Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 30 de noviembre de 2025

Deslumbrar

            Esta semana, la ciudad donde vivo, como otras, ha dado paso abiertamente a la temporada del deslumbramiento. Lo venía haciendo poco a poco porque no todo es navidad, por suerte, y ese fenómeno de luces cegadoras ya contaminaba el espacio urbano con otros métodos diferentes a las luminarias de fin de año. Pero ahora se junta todo: lo que fueron y no son ya bombillas de color con esas pantallas de tecnología led (creo que así se denominan), públicas y privadas, oficiales y mercantiles, que superan con amplitud los márgenes de la infección lumínica.

 

            El objetivo es deslumbrar, tanto da el presunto espíritu navideño que el afán comercial o la información de servicio. Deslumbrar. Es decir, asombrar, encantar, fascinar, torrentes de luz que acaben por provocar alucinación, entontecer, obnubilar. En eso consiste, en suma, la explosión de luz de uno y otro signo, tal y como procede en estos tiempos de apariencia y frivolidad. Poco importa que ese estrépito luminoso contraste con las penumbras cotidianas, al parecer no resulta insultante, son sólo estímulos para engañarse, neuro-marketing, estrategia social para la mansedumbre, fruslería. Incluso esas pantallas informativas son más ellas por sí solas que cuanto tratan de anunciar.

 

            Sucede así con las personas. Las hay que deslumbran y las hay que, sencillamente, brillan. Distinguirlas es más que conveniente para no naufragar en sensaciones y emociones que tienden a confundirnos con extrema facilidad. Una persona deslumbrante nos inclina de entrada al arrebato, pero no siempre hay sustancia bajo esa luz. Es más, deslumbra tanto la belleza como la fealdad, algunos gobernantes son ejemplo de esto último. Por el contrario, quien brilla no defrauda, ofrece solo pequeños efectos especiales de su llama, los suficientes para convertirse en faro y alumbrar la ruta. Son personas a las que hay que seguir y apreciar. Enfrente, quienes deslumbran, como todos los excesos de estas fechas, nos llevan al extravío. Suelen triunfar, no obstante.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 30 noviembre 2025

domingo, 23 de noviembre de 2025

Atropellos

            Se confirma en nuestros municipios la implantación, con matices, de eso que ha venido a llamarse zonas de bajas emisiones, es decir, áreas urbanas donde se restringe el acceso a determinados vehículos contaminantes. Se trata de reducir la polución del aire en esos espacios, lo que redundará al parecer en una mayor calidad de vida en los mismos. No en otros. Y quizá tampoco del todo en esos si pensamos que los seres humanos, además de respirar, hacemos alguna otra cosa, por ejemplo pasear, andar, correr por esas calles descontaminadas y en las demás.

 

            He perdido la cuenta del número de atropellos que llevamos acumulados este año en la ciudad donde vivo. En todo caso, son muchos y en cualquier circunstancia. De tal manera que, a partir de ahora, podremos morir lentamente por la vía de respirar un aire más limpio, pero lo podremos hacer abruptamente a consecuencia de un atropello inesperado. Y esto es así porque las ciudades, mucho más higiénicas sobre el papel, continúan dando un rol preponderante a los vehículos, sobre todo en esas otras áreas sucias, bastante más agredidas por el tráfico, porque las sanas suelen peatonalizarse en parte o en todo. Por lo tanto, vivimos, viviremos, en una ciudad que son dos ciudades. Y seremos vecinos y vecinas de primera y de segunda.

 

            Capítulo aparte es el juego que dan quienes van al volante de los vehículos que nos atropellan. Interesa sobre todo su diálogo con los pasos de cebra. Como en cualquier otro diálogo formal hay personas atentas, por supuesto, pero también las hay que mienten más que hablan, las que se expresan con soberbia, las que no escuchan, las que hablan demasiado, las que gritan, las que dicen no entender nada, las que miran para otro lado, las que son mudas… Y así se expresan, evidentemente, en los pasos de cebra, donde se produce una buena parte de atropellos. En suma, conducir es un diálogo con el entorno y tal y como dialogamos así también actuamos. Quizá las autoescuelas deberían cuidar así mismo esas maneras.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 noviembre 2025

domingo, 16 de noviembre de 2025

Melodías

            El amanecer de aquel día de noviembre no vino acompañado del sonido habitual de cada mañana. La megafonía de los dormitorios de la Laboral se acomodó al compás de la música clásica e ignoró aquellas otras melodías con las que abríamos los ojos en el internado: Cat Stevens, Bad Company, David Bowie, cosas así. La música que nosotros mismos comprábamos en una tienda de discos de Zamora.

 

            De modo que aquel despertar anunciaba cambios notables. Veníamos advertidos y no fue una sorpresa. Durante el desayuno, los salesianos que nos tutelaban confirmaron la noticia sin mayores emociones: había muerto Franco, las clases se suspendían y, al mediodía, nos recogerían los autobuses para devolvernos a nuestras casas por un tiempo. Como en vacaciones. Así lo vivimos nosotros en aquellos momentos y lo celebramos. Lo de la muerte también, aunque de una forma más discreta. Éramos adolescentes todavía, pero ya sabíamos ser cautos.

