limpio es que los peces grandes se han comido a los peces chicos, como siempre, que los beneficios de accionistas y otros poderes paralelos siguen creciendo, como siempre, y que las plantillas y usuarios salen bastante mal parados, como siempre. Sin olvidar, por lo que se refiere a lo más inmediato, la desaparición de las únicas entidades medianamente públicas y sociales, las cajas.

 

            Aquel deterioro económico y aquel estrés, una docena de años atrás, no es nada en comparación con cuanto se ha vivido en el año 2020 en todos los campos públicos y privados. Si atendemos a los servicios públicos en particular, es decir, a lo que nos es común, ese deterioro expresa tanto su debilidad ignorada como su necesidad más que evidente y afecta allá donde miremos: sanidad, enseñanza, justicia, policías, servicios de empleo… Pero los daños arrastrados y los provocados directamente por las crisis múltiples no están teniendo reflejo en las decisiones políticas para su enmienda. Al contrario, la multicrisis se aprovecha para decretar por vía de urgencia mermas en las condiciones de trabajo que tenderán a permanecer y repercutirán con gravedad en todos nosotros. Lo mismo que ocurrió con los bancos.

 

            Ello nos lleva de nuevo a la importancia de la defensa de lo público precisamente en estos instantes, cuando todo está ocurriendo: si ahora peregrinamos a la caza de un cajero o de una oficina bancaria o de una persona que nos atienda en ellas, pensemos qué puede suceder en todo lo antes citado cuando el mal pase, si es que pasa. El virus hace mucho daño, está claro, y no será menor el que arroje sobre el espacio público así en las formas de trabajo como en calidad para la ciudadanía.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 6 diciembre 2020

domingo, 29 de noviembre de 2020

Bocinas

 

            Fácil es suponer que de voz proceda bocina, aunque no tanto es conocer que su original latino significaba trompeta. Sea como fuere, lo que en la actualidad entendemos por bocina es directamente el instrumento que en los vehículos emite señales acústicas. Los más finos lo llaman claxon, que en realidad es una marca cuyo origen se tomó del griego, donde venía a significar chillar o rugir. En fin, la distancia que se aprecia entre, por un lado, voz y trompeta y, por otro, chillido o rugido es la misma que puede existir entre una bocina y un claxon.

 

            Últimamente están de moda las manifestaciones amenizadas por el sonido de los cláxones (así de esdrújula es la cosa) y no tanto por el de las bocinas. También en esto hay clases y manifestantes. No es lo mismo, evidentemente, hacerlo a pinrel que bien acomodados en el asiento de un automóvil. Como no es lo mismo un sonido de origen eléctrico o mecánico que gritar una consigna a voz en grito o haciendo bocina, es decir, ayudándose con las manos alrededor de la boca para amplificar la voz. Los finos simplemente tocan el claxon, aunque en verdad no es nada fino. Al contrario, es un signo de barbarie acústica, que es muy probable que esté en consonancia con el esplendor intelectual de quienes presionan el volante para que el artilugio atruene a quienes pasean al lado. En tal caso, bien podríamos llamar pito al artefacto, esto es, tocar el pito, aunque seguramente no sea una expresión acorde con gentes tan estudiadas. Me van a perdonar, pero eso es lo que gusta a las criaturas menores cuando se suben a un tiovivo: tocar el pito.

 

            Como casi todo en la vida, una manifestación también es forma y la forma dice tanto como el contenido que la motiva. En el caso de las manifestaciones rodantes de los últimos tiempos, casi todo es forma ante la debilidad de argumentos, una especie de aquí estoy yo intercambiable para la educación, la patria o la mascarilla, tanto da. El caso es hacer ruido y agrandar el tremendismo, que es el ruido total.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 29 noviembre 2020

domingo, 22 de noviembre de 2020

Soria


            Es natural ensimismarse a veces, sobre todo cuando los elementos son adversos, y buscar en uno mismo la descripción de lo que nos envuelve como si de un sentir general se tratase.

