Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 31 de diciembre de 2023

Hardy

            Para quienes hemos amado, amamos aún, la música francesa como si de una religión se tratase, 2023 será el año de la desaparición de Jane Birkin y el del anuncio de desaparición de Françoise Hardy. Birkin se fue porque le tocaba seguramente, sucumbió a la enfermedad y al dolor crónico por el suicidio de su hija. Hardy acaba de rogar al Presidente de la República que la dejen morir, que no soporta más el dolor de dos cánceres a cuestas. Quienes las hemos admirado, admiramos aún, regresamos patológicos a sus canciones, que es ese espacio inmaculado donde perviven, pervivirán, eternamente. Lo cual no quiere decir que no nos dolamos también casi hasta morir por ellas.

 

            Mi barrio era estrecho a finales de los años sesenta cuando empezamos el bachillerato. A los once años, el estudio del francés nos descubrió que había un mundo más allá de las vías del tren, incluso más allá del río Bernesga, que eran las dos fronteras naturales de la infancia. La adolescencia y la primera juventud nos sumergieron de golpe en aquellas melodías, con Hardy a la cabeza, hasta convertirnos a su fe y de su mano, de sus manos, ya no abandonamos nunca ese pentagrama. Luego vinieron otros nombres: Barbara, Piaf con cierto retraso, Jaoui, Zaz últimamente… Así el barrio se fue ensanchando y, aunque nunca fueron, ni lo serán, bulevares sus avenidas, más de una vez nos hemos paseado por él a la manera de Gainsbourg o de Dutronc, en quienes nos hubiera gustado convertirnos. Nunca lo conseguimos, pero les hemos imitado hasta el agotamiento, incluso en su devoción por Jane y por Françoise.

 

            Françoise Hardy fue la pionera de todo ese grupo de mujeres cantantes sin las cuales hoy no seríamos nada, quizá un residuo de vida. En el barrio hubo siempre posibilidad de otras elecciones musicales y eso acabó distinguiéndonos. Algunas de ellas remataron su existencia demasiado pronto ligada a otras adicciones. Sí, éramos jóvenes y desbocados, pero: “no somos gran cosa / y mi amiga la rosa / me lo dijo estamañana”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 31 diciembre 2023

domingo, 24 de diciembre de 2023

Transbordos

            A estas alturas del día, cuando alguien se asome a esta columna, también yo habré vuelto a casa por Navidad. O tal vez no. Tal vez me haya extraviado en uno de esos enlaces a los que me obliga el vicio de la alta velocidad ferroviaria, sus abonos, sus variantes y sus trazados radiales. Quiero decir que, de un tiempo a esta parte, a causa de todo ello o por alguna de esas causas, he recuperado la antigua costumbre de los trenes de segunda división (vía convencional, se dice ahora) y la combinación de servicios (transbordos, se decía antes) porque moverse de otro modo empieza a ser toda una lotería y a un precio francamente excesivo. De tal manera que el andén de la estación de Palencia, pongo por caso, me es ya tan familiar como una calle de mi barrio, si no fuera porque son de condición bien distinta: mis calles viven, mientras que nada hay más desolador que esa plataforma a la que todos los trenes suelen llegar con retraso histórico.

 

            Históricos son, pues, esos transbordos como lo son cuantos enlazan en la cabeza del viajero mientras deambula, andén arriba andén abajo, en una espera interminable. E historia son aquellos trazados y aquellas estaciones que nos obliga a rescatar la actual servidumbre ferroviaria: Corcos, Grijota, Villaquirán… Semejantes a los que ahora oscurece un túnel y que recorríamos, camino de la universidad, en aquellos coches corail llegados de Francia como lo más moderno de lo moderno en materia ferroviaria: Santa Lucía, Navidiello, Ujo… La memoria transita por esos nombres y transborda en ellos toda su carga de navidades conquistadas a través de unos raíles hoy casi desamparados. Como las propias navidades, que de temporada en temporada se trasladan no se sabe muy bien hacia dónde y se vacían de compañías que les dieron sentido. Nos queda, al fin, el viaje hacia El Bierzo, donde el trayecto y los nombres se perpetúan hasta casi su total abandono: Villabante, Albares, San Miguel de las Dueñas… Con la sola necesidad del transbordo sentimental.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 24 diciembre 2023

domingo, 17 de diciembre de 2023

Dedo

            Finalmente, se hizo necesario abrir el dedo anular de mi mano derecha para examinar sus interioridades. Superada la fase fotografía, radiografía y ecografía, y frente al imperio de los programas-experto, del álgebra de los algoritmos y de la inteligencia artificial, se impuso de nuevo la oportunidad de recurrir a la vista y al tacto para diagnosticar de forma rudimentaria cualquier desvío de la salud. Incluso los males de amor. El resultado de la operación, según determinó la cirujana, es que allí dentro no había nada, pero que, no obstante, lo iban a analizar. Analizar la nada, pensé para mí, como si aquella doctora fuese una militante existencialista o una entusiasta de Carmen Laforet…

 

            Siempre he admirado esos matrimonios inesperados entre disciplinas y a quienes los practican: la Dermatología, por ejemplo, ligada a las doctrinas nihilistas; o el Derecho a la Literatura. Anda por ahí un libro espléndido editado por Eolas, cuyo título lo dice todo acerca de esas relaciones más o menos perversas: “Una mirada laboralista a la poesía”. En él, medio centenar de personas vinculadas con el Derecho del Trabajo seleccionan un poema desde su punto de vista académico, entre la lírica pura y la epopeya, y lo comentan. Una rareza genial. Y por ahí anda también Unai Sordo, sindicalista por excelencia si simplificamos la visión, presentando de librería en librería su colección de relatos “Cuentos de oficio”. Otra rareza, se pensará.

