Ni los tiempos buenos fueron lo bastante buenos en nuestra provincia, ni los malos aparentaban ser todo lo malos que lo han venido siendo en otras ciudades y regiones del país. Siempre hemos dicho que la provincia leonesa era un lugar discreto para las estadísticas económicas, a veces quizá contradictorio; salvo en lo que se refiere a las dinámicas de población, donde desgraciadamente sobresalimos por su pésima evolución, el resto de constantes que normalmente venían siendo analizadas nunca arrojaban resultados espectaculares. Ni en lo bueno ni en lo malo, aparentemente.
Hubo un tiempo, eso sí, más o menos entre los años 2005 y 2007, en que el signo histórico parecía a punto de modificarse para bien y se generaron expectativas muy interesantes, que por desgracia la crisis ha vuelto a poner en cuarentena o ha acabado por anular. Será cuestión de mala fortuna una vez más o que sencillamente nuestros pies eran de barro, pero lo cierto es que la provincia sufre en estos momentos un riesgo evidente de perder el escaso suelo sobre el que se apoyaba su aparato productivo y sus orientaciones para el futuro.
El desorden energético es uno de los elementos clave de este nuevo declive. Las fuentes tradicionales, pese a un ajuste tremendo en épocas anteriores y a planes que parecían un seguro de vida a medio plazo, retornan a la zozobra constante a causa del casi monopolio, de la dudosa rentabilidad y de los inconvenientes ambientales cada vez más serios. A ello se ha unido el difícil control sobre las térmicas, dejadas al capricho de decisiones extranjeras o sometidas al imperio de los compromisos con los productores de gas. Por otro lado, las fuentes renovables, que parecían haberse convertido en panacea, se debaten entre la incertidumbre de los cupos y el vaivén de las primas, mientras padecen los abusos de la burbuja de lo sostenible, donde han ido a abrevar muchos de los especuladores que han viciado otros sectores de la producción.
A su lado, los brotes de la investigación y del desarrollo no acaban de florecer en la magnitud esperada. Seguimos teniendo fe, por ejemplo, en cuanto puedan aportar los proyectos de CIUDEN en Ponferrada y del INTECO y del Centro de Supercomputación en León; pero los parques tecnológicos no dejan de ser eternos embriones y la Universidad con su polo científico bastante tiene con adaptarse a los nuevos tiempos sorteando deudas. Hay empresas relevantes en el campo biotecnológico y farmacéutico, pero hemos perdido la confianza en las marcas clásicas. Al lado de todo ello la apuesta por la formación tampoco despega; buena muestra de ello es la ausencia o falta de compromiso de las organizaciones empresariales con el nuevo Centro Integrado de Formación Profesional.
Finalmente, las infraestructuras se retrasan más de lo previsto, la articulación de las bases logísticas no se termina de definir, el aprovechamiento del patrimonio cultural y natural se limita a iniciativas aisladas, el potencial agroalimentario no se moderniza, y la RENAULT continúa en Valladolid, que para muchos, lamentablemente, sigue siendo casi el único problema. Este es el panorama de la provincia de León en mayo de 2010. Seguramente incompleto, seguramente parcial en la descripción, pero esclarecedor en lo que pudo ser, en lo que posiblemente no sea ya y en lo que, sin embargo, tendrá que ser porque de otro modo no recobraremos aliento.
Son nuestras preocupaciones inmediatas este 1º de mayo, porque sobre ellas se asienta lo que entendemos que es la prioridad general: el mantenimiento y la recuperación del empleo. Naturalmente, empleo con derechos, como reza el lema elegido para la ocasión, y sin recortes. Cuando el sueldo medio de un país es de 1.000 euros, el problema no son los salarios, es otro. Desde luego no lo es tampoco el sistema de pensiones, para las que reclamamos dignidad y menos cuentos. Para UGT y CCOO una aspiración legítima de la sociedad española es alcanzar un modelo productivo cimentado en la calidad del empleo, la igualdad, la formación de hombres y mujeres, la mejora de la productividad y unos salarios dignos, así como en un elevado nivel de protección social. Por todas esas razones y por los ideales de paz, de justicia, de solidaridad y de libertad volveremos a salir a las calles 120 años después de que lo hicieran los primeros trabajadores y trabajadoras españoles.
Publicado en Diario de León, 1 mayo 2010
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