 

            Diré por eso que ha transcurrido un año desde mi última visita a Soria. Estuve allí en noviembre del año pasado, junto a Juan Carlos Lorenzana y Héctor Escobar, para la presentación del libro “Relatos mineros”. Debí haber regresado a finales de enero de este año, pues me había citado allí con la película “La defensa, por la libertad”, pero al cabo no fue posible. Luego, como un castigo, vino el aislamiento y la sucesión de meses cargados de cierta melancolía hasta este aniversario todavía en la distancia. Durante ese tiempo me han sobrado horas y días para revisar con cariño los paseos por El Espolón y por la calle Collado acompañado por Nicolás Sartorius, Rafael Saravia, Javier Dámaso, Rosa Martín, Marcel Camacho, Luis Díaz Viana, Joseba Eceolaza, Paco Naranjo y mi tocayo Toxo. También para volver a escuchar los conciertos compartidos con Agua Proyect en el Bar Avalón y con Ley Mostaza en la Alameda. Y, naturalmente, revivir conversaciones y momentos entrañables juntos a mis amigas y amigos sorianos, junto a Javier Moreno, Ana Romero, Juanjo Catalina, Isolda Morales, Cristina Ochagavía, María Enciso… Me gusta llegar a Soria solo porque esa soledad pronto se hace sonora. Me gusta viajar a Soria en uno de esos autobuses lentos e incómodos, bien por Burgos, bien por Aranda de Duero, atravesando poblaciones tan solitarias como cargadas de emociones para mí casi estudiantiles. Me gusta detenerme en Salas de los Infantes o en San Esteban de Gormaz. Me gusta incluso la pintada en uno de los muros de la desangelada estación de autobuses.

 

            En fin, un efecto secundario más de la enfermedad es que nos vuelve sentimentales. O tal vez no. Tal vez sea cierto que hemos perdido un año de vida y que habremos de releer de nuevo a Machado para confiar en que nuestro corazón conozca otro milagro de la primavera.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 22 noviembre 2020

domingo, 15 de noviembre de 2020

Empate


            Casi todo tiende al empate. La polarización no es sólo una cuestión política. La competencia severa a dos bandas se dirime en varios campos sin perspectiva de solución sencilla. Repasamos el desenlace de las tres grandes pruebas ciclistas de este año y observamos que en las tres el ganador lo ha sido por una escasa diferencia: 24 segundos en la Vuelta, 39 en el Giro y 59 en el Tour. Además, los candidatos disputaron el triunfo casi hasta el último kilómetro en las tres carreras. Por no mencionar que también reñidas fueron hasta la última línea las recientes clásicas Lieja-Bastogne-Lieja y Tour de Flandes, con los duelos entre Roglic y Alaphilippe y entre Van Aert y Van der Poel, respectivamente. Fueron siempre victorias agónicas.

 

            Dejando a un lado la épica de esos ejemplos, si aterrizamos en los barullos políticos cotidianos, observaremos que eso mismo sucede, con excepciones, en numerosos casos. No sólo en las recientes elecciones imperiales en los Estados Unidos, lo más actual y disparatado, sino también en el salto habido en España desde el bipartidismo al bibloquismo o en los interminables episodios del dichoso procés, donde independentistas y no independentistas parecen condenados al empate en casi todos los escrutinios. Ni en lo épico hay figuras que arrasen como en los tiempos de Hinault o Induráin ni en los procesos electorales hay mayorías absolutas a la antigua usanza. Incluso tienden a la igualdad, según las encuestas, los convencidos o los temerosos de la vacuna que nos tienen anunciada.

 

            La diferencia sustancial entre el ciclismo y la política radica en que un segundo en el primer caso es el triunfo absoluto, mientras que en política un voto de diferencia es suficiente para ganar pero no para gobernar. Tampoco para ser oposición sin más. Cabe exigir, pues, que del mismo modo que evolucionan las aritméticas así también debieran hacerlos los modos políticos, aunque no está tan claro. Frente a los tiempos nuevos, siguen vivos los viejos modos calamitosos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 15 noviembre 2020

domingo, 8 de noviembre de 2020

Banderas

            Hablemos de otra cosa. De algo sin importancia. Del desprecio por el lenguaje, pongo por caso, que es asunto menor donde los haya.