 

            Y no. La rareza en realidad reside en mi dedo anular de la mano derecha, que se niega a calzarse más anillos y, para evitarlo de forma drástica, se autodestruye. Es un dedo rebelde contra su destino, aunque a buenas horas, la verdad. Por eso no es extraño que nada físico explique su comportamiento. Sencillamente, ha decidido por mí que en materia de relaciones sentimentales ya está bien y me lo explica como sólo él puede hacerlo, es un dedo que estudió Didáctica. En fin, aguardo ansioso el análisis clínico por si andamos equivocados el dedo o yo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 17 diciembre 2023

viernes, 15 de diciembre de 2023

BIBIANA COLLADO: Yeguas exhaustas

LA AUTORA

      Bibiana Collado Cabrera nació en Burriana, Castelló de la Plana, en 1985. Licenciada en Filología Hispánica y doctora en Literatura Hispanoamericana. En la actualidad es profesora de Lengua y Literatura. En el ámbito de la escritura poética ha obtenido numerosos reconocimientos por sus libros Como si nunca antes (Pre-Textos); El recelo del agua (Rialp); y Certeza del colapso (Ediciones Complutense). Su último poemario, Violencia (La Bella Varsovia), se ha reimpreso en varias ocasiones. Yeguas exhaustas es su primera novela.

EL LIBRO

      Yeguas exhaustas es la historia de una hija que tiene una relación de pareja dañina, que piensa en las heridas del cuerpo, en las tremendas diferencias de clase y sus implicaciones, en el clasismo del «mundo de la cultura», en el acceso al mercado laboral, en la endogamia universitaria y sus laberintos… En definitiva, en el averiado ascensor social. «Hay ternura y hay rabia en este ejercicio de memoria propia, al mismo tiempo colectiva, sobre el poder y los privilegios, y las violencias con las que nos marcan», ha señalado a propósito de esta novela Elena Médel.

EL TEXTO

     "Cuando me baja la regla, no me retuerzo entre espasmos de dolor".


 

domingo, 10 de diciembre de 2023

Justino

            El 26 de noviembre falleció Justino Burgos, profesor, político y amigo. Su muerte casi nos pasa desapercibida de no ser por el obituario que en un diario local le dedicó uno de sus colegas, el también catedrático de Tecnología de los Alimentos, como él, Juan Antonio Ordóñez. Se glosaban en ese escrito todos los valores académicos, no pocos, del profesor Burgos y apenas si circunstancialmente se citaba su participación en los primeros pasos de la Universidad de León y su labor como primer Consejero de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, en el gobierno de Demetrio Madrid.

 

            Quiero atender siquiera mínimamente a estas dos tareas porque también en ellas, como en la docencia y en la investigación, su labor fue más que destacada. Y lo resalto, además, porque se nos van muriendo poco a poco todos aquellos que podrían contarnos el relato de esos dos momentos históricos de un modo bien distinto a como se recogió en actas oficiales o en medios de comunicación. Siempre ha habido pudor o lo que sea a la hora de hablar del origen de la universidad leonesa y sus intríngulis, lo mismo que sigue habiendo reservas para explicar la caída del gobierno de Madrid y todo su entorno. De lo primero nada dirán ya, porque se fueron, ni Andrés Suárez, primer Rector, ni Miguel Cordero del Campillo, segundo; tampoco otros que por allí anduvieron y no están. En cuanto a lo segundo, no podrá hablar ya Ernesto Escapa, que fue Jefe de Gabinete en aquella Consejería. Y en ninguna conversación, seguramente más que jugosa, intervendrá Justino Burgos. Nos vamos yendo y los que aún quedamos necesitaríamos contrastar nuestros recuerdos para dejarlos fijados en testimonios de vida.

 

            Yo tuve la fortuna de aprender muchísimo al lado de Justino, en materia política y en cuestiones de amistad y camaradería. Nunca he llegado a su altura en ninguno de esos aspectos, pero supo él desde el principio que pongo interés, y gracias a eso y a su saber crecí. Le honro. ¿Lo harán la Universidad y la Junta?

 

Publicado en La Nueva Crónica, 10 diciembre 2023

domingo, 3 de diciembre de 2023

Jóvenes

            La juventud es, probablemente, la temporada más tramposa de nuestra vida: cuando participamos de ella porque nos creemos eternos y cuando no porque la sentimos como un paraíso perdido. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Es simple prosa pura y dura, como se dice ahora. Y a esclarecer algo de ello han venido, casi en simultáneo, dos estudios, uno más material y otro más bien sentimental. El primero ha sido elaborado por Comisiones Obreras y se titula “Radiografía socioeconómica del estado de la juventud en España” y el segundo, con forma de encuesta, lo firma el Ayuntamiento de Soria, pero podría haberlo hecho el de cualquier otra localidad. Ambos están al alcance y merecen una ojeada.

