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jueves, 7 de mayo de 1992

Sobre lugares y faunas

Cementerio de Montparnasse (París)
“La fealdad es superior a la belleza porque permanece”
S.G.

    Lucien Ginzburg, gran bebedor de cerveza, pasó por León dos días del invierno de 1980. No vienen al caso las causas que le trajeron a tan apartada ciudad, aunque a nadie se le oculta a estas alturas, al menos a quienes le convivimos durante aquellas cuarenta y ocho horas, el decisivo papel jugado en su peregrinación por la geometría del triángulo.
    Evidentemente no es éste el medio ni la ocasión para levantar el panegírico del bueno de Lucien, fallecido hace escasos meses no se sabe bien si a causa de enfermedad convencional o de un cáncer feroz que se fue adueñando de sus sentimientos; pero lo cierto es que, puestos a buscar en el abismo de las anécdotas para un aniversario como el que nos ocupa, nos pareció oportuno, a quien esto suscribe y al menudo grupo de ulteriores idólatras del vértice femenino de aquel triángulo, aportar para su publicación, ahora que él duerme un sueño verdadero y eterno, la carta que nos remitió desde París dos meses después de su ligera estancia entre nosotros, fechada un indiscreto veintitrés de febrero del 81. Lo que sigue es copia literal traducida de la misma.

    Jóvenes amigos: deseo agradecerles lo que hicieron por mí en su ciudad dándome cobijo y compañía. También quiero expresarles mi reconocimiento por la ayuda prestada para encontrar a Jane, aunque no sirviera de mucho. Sé que estuvimos cerca de conseguirlo cuando me llevaron a aquel palomar habitado por una muchedumbre tan de su gusto: desencantados fumadores de hierba, ácratas venidos a menos, bohemios de provincias, sandinistas, agitadores sin nada entre las manos, intelectuales… ¡Fauna que se ha llevado a Jane! ¡Lugares en los que será feliz!
    No la pierdan de vista si la ven un día, ampárenla, invítenla a un sándwich (de aquéllos con huevo, pues seguro que seguirá en los huesos), ámenla…
    Tiene gracia: dos días en España, en una ciudad ¡fría! de España, consumiendo los minutos, los gitanes, las cervezas Mahou (¿?) de aquella buhardilla decadente, y esperando que de un momento a otro apareciese ella del brazo de un maestro de escuela, como una reina desmemoriada en medio de tanta vulgaridad.
    ¡Cuídenla!
    S.G.


    Aclaremos: confío, en fin, que no resulte difícil reconocer la geografía física de la que habla la carta. Sin duda no lo será para los incondicionales del lugar, por más que les resulte provocadora. Por nuestra parte, inútil ya todo, no tardamos mucho en reconocer los personajes que se ocultaban tras la otra geografía, la humana: ¿quién podía imaginar entonces que el hueco cuyos veinte años celebra esta publicación acogió la fealdad de Serge Gainsbourg doliente por una huidiza Jane Birkin? Aún hoy nos resultaría increíble si no fuera por las complicaciones que se sucedieron después, para cuyo detalle remito a los curiosos al Diario de León del día 5 de agosto de 1990. Sirvan las notas anteriores como testimonio de lo que fuimos.

Publicado en la revista CCAN 20 años, agosto 1992

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