 

            Resulta ahora que los medios de comunicación locales, todos los locales e incluso agencias, informaron unos días atrás de que el Parque de Quevedo de esta ciudad veía renovada su green flag gracias a su cuidado y biodiversidad. Esto escrito así en grandes titulares para que todos los aldeanos y aldeanas, notables angloparlantes, lo advirtieran de buenas a primeras sin mayor esfuerzo. Como cuando informan de que se han concedido no sé cuantos millones de banderas azules (no escriben blue flag en esos casos) a playas y otros charcos para el baño. Todo lleno de banderas y de flags, según se mire o se cuente.

 

            En fin, argumentarán que en el caso que nos ocupa la fórmula deriva de los llamados Green Flag Award, un galardón internacional concedido, curiosamente, por la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos, que tampoco se llama así del todo, sino AEPJP, porque también les gustan las siglas como a los periódicos. Por eso lo del inglés. En cambio, lo de las banderas azules es otro galardón que no es de aquí, las concede la Fundación Europea de Educación Ambiental junto a otros organismos del viejo continente, de donde sí cabría esperar el inglés. Pero no, quizá a causa del brexit; o al menos de un brexit preventivo, pues se vienen otorgando desde 1985, cuando la Primera Ministra del Reino Unido era Margaret Thatcher y no Boris Johnson. Un lío.

 

            Es lo que tienen las banderas, que es fácil enredarse en ellas o con ellas. Y es lo que tiene así mismo la tontería hispana, que llama awards a los premios no se sabe bien si para combatir el complejo de inferioridad o para ensanchar su megalomanía pueril. Tanto da, el caso es perseverar en el maltrato que concedemos a la lengua propia, para el cual no hay límites ni estado de alarma ni confinamientos mentales. No llega a la categoría de pandemia, pero ahí andamos. Pronto migraremos al mandarín.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 8 noviembre 2020


jueves, 5 de noviembre de 2020

MARTA SANZ: pequeñas mujeres rojas


LA AUTORA

            Marta Sanz es Doctora en Literatura Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid. Además de su labor como novelista, ha escrito cuentos, poesía y ensayos. Ha sido Premio Ojo Crítico de Narrativa con Los mejores tiempos, finalista del Premio Nadal con Susana y los viejos y Premio NH Vargas Llosa de Relato. Como editora, ha dirigido las antologías Metalingüísticos y sentimentales: antología de la poesía española (1966-2000), 50 poetas hacia el nuevo siglo y Libro de la mujer fatal. Es también crítica literaria y colabora habitualmente en los periódicos El País y Público. pequeñas mujeres rojas completa una trilogía de la que forman parte Black, black, black y Un buen detective no se casa jamás.

 

EL LIBRO

            De pequeñas mujeres rojas dice la autora que “es una novela contra el discurso del odio, contra los bulos y los relatos pervertidos de la memoria que corrompen con mentiras que nadie cuestiona. En la literatura española el relato de la memoria se ha teñido a menudo de una solemnidad y un sentimentalismo que no nos hace ningún favor. Planteo recuperar la memoria combatiendo los bulos e intentando construir nuestra calidad democrática a través del sentido del humor vitriólico y crítico, mediante un coro de niños perdidos y mujeres muertas que cuentan la realidad desde dentro de una fosa”. La novela se construye con un doble punto de vista “que va del pasado al presente, para contar que el presente está lleno de pasado; y desde lo profundo de la fosa hacia arriba, con la metáfora de los pájaros, para dar una necesaria panorámica de la realidad. A veces nuestro punto de vista es sectario y pequeño. Es crucial escribir desde la profundidad de lo que hay bajo la realidad, de lo que damos por hecho, de los relatos históricos oficiales y de los propios relatos literarios. Esa es la hondura de la lectura crítica: mirar al mismo tiempo desde la raíz y desde arriba. Se trata de sacar el relato de la historia de las frases hechas y de los tópicos”.

 

EL TEXTO

            “Ahora, cogemos aire. Nos recuperamos. Quedamos atentas. Empiezan malos tiempos para las que son como nosotras y sabemos, por esta historia y otras  que aún no han sido contadas, que ni los ángeles custodios ni las mujeres mártires resultan eficaces en las tareas de protección paranormal”.


