Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 29 de septiembre de 2024

Bonanza

            A pesar de cuanta hostilidad nos rodea y de cuanto dicen que se avecina para el próximo mes de noviembre, me asombra encontrarme todavía con seres digamos que optimistas que aventuran un futuro de bonanza. El último de ellos es un predictor, Dimitris Dimitriadis, que acaba de publicar un libro subtitulado Una perspectiva esperanzadora sobre el futuro de la humanidad. En paralelo, el actual ídolo del pensamiento mundial, Byung-Chul Han, acaba de dar a luz un ensayo sobre la mente esperanzada, titulado precisamente El espíritu de la esperanza.

 

Es verdad que el tono cenizo o ceniciento que tiñe cualquier reflexión sobre la actualidad y sobre esta nueva edad histórica las oscurece más aún y seguramente nos conduce a equivocación. Siempre hemos querido aventurar si los que nos vendrán serán buenos o malos tiempos, es un ansia antigua que reverdece ahora con fuerza a causa de la incertidumbre y de los miedos. Por eso es bueno estar atentos a nombres y mensajes como los antes citados. Se cuenta, por ejemplo, que la esperanza de vida aumentará más de 40 años en esta centuria; y que, entre 1910 y 2009, los españoles viven, de media, el doble que sus antepasados. Quizá haya que convenir que los nuestros son unos buenos tiempos, o no tan malos como aparentan, y habrá que desempolvar, para celebrarlo, aquel viejo disco del ya decadente Elvis Presley, Good times, que no escuchamos desde hace décadas. Casi desde su publicación, allá por 1970, cuando todo era tan hippy todavía.

 

            Aun con todo, no es fácil abonarse a la bonanza, no encaja precisamente con esos discursos del miedo con los que tanto nos castigan y que tanto nos desazonan. Sin embargo, recuerdo a veces la novela El desmoronamiento, de George Packer, que traslada a la ficción el declive de la sociedad americana. Pues bien, dice Packer que “cada vez que intentas agarrarte a algo sólido, se derrumba. El tejido social se deshilacha (…) Aunque la situación es oscura, hay luces que brillan. Es gente que mantiene la luz encendida”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 29 septiembre 2024

sábado, 28 de septiembre de 2024

XV Premios Diálogo

       Buenas tardes y muchísimas gracias por acompañarnos en este acto que es más que notable para la Fundación Jesús Pereda de CCOO de Castilla y León. No es que nuestra vida pivote sobre él en exclusiva año tras año, nuestra programación y nuestras tareas son por fortuna amplias y diversas, pero es verdad que también gracias a él recorremos la comunidad, extendemos nuestras redes, cumplimos la función de resaltar valores culturales que en ocasiones pasan casi desapercibidos y nos encontramos con amigos y amigas a quienes mucho estimamos. Así que sí, muchas gracias.

 

       Me gustaría, para empezar, compartir con ustedes un par de ideas que podrán situarnos mejor que cuanto yo diga acerca del sentido de este acto y de estos premios.

 

       Al hilo de las cosas raras que nos ocurren de forma habitual, escribía hace unos meses Pepa Bueno, la directora del diario El País, lo siguiente: “…el diálogo, el contraste de ideas y la búsqueda del bien común son el motor real del futuro de cualquier país. Y hay mucha gente trabajando en esa dirección al margen de quienes más gritan, gente preocupada por la desinformación y el bloqueo de nuestra vida pública. Gente que hace lo que está en su mano: propiciar los lugares de encuentro y el debate sobre los temas de fondo (…) Que el ruido interesado que nos rodea no nos haga perder la perspectiva”.

 

       Y, más recientemente, Máriam Martínez Bascuñán, una importante politóloga, se preguntaba y se respondía a sí misma: “¿Recuerdan la última vez que no votamos contra nadie? ¿En la que no pretendieron movilizarnos para salvar la democracia? Reivindiquemos el noble aburrimiento del diálogo y la persuasión frente a la guerra cultural”.