 

            Del primero resaltaremos lo obvio, porque ya es una auténtica obviedad a la vista de todos que la mayoría de personas jóvenes no pueden emanciparse hasta los 38 años de edad porque sólo el 55% de la juventud consigue alcanzar un paquete integral de vida adulta, es decir, un contrato de trabajo a tiempo completo y acceso a una vivienda. De hecho, sólo un 23% de las personas de 30 años consigue alcanzar ese paquete de la autonomía personal. Por su parte, la encuesta pregunta, básicamente a adolescentes, todo hay que decirlo, acerca de lo que les genera ansiedad y el resultado es bien distinto en función del sexo. A las chicas lo que más les perturba es que su pareja se niegue a hablar de sus problemas y verse menos atractivas que antes [¡!]. A los chicos lo que les produce mayor inquietud es hablar con una feminista o que alguien les diga que son demasiado emocionales o indecisos. No entraremos en más detalles. Como digo, los documentos son públicos y se pueden consultar con tranquilidad. Hará falta.

 

            En suma, la eterna juventud era eso: vivir con los padres, tener un trabajo miserable y sufrir por auténticas simplezas. Y ése es el sustrato, se supone, sobre el que se construye después la edad adulta: la frustración. Bienvenido sea por lo tanto el novedoso Ministerio de Infancia y Juventud.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 3 diciembre 2023

domingo, 26 de noviembre de 2023

Libros

            Plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo eran, en opinión del poeta cubano José Martí, las tres obligaciones de cualquier persona en la vida. Al menos para que esa vida tuviera visos de perdurabilidad. No sé si esto es sostenible hoy en día o si no deja de ser sólo un pensamiento residual del siglo XIX. Al parecer, es más fácil ser perenne en lo virtual, cuyo rastro no se gobierna, que en lo puramente físico. En fin, aparte de los árboles plantados en la Sobarriba, que alguno me habrá sobrevivido, y del hijo enviado a conquistar la liga húngara de balonmano, honraré en esta columna, sin modestia, los libros alumbrados con afán de pervivir. Sencilla autopropaganda, creo que se llama.

 

            Presentamos hace un par de días el tercero de ellos, de título “A la siniestra”, construido como una colección de estas mismas columnas y otras que en la historia han sido en este mismo periódico y en su precedente, La Crónica de León. Es un género especial el de la columna periodística y ha arrojado hasta la fecha cultivadores de gran talla, desde Francisco Umbral hasta Manuel Vázquez Montalbán, a quienes tanto admiramos aunque nunca lleguemos a su altura. También en Eolas Ediciones apareció hace seis años “Poscontemporáneos”, una serie de pequeños ensayos que describían el porqué de esta nueva edad histórica en la que habitamos, sus cualidades, sus perversiones y sus expectativas, algunas de ellas más que cumplidas y otras superadas. Y bastante más atrás, en 2006, el que yo creo que fue merecedor de más historia, aunque no tuviera gran fortuna en tal sentido: “Lógica borrosa (seguido de Geografía)”. No obstante, algo escondería en su escritura porque al cabo encontró acomodo en la colección de poesía Provincia al lado de nombres tan sonoros como el de Juan Carlos Mestre, Eloísa Otero, Carlos Faraco y otros. Tres expresiones de vida, pues, y tres apuestas por prevalecer. Y dejo para mejor ocasión la historia de mis árboles y de mi hijo, que no son menores ni menos enjundiosas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 26 noviembre 2023

domingo, 19 de noviembre de 2023

Anacronía

            Durante el siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, la utopía fue la seña que permitió el progreso ideológico y social en la civilización occidental, ésa que hoy ya casi ni existe. Hubo ideales. A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, quizá por la moda de las series de televisión o quizá por el desconcierto del nuevo siglo, lo que se impuso fue la distopía, algo puramente imaginario pero en sentido inverso a lo anterior. Había temores. En el presente, a punto de cerrarse el primer cuarto de este siglo raro, lo que prevalece es la anacronía, la discordancia cronológica en el discurrir del tiempo personal y de la historia en todas sus expresiones. Hay desbarajustes.

 

            La anacronía es, pues, el signo de la actualidad. Hay unos elementos que nos animan a pensar que vivimos ya en el futuro y hay otros que nos hunden en un pasado decididamente muerto. En cualquier caso, lo que no somos es ahora.

 

Hacia el porvenir nos lanzan la ciencia y la tecnología por encima de todo, nos privan de la sensación del límite y nos confunden hasta identificar lo virtual con lo puramente físico. Parece que los avances científicos nos convierten en inmortales y que el desarrollo tecnológico nos lo posibilita todo. Pero no es verdad, sabemos que no es verdad, aunque elijamos creer lo contrario. Seguimos siendo finitos y moriremos. Tal vez un jueves de otoño en París con aguacero, como auguraba Cesar Vallejo para sí.

