La vida cotidiana de un Sindicato se teje con palabras y con muy abundantes reuniones. Nos pasamos las horas, los días, los meses de cita en cita, intercambiando pareceres, debatiendo con nosotros y con nuestros contrarios, exhortando a la acción a nuestros compañeros y compañeras, redactando plataformas, defendiendo propuestas, conspirando incluso. No es común, sin embargo, que expresemos nuestro lado sentimental ni que nos convoquemos para actos en los que prevalezca la camaradería en el sentido más lírico, pues en apariencia no resulta propio de aguerridos sindicalistas. Pero es verdad que entre nosotros, a fuerza de complicidades y del mucho tiempo en común, acaban trazándose lazos de amistad o de enemistad muy profundos. Decía nuestro anterior Secretario General, José María Fidalgo, que no es casual que sea entre los cuadros sindicales, en particular cuando se comparten tareas de dirección en los niveles que corresponda, donde uno hace los mejores amigos y también los más duros enemigos.
De lo primero fue buena muestra el almuerzo que mantuvimos el pasado dos de mayo junto a Isaac Maurín, Antonio Bas y Edilberto López, una sencilla comida de amigos junto a los que nos precedieron en las responsabilidades que hoy nos toca soportar a otros en las Comisiones Obreras de León. Blas Capilla seguramente se hubiese sumado dichoso a ese cocido maragato y lo habría sazonado con su bonhomía y con más de un chascarrillo. No solía él pasar desapercibido ni en los momentos de acción ni en los festivos. Quizá por esa razón este acto de hoy, salvando las distancias evidentes con el de quince días atrás, sea todavía un mejor ejemplo de justicia emotiva y de comunión en los ideales. Precisamente porque su protagonista en este caso está ausente. Sin duda contra su voluntad.
No obstante lo anterior, Blas eligió conscientemente abandonarnos de una manera callada, sin memoriales ni otros teatros propios de los ritos funerarios. Eso quiso y así fue. Pero también es verdad que en cuantos le convivimos nos quedó algo así como una deuda pendiente, la sensación de que era necesario, a pesar de su deseo, poner de relieve con todos los estandartes que había portado en vida tan importante pérdida. Fueron sus compañeros más cercanos los primeros en advertir esa necesidad; su familia lo comprendió de inmediato y únicamente solicitó un plazo de respeto; por último, el Sindicato lo asumió con unanimidad y se aprestó para llevarlo a cabo. De este modo hemos llegado al día de hoy con este acto tan inusual como inexcusable, tal y como hemos ido comprobando a medida que le íbamos dando forma y contenido.
Así que aquí estamos, amigo Blas, más o menos los de siempre, los que te echamos de menos y los que nos consolamos con tu memoria, como cantaban las coplas medievales, sabedores en fin de que nadie es imprescindible, salvo aquellos que como tú luchan toda la vida. Por ese motivo nos hemos adueñado de la cita de Bertolt Brecht, que siempre tuvimos en la cabeza pero que nunca supimos encarnar en nadie concreto hasta que tú nos diste la oportunidad. Y por eso también te hemos preparado esta reunión, creemos que de tu gusto, casi como una asamblea, con los oradores justos y con un vino de colofón porque seguramente no nos los hubieras perdonado si lo llegamos a olvidar.
A mí, por otro lado, me correspondería en este turno realizar el panegírico sindical, pero me vais a permitir un ejercicio de deformación profesional que confío en que me sepáis disculpar, sobre todo porque con ello voy a ir concluyendo.
En el capítulo LVIII de la segunda parte del Quijote, el ingenioso hidalgo da algunos consejos a su escudero y le dice lo siguiente: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Que Blas Capilla aventuró su vida por la libertad y por otros derechos no nos cabe ninguna duda. En cuanto a la honra, un concepto que ha envejecido bastante mal, creo que esta convocatoria demuestra que así fue en efecto, pues basta con releer la tercera acepción que el Diccionario de la RAE indica al respecto para reconocerlo: Demostración de aprecio que se hace de alguien por su virtud y mérito.
Sinceramente, ése ha sido nuestro ánimo al preparar este acto, con el que hemos querido sobre todo expresar la estima, el respeto y el aprecio que nuestro compañero despertó siempre en todos nosotros. Le honramos y nos honramos.
Acto de homenaje al compañero Blas Capilla, León 16 mayo 2009
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