 

       Bueno, eso es lo que nos trae aquí esta tarde: la celebración del contraste de ideas, del bien común, del encuentro y del debate, de la persuasión y del aburrimiento del diálogo. ¡Qué cosas! ¿Quién nos iba a decir, hace quince años, cuando estos premios vinieron a la vida y les dimos ese nombre, Premios Diálogo, que tal término iba a requerir tanta reivindicación y defensa? Diálogo, que era algo común para nosotros, sobre todo tratándose de un sindicato, junto a movilización y acuerdo; diálogo, que es la antítesis del monólogo, del monólogo onanista en particular; diálogo, que hasta daba nombre a un programa de radio del que tanto aprendimos, Diálogos 3, ¿lo recuerdan? En fin, ¿qué vamos a decir ahora, cuando hemos vivido, vivimos, su contrario, es decir, el odio y la falsedad en los discursos, en las políticas que los aplican y en nuestro ser cotidiano? Está claro, no hay otra opción que perseverar, que es una señal de quienes generan cultura día a día, calladamente, con humildad y con tesón. Como las personas y colectivos premiados a quienes hoy honramos en este acto.

 


       Premiamos a través de ellas el progreso cultural en nuestra Comunidad Autónoma, un progreso con acento necesariamente social, con voluntad crítica y con perspectiva de género, pues no de otro modo lo entendemos en nuestra Fundación y a ello responde también nuestra programación del día a día. El pasado año, para que se hagan una idea, llevamos a cabo un total de 60 actividades con las que llegamos a 19 localidades, grandes y pequeñas, de estas provincias nuestras, más Gijón y Madrid. De todo ello encontrarán fiel testimonio en nuestra página web, les animo a que se asomen a ella. De tal forma que siempre solemos presumir, y creo que hay que hacerlo, de que, si exceptuamos a la Consejería de Cultura, con todos sus medios a cuestas, ninguna otra entidad se dispersa de ese modo en el territorio como una lluvia fina y sostenida. Nos cuesta esfuerzo, pero nos produce satisfacción y nos regala, lo decimos con la debida modestia, reconocimiento. Lo que también representa reconocer el trabajo que el sindicato hace en este sector, siempre insuficiente con toda seguridad.

 

       Esa cualidad itinerante y titiritera de la que les hablaba es lo que nos permite encontrarnos con gentes extraordinarias y es lo que permite así mismo ampliar nuestro catálogo de personas y entidades premiadas, todas ellas sobresalientes, cada cual en su ámbito singular. De hecho, lo podrán comprobar esta misma tarde. Por el escenario pasará el folklore, la investigación etnográfica, la defensa del patrimonio, los juegos tradicionales y el compromiso con la igualdad desde los medios de comunicación. Esto último es una novedad este año. Nos parecía que, junto a las categorías que habitualmente premiábamos, era oportuno en los tiempos que corren reconocer el trabajo que algunas personas, más de las que pensamos, llevan a cabo con auténtica militancia ética a la hora de informar.

 

       Así es como hemos llegado esta tarde a Salamanca. Ya en otras ediciones habíamos rondado por Ciudad Rodrigo, por el Barrio del Oeste de esta misma ciudad y por Mogarraz. Solemos llevar siempre la ceremonia de entrega a aquella localidad en la que reside la persona premiada a título individual. O cerca. Tan sólo Palencia y Soria se nos han caído del mapa hasta ahora, y muchos saben aquí que me duelo por ello, pero estoy seguro de que llegarán a esos destinos en el futuro. Aunque no nos tocará ya a nosotros guiar esa ruta. En cierto modo, este acto es también una despedida para quienes hemos dirigido la Fundación durante los últimos ocho años. El próximo mes de mayo tendrá lugar el décimo tercer congreso de Comisiones Obreras de Castilla y León, lo cual supone que se elegirá una nueva dirección que habrá de determinar la senda venidera de la Fundación, quién la presidirá y cómo se conformará su nuevo Patronato. Por eso quiero dejar constancia aquí de mi agradecimiento a todas las personas que lo han integrado en estos años, sin ellas no hubiésemos sabido progresar. Y aprovecho la ocasión para agradecer el trabajo a mi lado de tres personas que me han sido imprescindibles: María Luisa L. Municio, Ana Peña y Juan Carlos del Pozo. Han sido generosas hasta el extremo. Y, obviamente, le agradezco a mi Secretario General, a Vicente Andrés, que confiase en mí para dirigir la Fundación, espero haber estado a la altura de sus expectativas cuando tomó esa decisión.

 

       No es muy propio de mí ni yo soy dado a ello en estas situaciones, pero permítanme un añadido personal. Así como puedo decir que soy feliz en este momento que me acerca al fin de mi trabajo en la gestión cultural pública, diré igualmente que lo fui en mis primeras andanzas en estas mismas labores. Me remonto al año 1986 en la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, aquella Consejería y aquella Junta, todo tan incipiente, todo tan distinto. El pasado mes de noviembre falleció quien fue Consejero entonces, el profesor Justino Burgos, quien, aunque poco o casi nada se le haya reconocido, merece a mi modo de ver el mayor de los homenajes. Nos enseñó mucho, aprendimos mucho a su lado y no seríamos las mismas personas de no habernos cruzado con él en nuestra vida. Sinceramente, yo creo que él también sería feliz hoy en este auditorio. En algún sentido, casi todo empezó allí y hasta aquí llegamos.