 

            La música clásica duró lo que duró aquella fractura en el discurrir académico, no otra compañía había para las imágenes en blanco y negro de la televisión. Así que regresar al internado fue también el regreso a nuestra banda sonora cotidiana, aunque las conversaciones se abrieron a nuevos contenidos según la información que cada cual aportaba desde sus casas. Había de todo, pero predominaba un tono guerrero. Ese tono que vino a plasmarse en el comienzo de año con un recital de Luis Pastor en nuestro salón de actos. ¿Quién le conocía entonces, en qué instituto habría actuado antes, en qué parroquia? Fuimos privilegiados también en eso, en introducir nuevos cantables en nuestro repertorio. Lo más parecido había sido un concierto de Aguaviva años atrás.

 

            Y así pusimos fin al bachillerato, a lomos de Labordeta y de Jethro Tull al unísono, mezclando Lluis Llach con Pink Floyd como quien no quiere la cosa, picando en todos los pentagramas. Cincuenta años después el inventario ha crecido, como lo han hecho libertad y derechos, muy a pesar de irredentos y revenidos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 noviembre 2025

domingo, 9 de noviembre de 2025

Huevos


            Pongámonos prosaicos y hablemos del precio de los huevos, que es tanto como hablar del capitalismo especulativo salvaje adonde hemos sido arrojados, no importa que atendamos al precio de la vivienda, al de la hostelería o al de la alimentación. Por qué suben los huevos, nos preguntamos todos y casi todo el entorno apunta a la gripe aviar como causa, aparte de otros trapicheos corrientes de los intermediarios. No digo yo que una y otra razón no estén por el medio y cubran con ello el mal obrar de otros acaparadores que pasan desapercibidos. Me refiero a quienes compran granjas a diestra y siniestra y monopolizan ese mercado.

 

            Eso sucede y no se cuenta porque el mercado es libre y santo, ya se sabe, y se autorregula. Pero no es tan libre ni tan santo si alguien, sirviéndose de debilidades sobrevenidas, en este caso la dichosa gripe, se hace con casi todo el pastel y establece sus propias condiciones regulatorias: o lo tomas o lo dejas. Porque no se trata de un comportamiento mercantil dadivoso ni salvador de ruinas ajenas, sino de pura y simple apropiación, más o menos de forma parecida a como actúan los llamados fondos buitre en el mercado de la vivienda. Aunque en nuestro caso no sólo para jugar con los precios, sino para combatir de paso legislaciones que velan por cierto bienestar sanitario de las aves acorraladas: si tú me exiges medidas, yo acumulo y restrinjo el flujo de mercancías. Por eso suben los huevos, aunque de ello no se hable.

 

            Frente a este tipo de abusos, tratándose además de productos básicos, sólo cabe la intervención del mercado. Suena a comunista, pero incluso el emperador estadounidense obra así y nadie se espanta ni osa llamarle bolivariano. Claro, tampoco allí hay una Ester Muñoz o un Miguel Tellado con lenguas tan flojas. Actuar, pues, sobre el precio de los alimentos y de la vivienda es la única receta sin andarse con paños calientes, que al cabo es lo que ocurre, eso sí, por aquí. Es una cuestión de huevos y de otras materias menos polisémicas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 noviembre 2025

domingo, 2 de noviembre de 2025

Vísceras

            Cada vez que se nos muere alguien entrañable el aroma del incienso nos aproxima inevitablemente a nuestros muertos más cercanos. Me ocurrió con Pablo Guerrero hace un mes y, además de leer sus obituarios, me entretuve revisando viejas entrevistas con él hasta que di con una, del año 2021, que nos ofrece un titular imprescindible para andar por la vida y por la muerte: “Quiero pensar que no somos sólo un montón de vísceras”. Eso decía el cantante extremeño.

 

            Cinco años se han cumplido desde que hiciese mutis por el foro nuestro amigo Hilario Franco y, exagerando sin exagerar, quedara desierta la escena para muchos de nosotros. Gracias precisamente a que no somos sólo vísceras, aún seguimos acusando el golpe y lo combatimos con un ejercicio de memoria que yo, privilegiado por ello, traigo a esta columna año tras año por estas fechas. Esto es, procuro que la muerte no sea del todo el final. Otros optan por llevar flores a los cementerios en días como estos; hay quien prefiere dedicar una misa de cabo de año; y hay quien directamente olvida. Todo vale, incluso el no recuerdo si es intencionado, para vencer a lo visceral e imaginar que la obra continúa su representación sobre el escenario del mundo.

 

            Hilario fue así mismo un buen actor. No en el sentido teatral, aunque también, sino y sobre todo actor de la vida y de los pasajes vitales que le tocaron en gracia. Cumplió, por tanto, con esa obligación que todos contraemos por el simple hecho de existir: establecer compromisos, tejer vínculos y protagonizar modestamente la historia al alcance. En eso consiste la existencia si no es un fraude. Y por eso mismo se produce la desnudez en el plató cuando alguno de los que han sido artistas fundamentales del drama desaparecen. Entonces, para acercarse a lo perenne, sólo nos queda el recuerdo como una nueva construcción y repetir mientras paseamos alguna canción antes compartida. Por ejemplo, aquella que nos enseñó el bueno de Pablo Guerrero: “para huir de la muerte nos amaremos”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 2 noviembre 2025