El aire festivo del 1º de mayo se atenúa en este año 2009 y refuerza todavía más el tono reivindicativo de una jornada que, como ha sucedido a lo largo de los ya muchos años de su historia, persigue sobre todo clamar por los valores de paz, libertad y justicia social, por la defensa de los derechos humanos y por la extensión de los derechos sociales y sindicales en todo el mundo.
Sin embargo, la sombra de la crisis económica, que nos persigue como un invierno severo y de incierto final, se proyecta necesariamente sobre los lemas del Día del Trabajo, que al cabo son reflejo de la realidad y de nuestro empeño por transformarla, para hacer de esta fecha un momento importante de denuncia, de lucha y de propuesta. Frente a la crisis: empleo, inversión pública y protección social, ésas son las claves que en opinión de los dos sindicatos mayoritarios en la provincia, en la región y en el conjunto del Estado definen sobre todo el sentir de los trabajadores y trabajadoras en estos momentos. No nos corresponde a nosotros hacer sangre de las responsabilidades, por otra parte perfectamente identificadas y denunciadas; más bien ése es el deber de los gobiernos y de la justicia, perseguir y liquidar a los usureros y a los cegados por la codicia, siempre y cuando gobiernos y justicia estén limpios de polvo y paja, que más nos vale. Lo nuestro –lo hemos demostrado así sin desmayo durante todo el periodo democrático– es construir sociedad desde la perspectiva laboral y también desde la sociopolítica, asegurando mayores niveles de igualdad y de justicia social para conquistar un futuro de progreso. Por ese motivo, en nuestras pancartas no luciremos los nombres ni los rostros de los culpables del desastre, aunque tengamos razones sobradas para ello, ni gritaremos consignas desairadas, por más que sepamos de dónde nos vienen los malos aires, ni será la masa obrera quien hagan tambalearse en esta ocasión las columnas del sistema, pues ya se encargan de ello los neoliberales y los profesionales del capitalismo. Ni siquiera se escuchará de nosotros una proclama a favor de la huelga general, tal y como desearían muchos empresarios, en particular la cúpula de la CEOE, para favorecer su nuevo papel de lobby frente al Gobierno y de opositor al espacio clásico de la negociación.
Por el contrario, una vez más desde la responsabilidad y desde la unidad de acción, lo que CCOO y UGT planteamos en este día es el itinerario posible y, desde luego, el único admisible para que nada más salte por los aires. No es un planteamiento de máximos, al estilo de las viejas recetas fracasadas que escuchamos desde el flanco patronal, ni es complaciente con las simples medidas paliativas que en muchos casos es lo único que recibimos desde las administraciones públicas. Si existe salida del laberinto, habrá de llegar indudablemente desde un nuevo empleo, en un nuevo contexto productivo bien alejado del formato de casino de la última década; habrá de transitar por la inversión pública procedente tanto del Estado como de las Comunidades Autónomas, lo que significa romper con el tabú del déficit e impulsar políticas fiscales menos graciosas con los más favorecidos; y habrá de contemplar necesariamente la protección social de cuantos en mayor grado padecen las consecuencias de la crisis y de los colectivos menos privilegiados.
En progresión creciente, las más de 34.000 personas desempleadas en la provincia leonesa son las primeras que deberían beneficiarse de este programa de acción. Pero a su lado, evidentemente, se situaría el conjunto de pequeñas y medianas empresas, la legión de falsos autónomos y todos los afectados por expedientes, concursos y demás situaciones de incertidumbre; es decir, la mayor parte de nuestro sistema productivo provincial. Después de más de un siglo esperando una revolución industrial que nunca ha llegado a estas latitudes, sensato es reconocer que los viejos modelos están agotados y que es necesario alumbrar un nuevo patrón de crecimiento. Por desgracia, el derrumbe financiero y otros pecados han limitado el desarrollo de algunos embriones que habían empezado a crecer en nuestra geografía, pero no nos cabe duda de que el futuro deberá perseverar en esa línea. Nos referimos a los proyectos tecnológicos y energéticos, a las infraestructuras logísticas y del transporte, a la renovada fe por la innovación y por la ciencia lanzada desde el mundo universitario. Junto a todo ello, urge insistir en el desarrollo rural, en las estrategias de sostenimiento de la población, en el impulso de la formación y en las redes de atención social que deben ser construidas sobre todo desde lo público. A nuestro modo de ver, todo ello aconseja más que nunca la ampliación del formato del diálogo social hasta un tercer nivel, el provincial, donde implicar a las administraciones locales con competencias y presupuesto en esas materias y coordinar sus resultados con el que pueda derivarse de otros foros más generales. En ese sentido, un pacto de Estado por el empleo y por la economía productiva, con implicación del Gobierno central pero también de los gobiernos de las 17 Comunidades Autónomas, se revela absolutamente imprescindible.
Los datos con los que hoy contamos nos indican que no otro es el camino para salir de este invierno económico. Probablemente eso no signifique entrar de nuevo en la primavera, para lo cual todavía habrá que salvar otras dificultades, pero nos situaría en condiciones de conseguirlo. Frente a ello, repetir moldes, nombres y fórmulas que se han descubierto como ruinosas sería un suicidio social colectivo.
Publicado en Diario de León, 1 mayo 2009
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