 

       Nada más, muchísimas gracias de nuevo. Y continuaremos dialogando en los bares.

 


Texto leído en la entrega de los XV Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, Salamanca, 27 septiembre 2024


domingo, 22 de septiembre de 2024

Teatro

            Repaso la geografía de ciudades que me circundan y no falta en ninguna de ellas un teatro. O sí, parece ser que en esta ciudad donde escribo y abrevo regularmente hace años que desapareció del paisaje ese equipamiento fundamental. Toda ciudad que se precie debe tener una iglesia notable, un palacio distinguido, un campo de fútbol, un bar con historia, una biblioteca inquieta, un museo de lo que sea… incluso un ayuntamiento. Y también un teatro. El teatro es ese espacio natural donde se finge la vida y sin teatro la vida es una simple anotación en el registro civil. La sola presencia de un edificio al que denominamos teatro ejerce una tarea pedagógica imprescindible, casi ni es necesario entrar en él porque de inmediato su visión corporal dispara las figuraciones. Así sucede en casi todas las ciudades que conozco, menos en León.

 

            En esta ciudad yo recuerdo dos teatros. Uno de ellos acaba de ser convertido en gimnasio, que es un establecimiento dedicado a fingir falsos cuerpos, no a moldear almas. Las almas las pule el teatro, el de la ficción y el de la vida. El otro, el que se pensaba destinado a grandes glorias cuando se hizo público, duerme un sueño casi eterno, como el príncipe Segismundo. Escucho de cuando en cuando reclamar la puesta al día de ese espacio hoy abandonado. Se reclama más por razones políticas que culturales. Lo suelen hacer quienes visitaban los teatros sólo cuando Concha Velasco encabezaba el cartel y poco les importaban las desventuras del Teatro Corsario o de otros grupos menores pero necesarios, los que, no sé, junto a una escuela, bien podrían nutrir ese escenario apolillado.

 

            Cierto es que programación teatral la hay gracias a la Universidad, a la iniciativa privada y a un Auditorio que no fue concebido como tal y ha acabado parasitado por la carencia de un coliseo para tal fin. Pero no es lo mismo. Hablamos del continente que, en este caso, comunica tanto o más que el contenido. Su déficit nos descubre una ciudad incompleta, triste, pobre.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 22 septiembre 2024

domingo, 15 de septiembre de 2024

Remuseo

            Hace poco más de dos años, en mayo de 2022, el Museo Casa Botines Gaudí se quedó a las puertas de ser nombrado mejor museo europeo del año. Era ésa una convocatoria que realizaba el European Museum Forum, una organización del Consejo de Europa que lleva a cuestas 45 ediciones del, en inglés, The European Museum of The Year Award. Con sólo tres años de vida por entonces, evidentemente no fue poca cosa ser finalista y, al cabo, supuso, como señaló el Director General de FUNDOS, matriz de la institución, “una gran notoriedad de marca”. Sin embargo, dos años más tarde, es decir, con cinco de vida, leemos que la Casa Botines vivirá una remusealización completa. Y el mismo Director General explicaba a propósito de esta acción alguno de los déficits actuales del museo, que se supone que son los mismos de dos años atrás, como poco.

 

            Sucede entonces que el lego en estas materias, que somos casi todos y que solemos pensar bien aunque algunas veces nos equivoquemos, inevitablemente se pregunta a qué carta jugamos. Fuimos casi los mejores, pero vamos a reinventarnos. Tenemos una corta vida, que casi ha tocado el cielo, pero no damos para más. En fin, aun sabedores de que todo es dinámico, da la impresión de que algo no se ha explicado bien y que la única referencia que nos ofrece alguna pista es la “notoriedad de marca”, algo muy leonés, por otra parte. Lo cual tiene mucho que ver, y el lego se fija en esos detalles, con la profusión de informaciones que sobre la Casa Botines habita en los medios locales. Sólo las referidas a esa entidad igualan prácticamente la suma de todas las relativas a otros museos de la ciudad, todos ellos de gran interés y calidad sin duda. Es decir, un buen gabinete de comunicación también genera notoriedad y marca. Esto no es malo en sí, salvo que se convierta en el objetivo.