 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Responsables


            Una década atrás, en medio de las crisis financiera, de deuda y del ladrillo, se extendió el mensaje interesado de que todos éramos responsables de cuanto sucedía por haber vivido, decían, por encima de nuestras posibilidades. En la actualidad, a causa de la crisis de salud pública que sufrimos, se apela constantemente a la responsabilidad individual para combatir de un modo eficaz contra la agresión del virus. Hay responsabilidades y responsabilidades, no cabe duda, y no todas son del mismo tipo, pero esa insistencia en diluir lo particular en lo general no deja de ser perversa. Sobre todo porque maquilla la realidad y porque convierte a toda la población en culpable de lo que padece: ya llegará un día el cielo que nos tienen prometido.

 

            Con esa insistencia, por ejemplo, nos han llevado a hablar menos de otros elementos básicos en la actuación contra la enfermedad: la más que frágil situación de la atención primaria, la imperdonable escasez de rastreadores, las penurias del sistema de salud como consecuencia del desprecio que ha padecido… Todo esto ha pasado a segundo plano en las conversaciones y en los informativos, lo relevante es que seamos buenos. No hemos escuchado todavía a ningún responsable político de los años de los recortes pedir disculpas por aquellas decisiones bárbaras. No hemos escuchado tampoco a los dueños de la sanidad privada, beneficiados por esas mismas decisiones, ponerse a disposición de las necesidades actuales del sistema. No hemos escuchado ni escucharemos nunca a los adalides de las privatizaciones, auténticos gestores de la muerte y no de la vida, reconocer sus excesos y humillarse respetuosamente.

 

            Al contrario, somos nosotros, los enfermos, con nuestro incivismo y con nuestros atrevimientos emocionales, los que no estamos obrando bien. Del mismo modo que fueron los modestos ahorradores los culpables de las quiebras bancarias. Estos juicios sumarísimos a los que somos sometidos son una muestra más del dichoso neoliberalismo del siglo XXI.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 1 noviembre 2020

sábado, 31 de octubre de 2020

A Hilario Franco: "somos seres solos"

 


ni fin

ni sin

finif

 

Y

tu luz

como sol

extenderé

a la Palabra

 

(Hilario Franco)

 

            Lo último que guardo de Hilario, amén de recientes conversaciones telefónicas y felicitaciones por nuestros respectivos cumpleaños, es un anexo a su Índice de índices titulado A la búsqueda del palíndromo más breve. De ahí precisamente el encabezamiento de este obituario.

 

            Fuese de entre nosotros Hilario Franco Bastelo, como diría su maestro don Miguel de Cervantes, y quedósenos en el alma un balbucir de sílabas atropelladas. Es lo que ocurre a los seres humanos cuando la pena no puede ser conformada en palabras: se quiere gritar y solo a duras penas se consigue el llanto. Mas cuando muere una parte de la sabiduría, de nuestra sabiduría, qué hacer, cómo proceder, a quién reclamar los daños. Esto sucede hoy con esta pérdida tan formidable.

 

            No obstante, a causa de los citados aniversarios, convinimos los dos que eran estos unos tiempos para celebrar las ganancias en lugar nombrar de los quebrantos, y así ha de ser también en su ocaso. De modo que celebraremos su memoria, a la manera manriqueana, en los pasillos todavía casi virginales de la Facultad de Filosofía y Letras de León, donde hizo el mal, combatió contra Papes y escribió poemas dedicados sin éxito a una muchacha de ojos verdes; en los páramos de Bustillo, adonde debió retirarse, si la vida se lo hubiera permitido, para transitar la senda de los sabios que en el mundo han sido; en las cuevas del Sacromonte, en aquella Vereda de Enmedio, donde se conjuró contra todas las guerras y construyó lámparas con las que iluminar el porvenir del mundo; en la ciudad de León, de donde fue expulsado y obligado a convertirse en judío errante, una condición de la que solo le redimieron los versos de Margalit Matitiahu y un monumento levantado en el castro de Puente Castro, a orillas del Bernesga; en la celebración habida en el Patio del Conde Duque con ocasión del IV Centenario del ilustre hidalgo; en aquella su vocación de jardinero que descubrió a medio camino entre Nueva York, Jerusalén y las lagunas de Villafranca de los Caballeros; en sus dos bodas, en sus dos hijos, Sofía y Gregorio David; en su vena editorial contra toda norma, que parió cuadernillos magistrales bajo el rótulo de Margen o de Ponte Aérea, que veneró tanto como sufrió a Jacinto Santos o a Luis Federico Martínez y que desembocó en su obra magna, su libro único y total, el Índice de índices; en su amistad con Eduardo Scala; en el ajedrez; en el recital que dimos, junto a Fidel Tomé, en la vieja Escuela Normal de Magisterio el 23 de febrero de 1982, dedicado a la gloria de ninfas y diótimas (¡qué tiempos aquellos!); en sus desvaríos; en su colaboración con la revista FAKE, no por casualidad en el número consagrado a los vínculos, lo que le permitió reencontrarse con Felipe Zapico y con Elena Soto y también, por pura coincidencia temporal de fiestas literarias, con Carlos Suárez y con Eloísa Otero; en Fotochento, en Aula Negra y en los Premios Claraboya, cuando escuchar a los Pegamoides, decía, era una traición a Silvio Rodríguez; en el infinito, en fin, por él tan amado: “Inútil cuestionar su simetría, ni su sublime ascenso a ser signo concentrado de totalidad”.

