Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 27 de septiembre de 2020

Multilingüismo

      

Diez mil años atrás, cuando había en la Tierra unos diez millones de seres humanos, se hablaban en el planeta más de veinte mil lenguas, de las que en el siglo pasado quedaban unas seis mil. Según la UNESCO, doscientas se han extinguido en el curso de las tres últimas generaciones y en la actualidad hay unas tres mil más en riesgo de extinción. Pero, ¡cuidado!, la reducción no implica que tarde o temprano compartamos, como desean los románticos, una única lengua universal. Será más bien un pastiche dinámico sin norma, gramática ni unidad, construido por necesidad de los hablantes móviles. Aunque sólo sea por esta descomposición y porque son también seres vivos en trance de desaparecer, merece la pena volver sobre el valor de la lengua, de las muchas lenguas. Y, por qué no, también de las hablas, que parecen cositas menores frente a lo oficial, pero que esconden así mismo riqueza y una mirada diferente sobre la realidad. Pensamiento en suma, pues con palabras pensamos.

 

En cierto modo, eso es lo que pretendían ayer mismo, 26 de septiembre, los traductores e interpretes del Parlamento Europeo, una entidad que engloba veinticuatro lenguas, al festejar su Día del Multilingüismo. No existe ni se atisba en el horizonte un día así en España, a pesar de ser también un ente multilingüe. Al contrario, nuestras lenguas, por haber sido confundidas en algunos casos con las bandera, acaban siendo propiedad de un otro al que se desprecia. Es otro efecto perverso de los nacionalismos tan de moda. También del español. Escribía el profesor Francisco Rico al respecto: No sé si en las escuelas se presta la atención adecuada a las lenguas de todas las naciones que conviven en cada una de las regiones españolas. Es diáfano en cambio que el estado no ha sabido asumir y favorecer su conocimiento. Sería un despropósito que un parlamento no privilegiara el empleo del idioma común. Pero esa evidencia utilitaria no quita que haya muchos otros caminos para promover nuestra multiplicidad lingüística”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 27 septiembre 2020

sábado, 26 de septiembre de 2020

XI Premio Diálogo

 


Muy agradecidos estamos en la Fundación Jesús Pereda por la asistencia a este acto. No habrá sido fácil seguramente, a pesar de las emociones que nos animan. Casi nada es fácil en estos últimos tiempos. Ni siquiera ha resultado sencillo el proceso que ha seguido esta undécima convocatoria de los Premios Diálogo. En primer lugar porque hubo de retrasarse dicha convocatoria a causa del acuartelamiento que vivimos en primavera; en segundo lugar, porque no fue posible por eso mismo fallarlos y entregarlos antes del verano, como era nuestra costumbre; y en tercer lugar, porque hasta el último momento hemos dudado sobre si sería posible llevar a cabo esta ceremonia en condiciones.

 

En fin, el caso es que aquí estamos y nos felicitamos por ello y felicitamos a quienes hoy reconocemos con un galardón modesto pero que gana sonoridad y prestigio año tras año. Son esas personas y entidades que los jurados destacan las que nos conceden la sonoridad y el prestigio. A todas ellas se sumarán hoy, como veremos más adelante, nuevos nombres y nuevas acciones comprometidas con la cultura en muy diversas expresiones, que es lo que al cabo nos une.

 

Ese compromiso cultural, con acento evidentemente social, es lo que determina, edición tras edición, la senda de estos premios, algo que en este bárbaro 2020 es aún más decisivo que nunca. El año, como bien sabemos, se detuvo y nos detuvo y no están claros todavía los derroteros que vendrán. También la programación de la Fundación ha vivido en stand by durante unos meses y, de hecho, este acto nos devuelve por fin a la palestra pública tras asomarnos a la luz levemente con una de nuestras exposiciones en Zamora y en Ávila. Sin embargo, no hemos permanecido inactivos, porque no todo en nosotros es tan vistoso como lo que hoy aquí nos trae. Quiero resaltar, porque muy a cuento viene, que los meses de apartamiento los hemos empleado, entre otras cosas, en elaborar y dar a conocer el segundo estudio sobre La Cultura en Castilla y León, un trabajo del que estamos muy satisfechos, para el que en este caso hemos contado además con colaboraciones de terceras personas de gran altura, que es lo que también solemos perseguir en todo cuanto nos proponemos: complicidades.

