Cuando este 1º de mayo los trabajadores y trabajadoras tomen las calles de la ciudad de León, no sólo lo harán secundando el lema elegido para la ocasión por CCOO y UGT –Es el momento de la igualdad, el salario digno y la inversión productiva-, sino que, además, tendrán en su horizonte la memoria y la perspectiva de cuantos proyectos para el desarrollo económico de la provincia se han apuntado en los últimos años y debieran consolidarse de algún modo en los próximos. En el fondo, no es asunto ajeno al lema citado; por el contrario, el impulso de algunas iniciativas, de ser sólidas y coherentes, tendrían que contribuir a una mayor igualdad de oportunidades, a unos salarios más acordes con los nuevos cometidos y a un cambio de modelo productivo en esta provincia que ya es urgente.
A lo largo del último cuatrienio hemos asistido a un diálogo de sordos entre administraciones, a la vez que a una competencia de escaparates, que por un lado han mermado la credibilidad ciudadana en la iniciativa política, mientras que por otro han generado quizá un cúmulo de expectativas de diversas procedencias que, sumadas y ordenadas, podrían tal vez modificar el mapa productivo leonés. Supongamos que, como algunos signos indican, toda vez que los gobiernos central y autonómico se han confirmado, el recién estrenado cuatrienio pueda ser el de la colaboración tal y como reclama la mayor parte de la sociedad. Las organizaciones sindicales de clase y las empresariales han sido precisamente quienes menos han cuestionado las propuestas sociales, económicas y de infraestructuras que se han anunciado para la provincia en estos años, por más que todos las prefiriésemos como fruto de un contexto más planificado y no como consecuencia de un sentimentalismo de cuna o de un marcaje sobre el terreno. No nos ha importado, hemos sido críticos en lo que teníamos que ser, hemos puesto de relieve lo endeble de algunos propósitos, pero en todo momento hemos remado a favor. Por eso mismo, ahora cabe aumentar la presión, porque no estamos ya en el momento de los anuncios sino en el de las realidades que tengan que ser; y, sobre todo, porque la deriva económica nos obliga más que nunca a exigir la firmeza en el timón y que el rumbo no se desoriente. Es decir, no se trata ya de que nos alimenten la ilusión y nos demanden confianza, sino de que la prédica se convierta en trigo.
Debemos cambiar nuestro modelo productivo y ampliar las bases de nuestro patrón económico, otorgando mayor peso a la industria y a la tecnología, con más inversiones en esos campos, así como en infraestructuras, equipamientos y capital humano (educación y formación permanente de los trabajadores). Estos objetivos, que lo son sin duda para el conjunto del país, tienen una lectura muy concreta en el caso leonés y suponen un jaque en toda regla para su núcleo empresarial. Si la iniciativa pública sienta las bases, pongamos por caso, para un impulso tecnológico –llámese Inteco, Centro de supercomputación, Ciuden o directamente Parque Tecnológico-, no puede ya el empresario o empresaria local sentarse a mirar el paisaje como si no fuera con ellos el asunto. Muy al contrario, o va con ellos o irá con otros, en cuyo último caso los de aquí seguirán siendo una rémora para el futuro; del mismo modo que lo han sido en algún sentido en el presente puramente especulativo. Y si lo que deciden es simplemente mirar el paisaje, lo que debemos impedir entonces, tanto a ellos como a una administración permisiva, es que lo hagan con ojos de colonizadores. Si coincidimos en que otro elemento clave para el futuro reside en el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, no es de recibo que el mapa provincial se pueble de puntos negros fruto, bien de la rapiña, bien de la tergiversación de lo natural y ecológico; ése es el caso precisamente de algunos parques eólicos, del afán urbanizador de la montaña o de la fiebre incineradora que los más osados nombran con el eufemismo “valorización energética”. Pensemos, por último, que un tercer pilar del desarrollo lo será, como lo fue en el pasado, todo lo relacionado con la energía, en la actualidad las llamadas renovables, que ya aportan indicios favorables. Ahora bien, en esta materia el empleo y la productividad no provienen sólo del aprovechamiento oportunista de fuentes y de la saturación de instalaciones eólicas o huertos solares, por ejemplo, sino sobre todo de lo dicho arriba, de un mayor peso industrial con un alto componente de innovación.
En suma, éstas son algunas de las vías que nos pueden conducir a un mayor grado de igualdad, a salarios más dignos y a inversiones verdaderamente productivas. Y ésa es la apuesta sindical de UGT y de CCOO para este 1º de mayo. Sin embargo, no está tan claro que esa aspiración sea compartida por una patronal casi decimonónica que, casualmente en vísperas del Día del Trabajo, opta por cerrar todo diálogo en asuntos tan básicos para un nuevo modelo como los planes de igualdad, la salud laboral o la cobertura de vacíos para trabajadores sin convenio. Si ésas son sus señas de identidad en lo que se refiere a llevar adelante una negociación colectiva moderna y avanzada, su actitud como emprendedores queda también en entredicho. Una patronal débil, preindustrial y negada para los nuevos retos provinciales, regionales o estatales es la peor noticia para los tiempos difíciles por los que ya estamos transitando.
Publicado en Diario de León, El Mundo de León y La Crónica de León,
1 mayo 2008
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