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lunes, 2 de noviembre de 2009

LEONARD COHEN: I'm your man

    En ciudades de provincias como las nuestras, los acontecimientos culturales se convierten con facilidad en verdaderos acontecimientos históricos, que quedan grabados en la memoria ciudadana como auténticas conquistas de modernidad. No importa que estos sucesos se produzcan en el ocaso de sus protagonistas o que todo forme parte de un entramado comercial gobernado no se sabe bien con qué intenciones. El caso es que, aunque tarde, nuestras ciudades reciben a veces la visita de los dioses. Nadie olvida, por ejemplo, el concierto de Bob Dylan aquel 15 de julio de 2004 en la provinciana ciudad leonesa, por más que el de Minnesota se marcara una actuación cruda y sin concesiones. Y nadie olvidará tampoco el advenimiento de Leonard Cohen el pasado 31 de julio en el mismo escenario. Como apuntó un crítico agudo –y vale para ambos artistas- es como “contemplar Venecia antes de su hundimiento”.

    Por ese motivo traemos aquí en esta ocasión un disco de Leonard Cohen, I’m your man, que no es ni el último ni el más señalado de su carrera; ni siquiera se corresponde con el grabado en Londres en 2008 con motivo de la gira que le trajo por provincias un año después, titulado precisamente Live in London. No, lo que proponemos es la revisión de la obra del canadiense a través de otras voces y otros arreglos menos erosionados por la decadencia, que aprovechan sus registros, sus melodías y sus textos para demostrar, incluso a quienes no soportaron nunca el tono original del cantante, que la fuente de sus canciones fue y sigue siendo tan nutritiva como refrescante. Porque de lo que se trata en este caso es de la banda sonora de la película del mismo título, firmada por Lian Lunson, que recoge conciertos de homenaje a Cohen, llevados a cabo en el Brighton Festival en 2004 y en el Opera House de Sydney en enero de 2005.

    Probablemente no sea la misma Suzanne la que se vierte desde las gargantas de Nick Cave, Julie Christensen y Perla Batalla. Es posible que parezca otro el Hotel Chelsea donde se aloja Rufus Wainwright. Quizá tengamos la sensación de que es diferente la torre de canciones por la que asciende Martha Wainwright. No importa, la colección es magistral y aparece coronada, nada más y nada menos, que por el propio Leonard Cohen cantando al lado de U2, poniendo de manifiesto una vez más que los clásicos, por serlo, soportan casi todo tipo de lenguajes. El disco reúne además la cualidad de motivar al oyente para retornar al caudal primitivo, es decir, a aquellas canciones grabadas a finales de los años sesenta y primeros setenta, cuando su autor no usaba sombrero, que permanecían escondidas al fondo de nuestra colección de discos de vinilo o en envejecidas casetes. El rito se consumará entonces y comprobaremos que las emociones que fueron en aquellos tiempos siguen surcando no obstante los canales venecianos por donde hoy derivan nuestras existencias.

Publicado en Notas Sindicales, diciembre 2009

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