 

            Pues sí, después de varios padecimientos y resurrecciones, nos ha dejado Hilario solos: “somos seres solos”, escribió en su Diccionario de Palíndromos. Y eligió morir en soledad. ¡Qué gran ser!

 


Publicado en Tam Tam Press, 30 octubre 2020

domingo, 25 de octubre de 2020

Antípodas


            Volvamos una vez más a conjugar sentido literal y figurado y quizá comprendamos algo más de nuestra realidad. Incluso tal vez consigamos tener una dosis mínima de esperanza.

 

            Las antípodas son esa zona del mundo situada en un punto diametralmente opuesto al nuestro adonde la mayoría de nosotros no viajaremos nunca, lo cual no quiere decir que no despierte nuestro interés. Las antípodas de España se sitúan en Nueva Zelanda, y las de la ciudad de León, al nordeste de la neozelandesa Christchurch.

 

          Christchurch, al contrario que León, mira al mar. Cuentan que tiene unos jardines botánicos más que atractivos y que, puestos a pasar el tiempo, lo más recomendable es visitar el International Antartic Centre o el Parque Natural Orana, donde encontrarse con un pájaro sin alas, el kiwi, un ave rara originaria de aquellas latitudes. La ciudad, no todo va a ser bonito, tiene el inconveniente de sufrir terremotos, los últimos hace una decena de años, así que también hay ruinas. Como en León.

 

            En Christchurch viven alrededor de 400.000 habitantes, una décima parte del total de Nueva Zelanda. Si tenemos en cuenta que en ese país han fallecido 25 personas a causa de la enfermedad que nos conmociona, resulta que en Christchurch dos o tres personas habrán sido arrebatadas por ese mal. En León eran 512 al principio de esta semana. Pensaremos, como quieren que pensemos, que el buen dato sanitario habrá repercutido negativamente sobre la economía neozelandesa, pero resulta que no, resulta que el desempleo se mantiene alrededor del 4%. En León era el 17’7% el pasado mes de septiembre.

 

            Son las antípodas, por supuesto, lo opuesto a nosotros, y no vamos a hacer comparaciones. Pero sí podemos aprender algo. Por ejemplo de su recién reelegida primera ministra, Jacinda Ardern. Caracterizada por mostrar siempre su lado humano, incluidas sus flaquezas, en sus discursos abundan perlas aprovechables. Nos quedaremos con una de ellas: “el mundo ha perdido la habilidad de ver el punto de vista del otro”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 25 octubre 2020

domingo, 18 de octubre de 2020

Resiliencia

 

Más acá de la retórica y trascendencia con las que suelen titularse todos los planes gubernamentales, el último que el Gobierno de España nos ha presentado culmina con un término nada común: resiliencia. Hasta el corrector de Word lo desconoce. Posiblemente tampoco lo conozcan muchas de las personas gobernadas a quienes se dirige, lo cual es ya un serio inconveniente. “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española” se llama.

