Mañana se inicia el calendario de las vírgenes. Tuvo su preludio durante la semana santa y no fue poco. También, hace un mes, la Sobarriba cumplió con su voto a la Virgen del Camino. Pero es a partir del 13 de mayo cuando toda la agenda se torna virginal hasta pasado septiembre, momento en que se hace una pausa para retornar el 8 de diciembre. Y así año tras año.
En fin, ya sabemos que las razones son varias y que las fiestas se celebran todas, sean religiosas o paganas. No entraremos en ello. Pero sí diremos, y de ahí hablar de vírgenes en esta columna civil y mundana, que no sólo de lo festivo y de lo tradicional nace nuestro conocimiento y padecimiento del asunto. No, se debe, al menos para quienes tenemos cierta edad, al auténtico adoctrinamiento al que fuimos sometidos sin opción alguna, sin que existiera posibilidad de elección de centro educativo ni escapatoria posible. Nos adoctrinaron en lo religioso y en lo militar. Por eso causa cierta gracia, o desgracia más bien, escuchar a determinados líderes, por lo general de extrema derecha, y a ciertos padres y madres, por lo general fundamentalistas, afirmar que en los colegios, en los institutos y en las universidades se adoctrina. ¿Se adoctrina lo qué? deberíamos preguntar. ¿En lo no religioso y en lo no militar? Pues sólo faltaría. En suma, que son quienes nos sometieron al yugo y las flechas de la catequesis, o quienes recibieron su herencia, los que ahora invierten el sentido del obrar y se sienten ofendidos y protestan y denuncian y claman y se rasgan las vestiduras y ponen una vela a la virgen.
De aquellas enseñanzas supimos escapar gracias a la lectura -tanto daño hacen las bibliotecas- cuando nos castigaban en esos antros llenos de libros y de silencio. Allí se nos apareció, entre otros, Jardiel Poncela, que en 1931 -fíjense ustedes la fecha- firmó una novela que vino a salvarnos: “Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes” Pues sí, eso parece si atendemos a la pervivencia de lo religioso en el calendario.
Publicado en La Nueva Crónica, 12 mayo 2024
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