En
aquellos tiempos de los pelos largos, como bien cantaban los Burning en su
inolvidable Una noche sin ti, las adhesiones eran inoxidables. Uno se apuntaba a un
grupo y lo agotaba hasta sus últimos compases, aunque para ese fin no sirvieran
los jukebox, que eran bastante limitados y se sometían al formato single. Pero,
eso sí, aquellas canciones sueltas se devoraban una y otra vez a destajo.
De
tal manera que lo mismo que nos había ocurrido con Led Zeppelin vino a
sucedernos con Deep Purple, aunque las diferencias entre uno y otro grupo
fueran evidentes. Para nosotros, los primeros eran como más académicos, más
música culta o de culto si pudiera decirse así, y por eso los escuchábamos en
los bares, auténticos lugares sagrados. Por el contrario, los segundos nos
parecían mucho más callejeros, más de andar por casa, y quizá por eso los
solíamos seleccionar en las máquinas de las salas de juego, que es donde
procedía lo gamberro. De los Purple, la mayor parte del auditorio solía
preferir Smoke on the water, posiblemente porque a la par que se sucedía su
característico riff central lanzábamos al aire juegos de humo con los
cigarrillos y colaborábamos a rematar el decorado. En cambio, para otros la
piedra angular de los músicos británicos fue Highway Star, que nos remitía a paisajes
abiertos destinados a conquistarse.
Porque
lo que ocurría con aquellas canciones es que se incorporaban a nuestras vidas
no sólo como su banda sonora en un momento dado, sino que se lucían poco menos
que como la huella en el carnet de identidad. Por eso no es de extrañar que
fueran origen de anécdotas sonadas. Se recuerda en los anales de la
provocación, por ejemplo, la noche en que la policía –¡aquella policía!- nos
detuvo en la calle para identificarnos sin razón aparente, como de costumbre.
Hechas las presentaciones oportunas, a uno de los agentes le vino a bien
preguntarnos a qué nos dedicábamos, y como un tiro, tan inocente como
convencido, alguien le respondió: “nosotros es que somos jaiguaiestars”. No merece la pena, evidentemente, explicar el
resto del relato, que queda a gusto del consumidor, pero lo que aquello
significaba es que nuestra militancia, la vieja militancia de aquellos años
clandestinos, además de política era también musical: “Nadie me va a desbancar,
/ tengo velocidad en el cerebro. / Nadie va a quitarme el liderato / ahora que
estoy en la carretera de nuevo. / Oh, estoy en el cielo otra vez, / lo tengo
todo: / un suelo para circular, / un acelerador y de todo. / Bien, agárrate
fuerte, / soy una estrella de la carretera”. Como se puede comprender, con
estos mimbres no era extraño que confeccionásemos aquellos cestos tan
atrevidos.
Highway
Star se editó en
1972, dentro del álbum «Machine head», séptimo disco grande de Deep Purple, y
supone, según la revista Rolling Stone, “el sonido más veloz y áspero del rock
más duro”. Tanto es así que, seguramente, desde entonces ni ellos ni nosotros
volvimos a ser los mismos. Ellos languidecieron poco a poco y nosotros, casi al
mismo ritmo, fuimos recortando la melena. http://www.youtube.com/watch?v=jh0iihjANPc
Publicado en genetikarockradio.com, diciembre 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario