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viernes, 31 de agosto de 2007

Pleno empleo

    Durante los meses de verano, además de hacerlo sobre el suave invierno, se habló sobre el pleno empleo como no había ocurrido en decenios. Tanto que incluso el Presidente del Gobierno se atrevió a vaticinar su consecución a medio plazo y el Ministro de Trabajo lo estableció para antes del año 2010. Esas afirmaciones, derivadas de la EPA (Encuesta de Población Activa) del 2º trimestre de 2007, merecedora de comentarios verdaderamente positivos que desde luego no vamos a discutir, nos animan sin embargo a realizar un análisis algo más distante y sobre todo en relación con un entorno más inmediato, el de la provincia leonesa, que permita una más justa valoración, si ello es posible.
 
    En efecto, la EPA es una de las estadísticas más importantes para seguir la coyuntura laboral y económica, y lo que vino a revelar en el pasado mes de julio es, fundamentalmente, que el ritmo de crecimiento de empleo se mantiene. En nuestra provincia la tasa de actividad a lo largo de todo el año 2006 fue del 48’86%; durante el primer trimestre de este año llegó al 49’27%; y en el segundo, al 50’45%. Ahora bien, todos los datos tienen su haz y su envés, lo cual atenúa las euforias y nos sitúa en una realidad más atinada. Porque si a la par atendemos a las cifras de paro, lo que observaremos es que, aun manteniendo el tono positivo en su evolución general, alcanza a finales del mes de julio el 10’14%, es decir, todavía lejos de lo que se considera técnicamente pleno empleo, en torno al 5%. No obstante, ese objetivo es ya un hecho en algunas comunidades autónomas (La Rioja, Navarra, Aragón e Islas Baleares), lo que nos permite pensar que no es un objetivo inalcanzable, siempre y cuando se den las condiciones necesarias.
 
    Pero las cifras varían mucho más cuando se examinan según sectores, zonas y, sobre todo, sexos. Así, podemos constatar que el paro castiga en esta provincia en mayor medida a los servicios (12.259 desempleados en julio) que a la agricultura (471) o a la construcción (1.863); que los datos de desempleados registrados en las distintas oficinas del ECYL arrojan un balance más positivo en El Bierzo que en el resto del territorio provincial, por ejemplo; y que la tasa de paro femenino es también notablemente superior a la masculina, 15’04% frente a 6’43%. Por lo tanto todo es matizable y nos obliga a pronosticar el futuro con cautela, tal y como lo hace el conjunto de la población española al situar todavía el fenómeno del paro como una de sus principales inquietudes. Sea esto porque son conscientes de la fragilidad de las cifras, sea porque el empleo es en sí mismo frágil.
 
    Por todos esos motivos es por lo que, sindicalmente hablando, la prioridad ante cualquier circunstancia de crisis es y seguirá siendo la de defender los puestos de trabajo por encima de toda otra consideración. Esto es, el empleo antes que cualquier fórmula que garantice retiros honrosos para situaciones en apariencia sin salida. Con tratamientos y resultados dispares, ése ha sido el norte que ha guiado la estrategia de Comisiones Obreras en casos tan emblemáticos como el carbón, Antibióticos o Enervisa, al igual que en otros menos relevantes desde el punto de vista mediático pero bastante frecuentes. Para eso se llega a acuerdos, se suscriben planes industriales o se somete el porvenir a laberintos judiciales no fáciles de soportar. Acuerdos, planes y procedimientos judiciales que no son un fin en sí mismos, sino una herramienta que debería permitir la gestión y continuidad del empleo en crisis como premisa fundamental, con el hipotético objetivo de llegar a un tiempo más favorable. No siempre son mecanismos populares ni bien entendidos por la sociedad, que llega a calificar de aristócratas a ciertos trabajadores o considera baldío todo aliento puramente subvencionador. Ello sobre todo cuando, evaluados los progresos inmediatos, lo que a primera vista se observa es el indiscutido cumplimiento del sacrificio social y no tanto el rendimiento de los compromisos industriales. O, en el peor de los casos, la liquidación final a pesar de la perseverancia de los afectados, como ha ocurrido en Cistierna.
 
    Pero ése es otro cantar: el que entonan otros agentes laborales perfectamente identificados, cuyo compromiso con el empleo es a veces pura retórica. Se ha visto así en alguno de los casos antes citados y se observa a diario cuando lo que prevalece en sus estrategias es la mirada cortoplacista o la apuesta obstinada por sectores inflacionistas y de productividad limitada, la construcción y los servicios sobre todo.
 
    Porque ésa es, en suma, la clave para que los vaticinios de pleno empleo puedan llegar a cumplirse, tanto en nuestra provincia como en el resto del Estado: el cambio de modelo productivo. Sin duda alguna, León dispone de margen para esa necesaria transformación si se produce una apuesta decidida, ordenada políticamente y compartida por los distintos actores sociales, dirigida hacia horizontes de futuro ineludibles: renovación energética, aprovechamiento racional de recursos naturales, mercado agroalimentario de calidad y desarrollo tecnológico entre otros. Señas hay de que algunos proyectos caminan ya por esa senda, convencidos como nosotros de que éstos son parte importantísima de los mimbres que permitirán manufacturar un buen cesto. Lo otro es despoblación, es empleo precario o desempleo, es pobreza social y más de lo mismo.

Publicado en Diario de León, 15 septiembre 2007

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