 

Del pasado, casi del pasado medieval, provienen esas guerras que pugnan todavía por el territorio, cuando ya el territorio no es poder como lo fue centurias atrás. O por la religión, lo cual es mucho más inmaterial e inconsistente, a pesar de que triunfe el pop cristiano y haya peregrinaciones en Misuri para contemplar el cuerpo incorrupto de una monja. Y a cuento de qué esas banderas de los tercios de Flandes paseando por las calles de España o qué Constitución es ésa que se coloca de cara al sol. Huele a rancio todo ello y nos hunde de nuevo en la caverna de la grasa.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 19 noviembre 2023

domingo, 12 de noviembre de 2023

Acerico

            Fui al centro de salud para vacunarme. Me coloqué en una cola donde todo el mundo estaba enfadado. Las enfermeras no tenían claro qué vacunas inyectarme: es una edad fronteriza la suya, dijeron. Finalmente, optaron por la gripe y por el covid y dejaron para el año nuevo el neumococo y el herpes zóster. En mi vida vi tanta vacuna junta. Ni tantos pinchazos en mis brazos, reales o en potencia. Si a los dos de esta semana le sumamos por anticipado los otros dos que vendrán, más los análisis de sangre regulares y las sangrías por exceso de hierro, convendremos que mis brazos son algo así como un acerico.

 

            Salí del centro de salud pensando en el acerico. Esa palabra y su significado me nacieron de forma espontánea, hacía años que no habitaban en mí. Desde que mi madre decidiera evaporarse y despareciese del paisaje doméstico su caja de coser, sus hilos, sus agujas, su tijera, sus dedales, su acerico… Tan práctico como extraño era el acerico, esa pequeña almohadilla donde se clavaban alfileres y agujas en estado de reposo. Así mis brazos, pensé yo, al salir del centro de salud. Así también aquella cola de aspirantes a la vacuna, cuyas palabras eran agujas afiladas contra el sistema que, curiosamente, les atendía. Así igualmente todo el envoltorio externo con sus noticias de guerra, con sus puyas y malas gracias políticas, con sus excusas de obispos, con sus gritos obscenos en los desfiles, en los parlamentos y en las manifestaciones de ira. Y así, por supuesto, las conversaciones de bar y las tertulias todas, donde nada escapa de los alfilerazos. La vida como un burdo neceser de costura.

 

            De entre los objetos escondidos en aquellos costureros, los más sugerentes entonces para mí eran el acerico, claro, y la bola de madera que ayudaba a zurcir los calcetines. Deberían también actualizarse, francamente, si tenemos en cuenta el número de rotos y descosidos que se nos abren en las carnes. Un curso acelerado de costura sería en tal sentido la mejor vacuna para todos nosotros.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 12 noviembre 2023

domingo, 5 de noviembre de 2023

Borrascas

            De Oeste a Este, un tren de borrascas nos sacude a lo largo de las últimas semanas: limpian el aire, ventilan los cuerpos, nos humedecen y nos civilizan.

 

            Esta metáfora, que enlaza lo ferroviario con lo meteorológico, es un hallazgo del lenguaje. Lo son todas las metáforas. Y evidencia, si necesario fuera, la capacidad expresiva del código literario por encima de lo que podamos considerar un código de comunicación común. En este caso, además de dibujar un mapa de temporales sucesivos que no requiere mayor explicación, el sentido figurado puede extenderse perfectamente a otra cadena de tempestades no necesariamente referidas a este tiempo otoñal, sino a cualquier situación de la existencia. Quien más quien menos padece habitualmente la retahíla repetida de tormentas, siempre las mismas, en los informativos de los fines de semana: la borrasca de los precios, la borrasca de algún suceso no merecedor de mayor eco, la borrasca de la mala salud, la borrasca de la jornada de liga… O también, situados frente a cualquier medio de comunicación, el convoy de vendavales del que se nutre la retórica nacionalista, tanto da la española que la catalana u otras, todas anuncian un fin del mundo tras otro fin del mundo tras otro fin del mundo… Y, en fin, resta lo emocional, lo íntimo, donde nadie escapa alguna vez en la vida de verse sometido a ese ferrocarril de galernas que nos duelen en el alma y que se nos hacen interminables, fatales, injustas hasta el punto de añorar el anticiclón de las Azores.

 

            Y cuestión muy diferente es, por supuesto, el sentido inverso, es decir, las borrascas del tren, acerca de lo cual mucho podría escribirse, cada vez más. Desde los afanes enterradores hasta la resurrección de una ruta perdida en la memoria de los tiempos, a cuyo itinerario todo el mundo se asoma de repente. Y, desde luego, acerca de ese túnel mágico a punto de inaugurarse, de cuyos desmanes parece que nadie es responsable. Conviene abrigarse en los viajes porque no está bueno el tiempo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 5 noviembre 2023

domingo, 29 de octubre de 2023

Guerras

            ¿Cuándo concluyó la guerra, o lo que sea, entre Rusia y Ucrania? Por lo que se observa en los diferentes telediarios, eso debió de ocurrir en torno al 7 de octubre, coincidiendo con el inició del nuevo episodio de combates entre los bárbaros de Oriente Próximo. Desde esa fecha apenas si hay noticias referidas al enfrentamiento eslavo, que parece darse por caducado desde el punto de vista del interés general. Es decir, una guerra sustituye a otra guerra y así sucesivamente. Eso es la historia.

