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domingo, 16 de junio de 2024

Prado

            Entré en el Museo del Prado empujado por el calor inaguantable de la sobremesa madrileña. Era eso o comprar camisetas en Primark. Elegí el museo, aunque cometiera con ello el sacrilegio de consagrarlo en una nueva función, la de refugio climático, para la que no había sido concebido. No me interesaban especialmente los cuadros, sino el frescor y, ya puestos, las gentes que deambulaban por sus galerías. Con los cuadros, a fuerza de contemplados de uno u otro modo, me sucede como con Hotel California después de la cuadragésimo quinta audición en la radio durante la última semana, ya no me produce emoción sino indiferencia. Me acerqué, no obstante, al último hallazgo de Caravaggio, ese Ecce Homo rescatado del olvido y acomodado en una sala exclusiva, que, contra lo que yo suponía, no congregaba demasiado público. Sí, en cambio, personal vigilante para que nadie se pasase de listo con las fotografías del móvil. Había cuidadores y cuidadoras que disponían de una mirada de reojo de ciento ochenta grados. Los que no, por el contrario, lucían ojos sicalípticos muy propios de quienes pasan su jornada laboral rodeados por desnudos y otras lujurias. Entre la concurrencia que se paseaba por las salas abundaban las mujeres. Siempre hay muchas más mujeres en cualquier cita cultural, aunque esto se acabará pronto con la promoción del fútbol femenino, que ya se ha convertido en el segundo deporte más seguido por ellas en nuestro país. Se producirá, pues, el gran reemplazo, mujeres trasladadas en masa desde los auditorios y museos a los campos de fútbol. Y todo estará en su sitio. Y continúa habiendo, por supuesto, abundante público de rasgos orientales, seres discretos y callados sobre todo, elegantes y sutiles ellas como una flor de cerezo japonés. Y había, sí, nacionales en chanclas, fácilmente reconocibles por las chanclas y por el tono de voz con que parecían expresarse inútilmente, ni su prole ni sus respectivas les hacían el más mínimo caso. La frescura lo amortiguaba todo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 junio 2024

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