 

            No entraremos en más detalles porque somos simples legos. Sólo animamos a pensar en una más de las contradicciones que nos distinguen. Y ésta, tan suntuosa, no tiene buena pinta.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 15 septiembre 2024

domingo, 8 de septiembre de 2024

Festivales

            No, no me refiero a esa explosión de festivales con la música como pretexto y el negocio como primer objetivo que invaden todas las tierras de España de verano en verano. Más y más cada verano hasta el estallido final, ésa parece ser la consigna. Confieso que los canales por los que circula la música me son cada día más ajenos y menos digeribles. Debo de ser un hombre viejo.

 

            No, me refiero a ese otro extraordinario caudal de festivales de todo tipo con los que se ha cerrado el verano leonés, otro estallido de convocatorias llenas de interés, algunas con varias ediciones a cuestas, que no sé cómo se sujetan con un mismo público (casi), en unas mismas fechas y prácticamente en un mismo espacio. Los enumero: Festival Vecindario, Festival Abierto de Música de Órgano de León FAMOL, Festival de Circo Contemporáneo, Festival Internacional de las Letras y las Artes PALABRA, Festival León en Acción Lexploitatión, Festival de Verano León Cuna del Parlamentarismo… Seguro que se me olvida alguno. El caso es que en esta tierra de agravios constantes y de vestiduras rasgadas no sé por qué no se pone un mayor énfasis en la cultura como horizonte y como un sector productivo de primer orden. Seguro que nos iría mejor.

 

Paradójicamente, el Consejero de Cultura (y Turismo) de Castilla y León se quejaba en esos mismos días del relativo eco de público cosechado por la última edición de su festival particular, Las Edades del Hombre, en Villafranca del Bierzo, y proponía trasladarlo en el fututo a los meses de otoño porque, según él, en el verano no hay gentes interesadas que viajen por ese motivo y menos “a la Meseta”. Esto lo dice un Consejero de Cultura (y Turismo) y se queda tan ancho. Un artista.

 

Está claro que sin su ayuda y desde luego sin su conocimiento, mejor que sea así, la olla cultural no deja de hervir y de proporcionar jugosos manjares. El único problema es que se la sigue considerando un pasatiempo, un adorno estival. Superar ese estigma será decisivo para entrar en otro mundo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 8 septiembre 2024

domingo, 1 de septiembre de 2024

Sonidos

            Todos los días, a las seis y veinte de la mañana, el camión de la basura enfila mi calle y se detiene frente a mi casa para descargar no sé cuál de los contenedores que la invaden. Produce un ruido mecánico notable, me despierta y, como por un resorte, me coloco el auricular en la oreja. Gracias a las voces suaves de la radio a esa hora, me adormezco hasta que poco después suena la alarma del despertador y rompe definitivamente la jornada. Los sonidos del amanecer son siempre amortiguados: el agua de la ducha, las noticias a un volumen discreto, el borboteo de la cafetera… Sales a la calle y de repente estalla el ruido de todo tipo de vehículos que ya en ese momento temprano empiezan a colonizar la ciudad. Pero, si te apartas un poco de la avenida y caminas hacia la estación del ferrocarril, otro ruidillo los sustituye: el de las pequeñas ruedas de maletas rozando con las aceras que va in crescendo. En el andén es ya una orquesta que te acaba rayando. Incluso el tren, cuando se estaciona, es menos estridente.

 

            Siguen horas de trabajo y de almuerzo. Son episodios con una banda sonora muy diversa y singular según casos. No conviene entretenerse, pues.

 

            La tarde comienza sesteando. La siesta es muda por definición, a no ser que, como en estos días, la televisión nos conecte con la Vuelta ciclista, en cuyo caso se nos asoman a los oídos nombres vagos que no acabamos de situar en la realidad o en el sueño. Lo vespertino apenas suena, uno se dedica a ecos del trabajo o a trabajos devocionales, apenas si te acompaña el teclado del ordenador, hasta que, llegado el momento, o bien hay un mutismo total para leer, por ejemplo a Paul Auster, o bien la música se extiende para escuchar el disco que nos regalaron por nuestro último cumpleaños: John Coltrane and Johnny Hartman. Después de las balas, los llantos y las voces grises del telediario, se acerca poco a poco el fin. La persona que descansa a mi lado respira profundamente, está dormida. Su melodía me envuelve y llega la paz.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 1 septiembre 2024