 

Resiliencia no es una palabra patrimonial, aunque su origen primero resida en el latín: era el participio presente del verso resilire, que significaba “saltar hacia atrás, rebotar”. Con esta información ya vamos entendiendo algo si lo ponemos en relación con los otros términos del Plan: un plan para rebotar, parece ser. Al castellano la palabra le llega desde el inglés norteamericano, en particular desde el campo de la psicología, donde se utiliza para referirse a la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o situación adversa, tal y como lo define la Academia. Es decir, un plan para rebotar y para adaptarse, que no es exactamente lo mismo. Aunque también en ingeniería se echa mano del mismo vocablo, y lo recoge el diccionario, para hablar de la capacidad de un material para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. En suma, un plan de rebote, adaptación y recuperación, término este último que supone una redundancia si se atiende al conjunto del título.

 

En resumen, siempre ha tendido el lenguaje político a cargarse con grandilocuencias en el mejor de los casos. En el peor lo hace con hipérboles y falsedades, como bien sufrimos en los tiempos presentes. Lo primero es venial, pura apariencia de superioridad frente al común. Lo segundo no tiene excusas, destroza la moral pública y es más bien una calamidad para la que en verdad muy necesaria habrá de sernos algún tipo de resiliencia, tanto da que sea en versión psicológica que en versión ingeniera.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 18 octubre 2020

domingo, 11 de octubre de 2020

Siglas

 


            Casi tan antiguas como la escritura son las siglas, esa abreviación gráfica formada por el conjunto de letras iniciales de una expresión compleja, según dicta la Real Academia. Testimonio de los tiempos remotos de nuestra civilización son algunas que ya, venida a menos eso que llamaban cultura general, apenas si son identificables: SPQR, INRI, entre las más notables.

 

Sólo en las últimas décadas, en parte por el influjo de la imaginería publicitaria, en parte por la explosión de la burocracia, su utilización se ha hecho masiva. Tanto que uno abre el periódico local cualquier día, lo hojea y descubre esta posible retahíla en la sucesión de titulares: ULE, DUE, IGC, AECC, UME… Soluciones para una expresión compleja, decía la Academia, pero no menos complejo ha acabado siendo el lenguaje periodístico; y si un titular es un buen reclamo para llamar la atención, una sopa de letras es el mejor repelente para la lectura. No sé, algo dirán al respecto los libros de estilo a falta de aquel noble oficio de corrector que, como tantos otros en ese mundo digital, han acabado sustituidos por el corrector de Word. Ingenio diabólico.

 

El caso es que tres siglas se han enseñoreado de nuestra comunicación cotidiana y las usamos como si tal cosa: ERTE, EPI, PCR. Incluso sin saber exactamente sus significados llegamos a pluralizarlas como si se tratara de palabras comunes, al menos las dos primeras, con lo que deshacemos su carácter original. La tercera, por enrevesada, permanece estática, sea el resultado positivo o negativo (no obstante, también en la radio hay quien pronuncia peceerres). Por cierto, de esta es más difícil todavía conocer su sentido puesto que proviene del inglés directamente, lo cual no obsta para su manejo con soltura entre los hispanohablantes. Con lo sencillo que era un analís, expertos parecemos en la Reacción en Cadena de la Polimerasa. Es lo que tienen las siglas: son un elemento indispensable para el pastiche que ha venido a aplastar nuestra forma de entendernos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 11 octubre 2020

domingo, 4 de octubre de 2020

Alarma

 

             Lo dejaremos sentado de entrada: me incomoda esa expresión de combate tan poco adecuada a los tiempos y tan impropia en su significado para aquello a lo que trata de atender. Prefiero sin dudarlo la fórmula portuguesa del estado de calamidade pública o cualquier otra adoptada en los países del entorno, es decir, estado de emergencia sanitaria o similares.

 

            Digamos, no obstante, que lo que me alarma no es tanto el estado de alarma como la alarma del estado y de otras multinacionales del poder oscuro. Esto sí que genera inquietud. Era algo ya bastante común, alimentar miedos, pero la situación presente, absolutamente inesperada, ha venido a avivar esa estrategia de un modo ya insoportable. No sólo porque el proceder del Estado y de sus representantes en las tierras de España sea ya de por sí inquietante ahora y en la hora de nuestra muerte amén, sino porque, frente a la improvisación primero y a la incompetencia después, se descubre una utilización vil de los temores para, como siempre, provocar parálisis y sumisión. Está muy claro que eso no tiene nada que ver con la enfermedad.

