Blog de Ignacio Fernández

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domingo, 12 de enero de 2020

Bukaneros


            Hay espectáculos que nos llevan a dudar sobre si nuestros votos sirven para elegir representantes en el Congreso o para engrosar las filas de la afición más fanática del Rayo Vallecano: los bukaneros. Aparentaba lo primero, pero en gran medida resultó lo segundo, sobre todo a la luz de lo visto y escuchado desde los graderíos, ya no bancada, de las derechas todas en la sesión de investidura. Si la Federación Española de Fútbol ha propuesto el cierre de una parte del campo de Vallecas porque esa afición ultra llamó nazi a un jugador del Albacete, cabe preguntarse  qué no debiera hacer un supuesto tribunal de las buenas costumbres con los escaños ocupados por esa manada. ¿Habría que realizar los plenos a puerta cerrada o clausurar por un tiempo la grada de la que salían los insultos y otras injurias? ¿Qué habría que hacer en ese caso con la tribuna de oradores convertida en ciertos momentos en escupidera? Y aún más: si el debate se transmitió en abierto, en horario infantil y en plenas vacaciones, ¿debería intervenir la autoridad que vela por los programas inapropiados para ese público? En fin, como bien dijo el diputado Rufián, “ir a colegios de pago no te hace más educado”.

            Pero volviendo sobre el fútbol, que es la sal de la vida, una diferencia notable entre los bukaneros y algunos de nuestros parlamentarios y parlamentarias es el gusto por la falsedad. Mientras los primeros son cafres sin más y, contra lo que puede parecer, no necesitan servirse de la mentira para sus groserías, las soflamas de los segundos no son nada sin el embuste, la hipérbole y el pus. Del mismo modo, mientras los primeros no aspiran a nada más que a ser cafres, pues de ello no depende en verdad el resultado de un partido que ellos no juegan, los segundos pretenden, sea como sea, invertir el orden electoral, es decir, el resultado del partido y llevarse la victoria a casa mediante esas burdas maniobras. Por eso los unos cumplen sus objetivos y los otros acaban convertidos en zafios peligrosos.

Publicado en La Nueva Crónica, 12 enero 2020

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