 


Citamos ese estudio en este momento porque lo que nos ha vuelto a descubrir, si necesario fuera decirlo, es la desdichada situación general de la cultura y su necesaria reivindicación. Conste que la desdicha no deriva solo de la enfermedad, lo cual no sería, no es, poca cosa, sino que es producto sobre todo de una década perdida para los asuntos culturales así en el impulso público como en la iniciativa privada, así en el peso de la industria como tal en el conjunto como en el reconocimiento que nos merece. Lo cual contrasta –también lo sabemos– con la ebullición de propuestas y el dinamismo de los individuos que las alumbran. Lo comprobamos incluso con exceso durante los largos días de enclaustramiento, cuando las manifestaciones culturales, o pretendidamente culturales, fueron en muchas ocasiones un importante impulso vital.

 

Estos premios nuestros, como al cabo toda nuestra tarea, también ese estudio citado, son la contribución humilde de un sindicato como Comisiones Obreras a ese espacio creativo y productivo con el que siempre hemos estado vinculados. Aparte de otras consideraciones, para nosotros la cultura es trabajo, en muchos casos un trabajo que se escapa de casi todos los moldes formales, bien está que así sea, y su justa valoración y la defensa de su dignidad nos mueven ante todo. No es acción sindical lo que la Fundación Jesús Pereda lleva a cabo, hay otras estructuras para ello, pero nadie dude tampoco de cuál es nuestra identidad primera, sobre la que se levanta toda nuestra producción. También estos premios, por supuesto.

 

A ello voy para rematar esta intervención, aunque me anticipe a la lectura del acta del jurado. Había un clamor sostenido a favor de Jesús Anta en los mentideros locales que por fin se ve atendido. Como sucediera en los dos últimos años con Serafín de Tapia o Sara Tapia, en Ávila y en Burgos, lo local es lo universal, la ciudad es el mundo y la labor perseverante de las personas engrandecen a las sociedades más allá de su límite natural. Así lo entendemos. Por eso mismo resaltamos también el trabajo de difusión que llevan a cabo firmas tan discretas y rigurosas como imprescindibles en el marasmo de la información; lo hicimos con la revista digital leonesa Tam Tam Press en 2015 y lo hacemos ahora con la revista vallisoletana Átticus. Finalmente, jugando una vez más con lo local y todas sus infinitas periferias, el Ballet Contemporáneo de Burgos y el Centro Cultural El Casino de Santa Colomba de Somoza culminan, a nuestro modo de ver, la trascendencia que acciones en apariencia singulares tienen sobre el colectivo que los rodea. Así crecemos. Todos ellos recibirán su “Dialoguín”, como lo bautizaron un año atrás en la ceremonia que tuvo lugar en Burgos, esa pieza artesana debida al buen hacer de José Oré, cuya galería merece ser visitada en Castrillo de los Polvazares.

 

Todos ellos, todas ellas, como señalan las bases de este certamen, son personas que han favorecido un avance social y cultural en nuestra Comunidad Autónoma o que han superado las fronteras de la misma, abanderando los valores de la diversidad y la defensa de los derechos sociales y culturales a través de su trabajo. No otra es, modestamente, la misión y la devoción de la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras de Castilla y León.

 


Texto leído en la entrega de los XI Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, Valladolid 25 septiembre 2020

domingo, 20 de septiembre de 2020

Escuela

 

            Quienes lo vivimos y lo cantamos lo recordamos gracias a Asfalto y a Labordeta, gracias a Supertramp y a Alice Cooper, gracias a Vainica Doble y a Mamá, gracias en fin a Patxi Andion. Que la escuela y sus cuitas hayan regado casi todos los cancioneros (si exceptuamos el del reguetón, por supuesto) quiere decir que un día habrá en que se canten también las zozobras del curso recién inaugurado, único sin duda y ojalá que irrepetible.

 

            Harina de otro costal es la educación propiamente dicha, en la cual confieso que cada vez tengo menos fe. Me refiero a la educación formal, sobre la que no se canta y se escribe más bien poco, la que apenas es valorada como importante en las encuestas sobre inquietudes de la población española, la que genera sobreactuación en los parlamentos y menosprecio en los presupuestos, la que debiera conducirnos a cierto grado de igualdad y que, sin embargo, acentúa (generalizando) las distancias y la segregación, la que debiera animar nuestra capacidad crítica y nuestros valores de ciudadanía… Que se transmitan saberes es normal -¡qué menos!-. La ausencia o limitación de todo lo demás es lo anormal. De ahí mi poca fe: es problema mío.