 

            Como tampoco esa fiebre inventada de las ocupaciones a diestro y siniestro que solo viene, curiosamente, a motivar desconfianza y vender alarmas. Me refiero a esos instrumentos que suenan. Creamos la necesidad y ofrecemos el producto: negocio redondo. Y lo mismo sucede con decenas de artilugios fruto del imperialismo tecnológico que compramos porque se nos incita a ello hasta descubrir que no sirven para nada o que para ese viaje no hacía falta tanto plástico. De hecho, muchos de esos artilugios tienen bastante relación con inseguridades creadas: el contador de pasos, que te obliga a marcar 10.000 huellas diarias si no quieres ser un ejemplo insano para la humanidad, y otras tantas tonterías del mismo estilo.

 

            En suma, sólo he conocido a lo largo de los años un único ejemplo de buena alarma, la de aquel grupo que así se llamaba: “soy un extraño en el paraíso, estoy ardiendo y siento frío, frío”.

 

Publicdo en La Nueva Crónica, 4 octubre 2020

domingo, 27 de septiembre de 2020

Multilingüismo

      

Diez mil años atrás, cuando había en la Tierra unos diez millones de seres humanos, se hablaban en el planeta más de veinte mil lenguas, de las que en el siglo pasado quedaban unas seis mil. Según la UNESCO, doscientas se han extinguido en el curso de las tres últimas generaciones y en la actualidad hay unas tres mil más en riesgo de extinción. Pero, ¡cuidado!, la reducción no implica que tarde o temprano compartamos, como desean los románticos, una única lengua universal. Será más bien un pastiche dinámico sin norma, gramática ni unidad, construido por necesidad de los hablantes móviles. Aunque sólo sea por esta descomposición y porque son también seres vivos en trance de desaparecer, merece la pena volver sobre el valor de la lengua, de las muchas lenguas. Y, por qué no, también de las hablas, que parecen cositas menores frente a lo oficial, pero que esconden así mismo riqueza y una mirada diferente sobre la realidad. Pensamiento en suma, pues con palabras pensamos.

 

En cierto modo, eso es lo que pretendían ayer mismo, 26 de septiembre, los traductores e interpretes del Parlamento Europeo, una entidad que engloba veinticuatro lenguas, al festejar su Día del Multilingüismo. No existe ni se atisba en el horizonte un día así en España, a pesar de ser también un ente multilingüe. Al contrario, nuestras lenguas, por haber sido confundidas en algunos casos con las bandera, acaban siendo propiedad de un otro al que se desprecia. Es otro efecto perverso de los nacionalismos tan de moda. También del español. Escribía el profesor Francisco Rico al respecto: No sé si en las escuelas se presta la atención adecuada a las lenguas de todas las naciones que conviven en cada una de las regiones españolas. Es diáfano en cambio que el estado no ha sabido asumir y favorecer su conocimiento. Sería un despropósito que un parlamento no privilegiara el empleo del idioma común. Pero esa evidencia utilitaria no quita que haya muchos otros caminos para promover nuestra multiplicidad lingüística”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 27 septiembre 2020

sábado, 26 de septiembre de 2020

XI Premio Diálogo

 


Muy agradecidos estamos en la Fundación Jesús Pereda por la asistencia a este acto. No habrá sido fácil seguramente, a pesar de las emociones que nos animan. Casi nada es fácil en estos últimos tiempos. Ni siquiera ha resultado sencillo el proceso que ha seguido esta undécima convocatoria de los Premios Diálogo. En primer lugar porque hubo de retrasarse dicha convocatoria a causa del acuartelamiento que vivimos en primavera; en segundo lugar, porque no fue posible por eso mismo fallarlos y entregarlos antes del verano, como era nuestra costumbre; y en tercer lugar, porque hasta el último momento hemos dudado sobre si sería posible llevar a cabo esta ceremonia en condiciones.

 

En fin, el caso es que aquí estamos y nos felicitamos por ello y felicitamos a quienes hoy reconocemos con un galardón modesto pero que gana sonoridad y prestigio año tras año. Son esas personas y entidades que los jurados destacan las que nos conceden la sonoridad y el prestigio. A todas ellas se sumarán hoy, como veremos más adelante, nuevos nombres y nuevas acciones comprometidas con la cultura en muy diversas expresiones, que es lo que al cabo nos une.

 

Ese compromiso cultural, con acento evidentemente social, es lo que determina, edición tras edición, la senda de estos premios, algo que en este bárbaro 2020 es aún más decisivo que nunca. El año, como bien sabemos, se detuvo y nos detuvo y no están claros todavía los derroteros que vendrán. También la programación de la Fundación ha vivido en stand by durante unos meses y, de hecho, este acto nos devuelve por fin a la palestra pública tras asomarnos a la luz levemente con una de nuestras exposiciones en Zamora y en Ávila. Sin embargo, no hemos permanecido inactivos, porque no todo en nosotros es tan vistoso como lo que hoy aquí nos trae. Quiero resaltar, porque muy a cuento viene, que los meses de apartamiento los hemos empleado, entre otras cosas, en elaborar y dar a conocer el segundo estudio sobre La Cultura en Castilla y León, un trabajo del que estamos muy satisfechos, para el que en este caso hemos contado además con colaboraciones de terceras personas de gran altura, que es lo que también solemos perseguir en todo cuanto nos proponemos: complicidades.

 


Citamos ese estudio en este momento porque lo que nos ha vuelto a descubrir, si necesario fuera decirlo, es la desdichada situación general de la cultura y su necesaria reivindicación. Conste que la desdicha no deriva solo de la enfermedad, lo cual no sería, no es, poca cosa, sino que es producto sobre todo de una década perdida para los asuntos culturales así en el impulso público como en la iniciativa privada, así en el peso de la industria como tal en el conjunto como en el reconocimiento que nos merece. Lo cual contrasta –también lo sabemos– con la ebullición de propuestas y el dinamismo de los individuos que las alumbran. Lo comprobamos incluso con exceso durante los largos días de enclaustramiento, cuando las manifestaciones culturales, o pretendidamente culturales, fueron en muchas ocasiones un importante impulso vital.

 

Estos premios nuestros, como al cabo toda nuestra tarea, también ese estudio citado, son la contribución humilde de un sindicato como Comisiones Obreras a ese espacio creativo y productivo con el que siempre hemos estado vinculados. Aparte de otras consideraciones, para nosotros la cultura es trabajo, en muchos casos un trabajo que se escapa de casi todos los moldes formales, bien está que así sea, y su justa valoración y la defensa de su dignidad nos mueven ante todo. No es acción sindical lo que la Fundación Jesús Pereda lleva a cabo, hay otras estructuras para ello, pero nadie dude tampoco de cuál es nuestra identidad primera, sobre la que se levanta toda nuestra producción. También estos premios, por supuesto.

 

A ello voy para rematar esta intervención, aunque me anticipe a la lectura del acta del jurado. Había un clamor sostenido a favor de Jesús Anta en los mentideros locales que por fin se ve atendido. Como sucediera en los dos últimos años con Serafín de Tapia o Sara Tapia, en Ávila y en Burgos, lo local es lo universal, la ciudad es el mundo y la labor perseverante de las personas engrandecen a las sociedades más allá de su límite natural. Así lo entendemos. Por eso mismo resaltamos también el trabajo de difusión que llevan a cabo firmas tan discretas y rigurosas como imprescindibles en el marasmo de la información; lo hicimos con la revista digital leonesa Tam Tam Press en 2015 y lo hacemos ahora con la revista vallisoletana Átticus. Finalmente, jugando una vez más con lo local y todas sus infinitas periferias, el Ballet Contemporáneo de Burgos y el Centro Cultural El Casino de Santa Colomba de Somoza culminan, a nuestro modo de ver, la trascendencia que acciones en apariencia singulares tienen sobre el colectivo que los rodea. Así crecemos. Todos ellos recibirán su “Dialoguín”, como lo bautizaron un año atrás en la ceremonia que tuvo lugar en Burgos, esa pieza artesana debida al buen hacer de José Oré, cuya galería merece ser visitada en Castrillo de los Polvazares.

 

Todos ellos, todas ellas, como señalan las bases de este certamen, son personas que han favorecido un avance social y cultural en nuestra Comunidad Autónoma o que han superado las fronteras de la misma, abanderando los valores de la diversidad y la defensa de los derechos sociales y culturales a través de su trabajo. No otra es, modestamente, la misión y la devoción de la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras de Castilla y León.

 


Texto leído en la entrega de los XI Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, Valladolid 25 septiembre 2020