 

            Puestos a comparar, no eran pocos los que preveían que el siglo XXI y la nueva edad histórica serían probablemente un siglo y una edad de paz si atendíamos a las violencias terribles vividas en el XX. Es verdad que un par de guerras mundiales y otro par de estallidos atómicos no eran escaso bagaje, pero, transcurrido casi un cuarto del presente siglo, los nombres de la locura se suceden sin interrupción: Afganistán, Irak, Siria, Ucrania, Palestina… por citar sólo los más relevantes, esto es, los más televisivos. Sobre otros apenas si recibimos pequeños flashes que pasan casi desapercibidos. Y en cuanto a lo atómico, es verdad que sólo hay ruido, aunque sea un ruido persistente y amenazador siempre si se tienen en cuenta los dedos colocados sobre el botón fatal: Vladimir, Donald, Benjamín… esos grandes humanistas.

 

            En fin, hay quien se pregunta a quién beneficia todo esto de las guerras. Contaré una anécdota menor al respecto. Mi amigo Hilario Franco se dedicó durante un tiempo a exportar puertas desde Villacañas a San Petersburgo. Desde allí, un mercader intermediario, quien en verdad se enriquecía, las reenviaba a los territorios de Israel y de Palestina, donde el estado de destrucción y reconstrucción eran permanentes y la demanda continua. Así era ese comercio: interminable en la medida en que interminable es la demencia humana y la necesidad de puertas para el campo. Como se dice ahora, extrapólese a los fabricantes de armas y otros y se entenderá mejor la magnitud del negocio.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 29 octubre 2023

domingo, 22 de octubre de 2023

Júbilo

            A punto de vencer el primer trienio desde que se jubilara de la vida nuestro amigo Hilario Franco, siempre él tan jubilar hasta el punto de vincular la Compostela con el Sacromonte en el nombre de su aventura editorial, cabe sacar a colación el juego de esa familia semántica con la que él, como con otros vericuetos de la lengua, hubiera hecho auténticos malabarismos. Nadie ha conseguido suplirlo en tales artes.

 

            El más prosaico de todos los términos vinculados a esa familia, y sin embargo el más celebrado posiblemente, es jubilarse, así, en conjugación reflexiva, como si uno se lo hiciese a sí mismo y lo ensalzara con júbilo, en lugar de ser materia de la edad que se evade o asunto de legislaciones categóricas. Acaba de jubilarse, por ejemplo, mi peluquero de toda la vida -Gavilanes, a la orilla de la Plaza Mayor- y nos hemos abrazado porque sabemos que hasta ahí hemos llegado después de treinta años de relación, mes a mes, pelo a pelo. Sí, en cierto modo él ha ganado su propio jubileo, pero los clientes peregrinamos desorientados a la búsqueda de otro peluquero de confianza, como cuando se te jubila el médico de familia que sabía de ti hasta el último relieve de tus intimidades orgánicas y tienes que volver a explicar el origen de todos tus dolores. Es una faena.

 

            A Hilario no lo hemos sustituido, evidentemente, es una casilla vacía para siempre en el mapa de la amistad y del saber. A diferencia de los médicos de familia y de los peluqueros (hablo en masculino pero se me entiende), los amores se suceden pero no se reemplazan nunca. Tampoco debieran reescribirse ni convertirlos en letras de canciones vulgares. Se les ha de honrar. Más aún cuando es la muerte bronca quien te los arrebata. Tres aniversarios van ya y tres columnas se han seguido en su memoria. Habrá más. No como la jubilación, que es única e irrepetible y quizá por eso se la festeja sin reconocer en ella el fin de algo sustancial. No sé, quizá tenga que aplaudirla yo también mañana como si me lo creyera.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 22 octubre 2023

domingo, 15 de octubre de 2023

Músicas

            Quiero hacerme eco de la entrevista que hace unos días firmó Beatriz G. Aranda con el músico Steven Wilson en un diario nacional. Dos o tres frases selectas de esta “megaestrella musical británica con menos estrellas”, como lo define The Guardian, son suficientes para describir, sin siquiera saber nada de música, este mundo nuestro tan intrincado.

 

            “A Spotify se suben 125.000 canciones cada día. Es absurdo”, señala Steven entre otras lindezas. Quiere eso decir que al menos hay 125.000 individuos que todos los días se sienten merecedores de ser escuchados. Sin pudor, sin más, porque lo valen. Y se supone que no son siempre los mismos todos los días, no, al día siguiente son otros nuevos 125.000 y así sucesivamente. Con toda franqueza, no es sólo absurdo, es insoportable. Porque esa magnitud creativa, supongamos que digna, es efímera por necesidad, no vive más allá de un tiempo leve, sólo genera ansiedad en uno y otro lado de la creación, no hay gozo, no hay posibilidad ni de realizar dos audiciones, es un soplo.

 

            ¿Imaginamos qué sucede con libros, pintura, fotografía o cualquier otra forma de expresión cultural? ¿Y lo que ocurre con los consumidores, llamémosles así, de esos productos?

 

            Y añade Wilson: “a menudo me pregunto cómo hacer canciones cuando hay una generación que sólo tiene una ventana de atención que dura 20 o 30 segundos”. Ésa es la pregunta, sí, y es a la vez la clave de lo efímero. No sólo naturalmente, pero con bastante protagonismo en el caos cultural. Si únicamente disponemos de medio minuto para degustar 125.000 propuestas musicales, cuál es el resultado, qué permanece y qué se evapora, con qué criterios.

 

            En fin, la vida digital democratiza en cierto modo el acceso a productos culturales, es cierto, pero no ofrece a cambio ni guía ni tiempo. Esos son dos conceptos analógicos perdidos para siempre en la historia e incompatibles con el reinado de lo pasajero, que es uno de los signos menos provechosos de esta edad. “Se te rompe el corazón”, concluye el músico.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 15 octubre 2023

domingo, 8 de octubre de 2023

Morcilla

            Escribió el poeta Ángel González: “Nada es lo mismo, nada permanece. / Menos la Historia y las morcillas de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten”.

 

            Recupero estos versos precisamente en el entorno de la exaltación de la morcilla leonesa, en el entorno de San Froilán, fiesta tradicional donde casi todo huele a ese embutido y no digo más. También en el entorno de las investiduras, cuyo aroma no se aleja mucho del anterior, aunque resulte un poco más sofisticado. Quiero decir que todo en ese protocolo, huela a lo que huela, resulta repetitivo. Tornamos a discutir sobre asuntos cansinos y las palabras no se sabe si son un eco o si suenan de verdad en ese preciso momento. No son nuevas, pero las habíamos casi archivado porque nos habían producido una mala digestión, como la de las morcillas con mucho picante. Y enfrentamos de nuevo en los discursos viejas y nuevas Españas, como se enfrenta en esta edad lo pasado y lo por llegar, una pugna decisiva, y ya demasiado larga, para saber qué será de los habitantes de estas tierras y del mundo entero. Pero no se atiende apenas a cuanto es fundamental para ese futuro, como si la fábrica de morcillas fuese interminable y como si ese alimento, inflación aparte, estuviese siempre al alcance de cualquiera; incluso de los que no comen cerdo. Comenta alguien cerca de mí que la oratoria ahora es infinitamente peor que la de otras épocas y creo que nos engañamos o que no leemos Historia. O que tenemos poca memoria. La sangre, como en la dichosa morcilla, siempre ha estado presente en todos los hemiciclos, propios y ajenos, si bien hemos de reconocer que en nuestro recuerdo solemos guardar tan solo a quienes hemos admirado alguna vez. Condicionan nuestra visión del presente, sus nombres sí que se repiten para bien, como el de los amores muertos o los lugares donde hemos soñado.

 

            Y escribió también Ángel González: “Otro tiempo vendrá distinto a éste. / Y alguien dirá: / Hablaste mal. Deberías haber contado / otras historias…”

 

Publicado en La Nueva Crónica, 8 octubre 2023

domingo, 1 de octubre de 2023

Federalismo

            Asomado a los conflictos territoriales, los mediatos y los inmediatos, los suaves y los ásperos, los reales y los inventados, cada vez parece más claro que el futuro será federal. O bien será un pretérito repetido y en permanente atolladero. De otro modo, el porvenir de España y de Europa pasa por una construcción federal. Y en esto, frente al inmovilismo de quienes anuncian falsas rupturas y predican temores y desigualdades de todo tipo, una posición política de progreso obliga a tirar de ese carro como seña que, además, identifica a esa opción conforme a los nuevos tiempos. Y ya vendrán después, no quepa duda, a subirse en ese mismo carro las posiciones conservadoras racionales, lo están ya aunque no lo confiesen; y de las otras ni hablamos. Simplificando mucho, ése es el panorama.

 

            En palabras del Catedrático en Ciencias Políticas Ramón Maiz: “resulta más necesario que nunca dotar a la España de las autonomías de un horizonte de expectativas; de un marco interpretativo que vaya más allá de la práctica cotidiana, en el que inscribir la gestión, las políticas públicas y las instituciones que sustentan nuestra democracia. Se requiere de un impulso político que supere la actual paralización del modelo y ofrezca un proyecto evolutivo a medio y largo plazo, que proporcione una visión estratégica sobre la futura ordenación territorial de España”.

 

            Más aún y más práctico, una fórmula federal supone, además, una forma de hacer política, un estilo político diferente, lo cual siempre será de agradecer frente a los modos tan trillados con que convivimos habitualmente, que no demuestran otra cosa más que el agotamiento del discurso en formas y en contenidos. También aportaría necesariamente un gobierno multinivel que para estas tierras leonesas (y otras, por supuesto), sea cual sea el mapa, supondría salir del eterno bucle con unas mínimas expectativas reales. Convendría, por tanto, ser vanguardia federal y no cola de un modelo autonómico enmohecido. Otro grave error de por aquí.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 1 octubre 2023

sábado, 30 de septiembre de 2023

XIV Premios Diálogo


        El dramaturgo y Premio Nacional de Literatura Dramática Paco Bezerra, reflexionando acerca de la censura que sufrió el pasado año su obra «Muero porque no muero», concluía que “la mejor manera de combatir el fascismo es con la cultura”. Si con él coincidimos cuantos estamos hoy aquí presentes para celebrar la cultura, convendremos también que éste es un acto antifascista y contrario a cualquier forma de censura. Es así en gran medida cuanto programa la Fundación Jesús Pereda de CCOO a lo largo y ancho de Catilla y León, lo era incluso antes de que las ultraderechas se pavonearán como sucede ahora. Cuando adoptamos el nombre Diálogo para estos premios, 14 años atrás, no podíamos suponer la perentoriedad que habría de tener la defensa del significado de esta palabra. Todo nos parecía tan obvio que incluso resultaba casi un término manido. Sin embargo, hoy, como todos sabemos bien, diálogo no es otra cosa que la antítesis de la barbarie.

 

       Por eso mismo, nos encontramos hoy en La Granja de San Ildefonso, como he dicho, para celebrar la cultura. Continuamos de este modo el camino que nos llevó antes, en otras entregas precedentes, a las localidades de Valladolid, de León, de Zamora, de Ávila, de Burgos y de Benavente, porque en esas ciudades o en sus alrededores habitan, en algunos casos habitaban, las personas que merecieron nuestro Premio Diálogo en la categoría individual, pues eso es al cabo lo que nos llevó a convertirlos en itinerantes. Como todo nuestro ser. Sin desmerecer a quienes integran la nómina de las otras modalidades reconocidas, donde se inserta por ejemplo la Asociación Paladio Arte que les sonará, nos gusta citar y que resuenen los nombres de las personas que fueron reconocidas antes de llegar aquí: el arqueólogo, entre entusiasmado y escéptico, Carlos Sanz Mínguez; la profesora, difusora cultura y generadora de conciencia social Catalina Montes; el cineasta galardonado el pasado año con la Espiga de Honor de la SEMINCI Chema Sarmiento; el pintor, diseñador gráfico y artista comprometido Manuel Jular; el no menos comprometido con todas las causas, muralista y babiano por excelencia Manuel Sierra; la periodista con la voz más calmada que haya existido Rosa María Mateo; el etnógrafo Luis Díaz de Viana y el folclorista Eliseo Parra, que nos han enseñado al alimón la ruta para musicalizar estas galas; el historiador y muy combatiente político Serafín de Tapia; la también profesora y activista por la igualdad Sara Tapia; el contador de cuentos y trasmisor de emociones José Luis Gutiérrez, Don Guti; el más que divulgador de historias Jesús Anta; y la enorme gestora cultural María Calleja. Pues bien, a esta serie admirable de nombres se unirá en unos instantes la ilustradora Celia Uve, de la que luego se dirá lo que proceda.

 


       Nuestra intención es doble al resaltar este inventario. Por un lado, ofrecen testimonio de quién es la Fundación Jesús Pereda y en qué pasillos se mueve; también, naturalmente, con quiénes nos paseamos por esos pasillos. Esto es importante porque son nuestra seña de identidad. Y, por otro lado, nos muestran por qué y para qué existen unos premios como éstos, que son más simbólicos que materiales, que no compiten con otros galardones quizá más enjundiosos, que no se entregan un 23 de abril, pero que son a la postre el álbum cultural más atinado seguramente de esta Comunidad Autónoma. Sin servidumbres ni peajes.

 

       Porque estos premios, por si todavía no se había advertido, nacieron y se prolongan en el tiempo con el objetivo de reconocer la labor de aquellas personas y entidades del mundo de la cultura que hayan favorecido el avance social y cultural en nuestra Comunidad Autónoma. Ese vestido social y cultural es sustancial en las decisiones que toman nuestros jurados. Y ese maridaje define a la perfección todo el entramado. Incluso el de este acto en el que desembocamos cada año, cuyo tono, tempo y estilo marcan casi siempre nuestras amigas de Valquiria, a quienes tanto estimamos.

 

       Así que vayamos con los agradecimientos, que es algo inevitable en estas fiestas. Gracias, por supuesto, al Ayuntamiento de La Granja de San Ildefonso, que nos ha cedido este espacio, y a quienes en él hoy trabajan para que podamos los demás disfrutar del mismo. Gracias a quienes intervienen en el show: Valquiria, claro, Rodrigo Martínez, los técnicos escondidos, mis compañeras de trabajos, Visual Creative y Luis Álvarez Blanco, creador de la obra que recibirán las personas premiadas. Gracias, naturalmente, a nuestros compañeros y compañeras de Comisiones Obreras de Segovia; a María Antonia Sanz y a Marcos Tarilonte, que fue la una y es el otro miembros del patronato de la fundación; a su Secretario General, Alejandro Martínez, que ha luchado con ahínco para que llegásemos aquí; a Teresa Santos, que nos ha abandonado hace unos meses a causa de esos maltratos a los que nos somete el gobierno de la Junta de Castilla y León y que fue entusiasta colaboradora en nuestro archivo; y, faltaría más, muchas gracias de nuevo a todos ustedes.

 

       En fin, vayamos concluyendo, que hay cosas mucho más importantes que estas palabras. Citábamos a Paco Bezerra y su obra censurada al principio de esta intervención. Pues bien, ya que tenemos a Santa Teresa de Jesús a tiro, recordaremos algo que ella sentenció hace siglos y que permanece en nuestro pensamiento: “el miedo -dijo- es el demonio”. Cuidado, por tanto, con esos miedos a los que nos incitan porque son la célula madre del mal. En España el mal procede siempre del miedo y del caciquismo. Hay antídoto, no lo duden, se llama cultura.

 


Texto leído en la entrega de los XIV Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, La Granja de San Ildefonso,

29 septiembre 2023

domingo, 24 de septiembre de 2023

Tomografía

            Hace una semana la medicina me regaló una tomografía de coherencia óptica. Desde los cuatro años en manos de oculistas, como se decía entonces, y no había tenido tal fortuna. O desgracia, según se mire (nunca mejor dicho). Tuve, sí, la fortuna de ser atendido desde aquel lejano entonces y en diversos episodios, más o menos graves, en la sanidad pública. En lo verdaderamente grave me trató un oftalmólogo a quien recuerdo con profundo respeto y cariño, Fernando Salgado. Hombre inmenso en todos los sentidos, era difícil imaginarlo en el manejo de la cirugía ocular más fina con la que intentó remendar mis retinas y que, llegado el momento, cuando reconoció que el tejido se nos resistía, me envío al Hospital de Cruces, en Bilbao, donde remataron el bordado. También en la sanidad pública vasca.

 

            Mi madre, que en esto de los cuidados era un poco excesiva, quiso contrastar el buen o mal estado final de mis ojos con la opinión de una clínica de prestigio, privada por supuesto: la Clínica Barraquer. Allí fuimos y allí vivimos la humillación mayor que hubiéramos sentido ella y yo en una consulta médica. Sencillamente, ni procedíamos de Arabia Saudí ni éramos famosos tipo Montserrat Caballé, a quien lucen todavía en una de sus webs, es decir, no contribuíamos al brillo público del negocio, éramos de León. Fuimos simples clientes y punto. A buen precio. Con un diagnóstico para el que no hacía falta alforjas. Al menos, eso sí, nos paseamos por Barcelona.

 

            Desconozco el precio de una tomografía y la de otros instrumentos, casi siempre luminosos, que conviven regularmente con mis ojos turbios. No sé el precio de las lentes que llevo implantadas ni el valor de las numerosas horas dedicadas a mi artesanía visual. Sé que se paga con impuestos y que se lo debo al sistema público de salud en la vertiente territorial que sea, federal muy pronto con toda probabilidad. Y sé que de otro modo ni yo ni muchísimas otras personas, la inmensa mayoría, podríamos haber soportado ni soportar ese gasto.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 24 septiembre 2023

domingo, 17 de septiembre de 2023

DANA

            DANA suena a yogur pero no lo es. No está claro lo que es, pero suena mucho, sobre todo en este mes de septiembre situado en el tránsito entre verano y otoño, es decir, en pleno trastorno del tiempo entre estaciones. Algo tendrá eso que ver, por tanto, con el acrónimo. Lo que ocurre es que hay quien se empeña en desentrañarlo y se lía, así que se nombra con absoluta naturalidad como si todo individuo supiera de qué se está hablando. Entre los que se lían, figura un presentador de informativos que habla de una Depresión de Altos Niveles de Aire. No todo presentador o presentadora desvaría, aunque todos ellos se sirven del presunto yogur y se lo meriendan en medio de las noticias. En suma, nadie habla de gotas frías, que era un nombre mucho más sugerente, más evidente acaso, más simple, y, sin embargo, nos convierten con su vocabulario en auténticos hombres o mujeres del tiempo con varios másteres en Meteorología a cuestas. En fin, tonterías de las apariencias.

 

            Poco nos resuelve, sinceramente, consultar en la red para conseguir un poco de claridad: “una DANA es una depresión cerrada en altura que se ha aislado y separado completamente de la circulación asociada al chorro y que se mueve independientemente de tal flujo llegando, a veces, a ser estacionaria o incluso retrógrada”, dice una de las definiciones en el buscador y ahí queda eso. Harían falta másteres en Filología para interpretarlo. En fin, barbaridades en el uso de la lengua.

 

            El caso es que llovió, llueve, lloverá, a veces a cántaros. Echo de menos esa lluvia fina y sostenida que nos empapa mansamente y asegura el tempero, aunque auguran que en esta edad triunfarán los extremos. Los vivimos ya. Quizá por eso mismo nos escondemos detrás de una terminología abstrusa, que manejamos no obstante con soltura, para concordar con esa realidad inextricable. Como este adjetivo. La DANA es, por definición, algo inextricable también, por más que todos sintamos en algún punto de la vida esa depresión aislada en niveles altos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 17 septiembre 2023