 

            Aun con todo, hay que ir a la escuela y al instituto y a la universidad si es posible (hay que hacer que lo sea) porque no hay momentos más espléndidos en la vida que los que ahí pasamos. Es más, la vida es lo que hemos sido en la escuela, en el instituto y en la universidad, todo lo demás son ecos de aquello. Por eso mismo, lo más importante es conseguir que eso no produzca fracasos, que uno no sienta humillaciones, que nadie nos acose, que nos enseñen a cooperar, que nos sintamos plurales y diversos, que nos riamos mucho, que no haya solo balones en los recreos, que no nos metan mano, que aprendamos a ser personas libres y juiciosas. Los saberes llegarán -¡qué menos!- y, si no, para eso está internet, que es a lo que algunos quieren condenarnos a causa de la maldita enfermedad. Pero eso no es ni educación ni escuela.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 20 septiembre 2020

domingo, 13 de septiembre de 2020

Salarios

 

            A propósito de la proclamación del próximo 18 de septiembre como Día Internacional de la Igualdad Salarial, el Ministro de Asuntos Exteriores de Islandia, país encargado de presentar esta propuesta ante Naciones Unidas, hizo unas declaraciones en un sentido similar al que nosotros hemos defendido en esta columna para otras fechas también señaladas: Días internacionales como éstos han demostrado su valor y han servido para poner de relieve cuestiones importantes entre el público en general y los gobiernos de todo el mundo, y confiamos en que este Día Internacional de la Igualdad Salarial también tenga éxito a este respecto”. Animoso demuestra ser el Ministro islandés, sobre todo si tenemos en cuenta que su idea fue respaldada en la correspondiente comisión por 30, España entre ellos, de los 193 estados miembros del organismo. Suficiente, no obstante, para su aprobación.

 

            Pensaremos quizá que bueno está el patio como para hablar de igualdad salarial cuando los titulares se nutren con el ingreso mínimo vital y los expedientes de regulación de empleo. Pensaremos tal vez, según se nos dirige, que con hablar de la maldita enfermedad tenemos bastante y en ella todas las conversaciones se cierran. Sin embargo, conviene, y mucho, hablar sobre asuntos propios de la auténtica normalidad, no sólo de esa otra nueva e inventada que sirve para resumir la vida y la muerte en un virus, como si no existiese nada ni más allá ni más acá. No reduzco la importancia de cuanto ocurre, pero convendría a nuestra salud, lo creo sinceramente, atender a otros asuntos que son también del alma y del cuerpo y que poco a poco se pretende que vayamos olvidando.

 

            Si así fuera, al menos el próximo viernes deberíamos hablar de medidas destinadas a alcanzar el trabajo decente para mujeres y hombres, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor. Es decir, deberíamos hablar de algo tan elemental como los Derechos Humanos y algo tan palpable como los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 13 septiembre 2020

miércoles, 9 de septiembre de 2020

La necesaria reconstrucción cultural


 

            En pleno primer hervor de la enfermedad, abril de 2020, el Observatorio de Cultura de la Fundación Contemporánea aportó algunos datos sobre el efecto de aquella en el mundo de la cultura. Seleccionamos tres de ellos que son más que elocuentes: (1) el sector prevé perder el 36’5% de sus ingresos en 2020 y sólo el 13% cree que recuperará en 2021 el nivel de ingresos previo; (2) el 28% del sector privado y el 16% del público están en riesgo de desaparecer si no reciben ayudas; (y 3) a partir de la crisis, un 21’9% cree que la cultura saldrá reforzada, mientras que un 30’6% cree que perderá peso.

 

            Esta descripción, probablemente parecida a la que se dibuja en otros sectores de nuestra economía, no es suficiente para conocer y valorar la verdadera situación de la cultura en Castilla y León, azotada no sólo por la enfermedad sobrevenida sino por unas políticas nada amables con el sector a lo largo de los últimos años. La cultura no recuperó ni mucho menos lo perdido a causa de la gran crisis del año 2008 y siguientes, como sí pudo ocurrir en otros ámbitos. No lo hizo ni presupuestariamente ni en peso sobre el PIB ni en valoración general. Ni siquiera en aquel aspecto que pudiera aparecer como más productivo en los cánones en que nos movemos, el del turismo cultural, donde tampoco ha merecido la atención política, social y empresarial que cabría esperar y exigir. Téngase en cuenta, a modo de ilustración dramática, que el empleo cultural creció en España un 17,31% entre 2011 y 2019 mientras que decreció un 11,5% en nuestra Comunidad durante el mismo periodo. Algo tendrá que ver al respecto el hecho de que los presupuestos en cultura de la Junta de Castilla y León hayan pasado de bastante más de 138 millones de euros en 2007 a poco más de 64 millones en 2017.

 

            Sin embargo, a pesar de todo esto y de mucho más, nadie podrá negar el papel que, curiosamente, las expresiones culturales jugaron a nuestro favor en pleno estrés del confinamiento, aportando a la cotidianidad gris un aliento de luz y de ánimo colectivo. Es decir, un impulso vital.

 

            ¿Qué cabe esperarse, pues, en un obligado proceso de reconstrucción general? Nos parece decisivo sobre todo hacer valer el auténtico peso y las cualidades especiales del sector y ése debiera ser el primer objetivo de quienes tienen a su cargo la política cultural sea el ámbito que sea. Porque, para bien o para mal, aparte del trabajo puramente informal que es mucho y notable, se trata de una actividad que se escapa de casi todos los moldes del llamado aparato productivo, lo cual no quiere decir que no contribuya a nuestra riqueza también material. De hecho, según el Anuario de Estadísticas Culturales, en el año 2018 el sector cultural aportó un 3’3% al PIB nacional, un peso similar al de agricultura, ganadería y pesca, para hacernos una mejor idea. No podemos olvidar, además, que más allá de la actividad cultural en sí, que implica mucho más personal del que podemos comprobar a simple vista en cualquier acción, la economía de la cultura nos muestra que toda actividad supone un retorno que no siempre se cuantifica. Pongamos un ejemplo: en el seminario celebrado en Valladolid en 2019 orientado a “El papel clave del patrimonio cultural en las estrategias de desarrollo rural”, el presidente de AEICE (Agrupación Empresarial Innovadora Construcción Eficiente) cifraba en 20 euros el retorno por cada euro invertido en patrimonio.

 

            Por otro lado, los estudios sobre la cultura en Castilla y León realizados por la Fundación Jesús Pereda de CCOO en los años 2018 y 2020, próximo a presentarse este último y a los cuales remitimos, señalan en sus conclusiones lo siguiente. (1) Es preciso hacer frente a las desigualdades territoriales en esta materia que no son solo una cuestión local, sino que implican también una planificación estatal. (2) Sigue siendo muy necesario que el sector privado crezca, así en número de empresas como en la dimensión de las mismas. (3) El empleo cultural no es una baratija, aunque así se le trate en muchos casos, incluso por parte de las administraciones. (4) Es preciso colocar a la cultura en las prioridades presupuestarias, pues la pertinente financiación pública es y deberá seguir siendo imprescindible. (5) El desarrollo cultural de la población y el acceso universal a la cultura son suficientes razones para generar trabajo cultural con iniciativa pública y privada. (6) Sería muy conveniente separar de los presupuestos culturales los dedicados a festejos. (y 7) Las fuentes culturales constituyen un notable atractivo para el turismo interior en España y colocan siempre a Castilla y León en una de las mejores posiciones en el conjunto del país.

 

Publicado en Cuadernos para la reconstrucción económica y social, nº 13, septiembre 2020

CES Castilla y León


domingo, 6 de septiembre de 2020

Diccionario

 

            Volviendo una vez más sobre el lenguaje, ese bien humillado, concluiremos que algo positivo había de concedernos la enfermedad: el ensanchamiento de nuestro diccionario. Es verdad que todas las catástrofes producen ese efecto, precisamente porque son acontecimientos extraordinarios a cuyos elementos es preciso dar nombre. Así sucedió, si se recuerda, con las tormentas financieras y derivados del año 2008 y siguientes y así sucede, como era de esperar, con la calamidad de estos tiempos. Cuestión aparte es lo que luego permanece una vez superadas en apariencia las crisis.

 

            A ello contribuyen en especial dos tipos de actores: los tertulianos especialistas y los políticos generalistas. Los primeros son requeridos por los medios de comunicación para dar luz a cuanto desconocido ocurre y a ello se entregan entusiasmados con su léxico no siempre sencillo, a pesar de lo cual lo digerimos e incorporamos a nuestra comunicación cotidiana. Los segundos aterrizan en medio de la marabunta con tono grandilocuente, persiguiendo titulares y enfatizando presuntos saberes que no siempre son tales; también esas formas las sumamos a nuestras conversaciones.

 

            Gracias a unos y a otros decimos hoy finamente pandemia, cogobernanza, desescalada, confinamiento perimetral, resiliencia, anticuerpos, gel hidroalcohólico, triaje, epidemiólogo, etc. Lo confieso: nunca pensé que hubiera tantos epidemiólogos en el mundo, y ahora, conociéndolo, no me explico cómo nos ha pasado lo que ha pasado. O sí. Las palabras nos permiten descubrir el mundo y el mundo no existe si esas palabras no son nuestras. De ahí que, separada la paja del grano, convendrá desechar lo superfluo y sumar a nuestro acervo lingüístico aquellos términos que en verdad han llegado para ilustrarnos y darnos algo más de brillo. Ya digo: de toda la serie anterior más lo que se quiera añadir, yo me quedo, por si sirve de guía, con los epidemiólogos y deseo que así procedan también quienes nos hablan de la vida corriente y nos la gobiernan.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 6 septiembre 2020