Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 30 de abril de 2023

Divinidad

            Salvo que se tenga un huerto o una afición imaginativa del tipo armar maquetas, pintar cuadros o tocar la armónica, nada nos acerca más a la condición divina que el trabajo. Divinos en cuanto creativos. Porque el trabajo, cualquier trabajo, hasta el más mecánico y adocenado, tiene siempre un ingrediente de inventiva que nos permite ser protagonistas de alguna suerte de creación o de transformación notable de la realidad, del mundo. Cuestión aparte es la condición digna o indigna del desempeño laboral, que es materia legislable o negociable y desde luego más que mejorable, pero lo que no se puede negar es que prácticamente cualquier oficio es un arte y, como tal, un acto tanto de ingenio como de creación. En este segundo sentido, y casi también en el primero, el trabajo nos convierte en dioses sin necesidad de pugnar por el fuego como Prometeo ni de desafiar a la divinidad comiendo el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal. No hace falta tanto.

 

            Así pues, el trabajo es ante todo un acto noble. Lo reconocemos así sobre todo cuando elegimos el campo semántico de la labor, mucho más jugoso, y nos damos cuenta de que cuanto hacemos en la vida laboral emparenta con colaborar, que es un verbo nada competitivo. Frente a esa veta honorable se alza la blasfemia de la esclavitud, la trata, la explotación e incluso la auto-explotación, todo cuanto es innoble en ese mundo y que enlaza con la etimología de la palabra trabajo, del latín tripalium, un instrumento de tortura. En suma, siempre nuestra vida a medio camino entre el infierno y el paraíso, entre dioses y demonios.

 

            Son digresiones propias de un sindicalista en el día previo al Internacional del Trabajo, ese 1 de mayo al que tantos sentidos se le han buscado históricamente, aunque no figure entre ellos el de la divinidad. Pero no es descabellado pensar así cuando el trabajo cotiza hoy a la baja en la bolsa de valores humanos. Nos refuerza más como personas que cualquier otra publicidad institucional.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 30 abril 2023

jueves, 27 de abril de 2023

De lo digital al envejecimiento

En el 15º aniversario de leonoticias 


     Con la perspectiva que nos otorga el tiempo, no es difícil concluir ahora que el nacimiento de leonoticias, allá por 2007, certificó en cierto modo la entrada en una nueva edad histórica, la edad digital y tecnológica. Al menos fue así en lo relativo a este entorno nuestro, pues no cabe duda de que fue aquella una iniciativa pionera en el ámbito de los medios de comunicación locales. Por eso mismo la recibimos con tanta curiosidad como entusiasmo e hicimos de su consulta una nueva costumbre cotidiana por lo que a la atención a las noticias inmediatas se refiere. Ahora bien, ese mismo tiempo transcurrido, esos quince años, que en otra edad no hubiesen sido nada, se convierten ya en esta actualidad en todo un mundo, habida cuenta de las transformaciones y acontecimientos históricos que nos ha tocado vivir en ese tránsito.

 

            Si atendemos a los medios, lo digital se ha multiplicado de forma sobresaliente y ya casi reina entre nosotros, por más que los nostálgicos del papel continuemos buscando con interés los soportes clásicos. En suma, la abundancia y la competencia ha hecho del mundo digital una selva, donde sigue siendo necesario, como en el periodismo de siempre, buscar y reconocer el crédito y la profesionalidad para ser fieles a una marca digamos de cabecera. En ese sentido, leonoticias sigue teniendo ventaja quince años después y por ello felicitamos a quienes se arriesgaron entonces y a quienes siguen haciéndolo hoy en día.

 


            Si, por otro lado, atendemos al mundo, cuanto nos ha ocurrido en los últimos quince años nos supera y nos desconcierta: crisis financieras y económicas globales, volcanes, pandemias, gobiernos de coalición, resurgir de los movimientos y del pensamiento de ultraderecha, guerras y hasta astronautas de aquí al lado. ¡Como para no estar desconcertados! Quiere eso decir que no es fácil valorar lo ocurrido fuera del asombro, pues cualquier comparación con el tiempo anterior es prácticamente imposible. Los cánones han cambiado. De ahí que la información se nos vuelva a hacer imprescindible, no cualquier información, sino aquella que se sujeta sobre el rigor. Ése es el reto actual del periodismo y, por tanto, también de leonoticias.

 

            Lo único que no ha cambiado alrededor nuestro ha sido el envejecimiento, así en lo personal como en lo colectivo. Lo personal es inevitable, lo colectivo sólo es signo de un mal larguísimo de esta tierra. Basta mirar alrededor para reconocer el agravamiento de ese mal, que viene de lejos no obstante, por más que últimamente sean más los que en ello se fijan y hacen de ello bandera de agravios y comparaciones. Recuerdo ahora que en el año 2004 yo mismo, al acceder a la secretaría general de CCOO en León, mencionaba el problema demográfico como el mayor desafío de la provincia y me proponía, iluso, tratar de remediarlo en lo que estuviera a nuestro alcance. Pienso ahora que lo único que está en verdad a nuestro alcance, y poco, es estabilizar esas cifras adversas para soñar con el día en que regrese el crecimiento. Lo primero es posible; lo segundo depende, me temo, de dinámicas globales menos gobernables.

 

Publicado en Almanaque leonoticias 15 años, abril 2023

domingo, 23 de abril de 2023

Comunidad

            No deja de ser paradójico que cuando pensamos hoy en el término comunidad lo primero que se nos viene a la cabeza es la Comunidad de Madrid, el modelo político de lo individual por antonomasia, o la comunidad de vecinos, por lo general un verdadero guirigay. No, poco tiene que ver ese concepto actual, esas referencias que se nos ocurren, con el auténtico y primer significado de la palabra: cualidad de común. ¿Y qué es común? Pues, dicho de una cosa, que, no siendo privativamente de nadie, pertenece o se extiende a varios. He ahí la comunidad sin más añadidos.

 

            Si lo analizamos en un sentido social, no somos comunidad por llevar banderitas en las muñecas, sino porque tenemos derechos que compartimos. De tal manera que, cuando yo enfermo, me protegen los demás, y, cuando alguien de esos demás se pone enfermo, lo protegemos; y cuando uno se jubila tiene una pensión suficiente; y cuando uno se queda en el desempleo tiene una prestación digna. En suma, hay que elegir entre la comunidad o la jungla. Una jungla donde el problema nos lo genera el que es más oscuro, el que es más pobre, el que ama de otra manera o el que vive su vida a su modo. Elegir, sí, entre la estrategia del odio para señalar el culpable en el débil o un modelo basado en un contrato social de comunidad.

 

            Pienso en ello en el Día de esta Comunidad, ese ente extraño del que no obstante dependen en buena medida algunos de los derechos que antes se han enunciado. No todos, pero también algunos otros así mismo importantes. Por eso, se compartan o no la geografía, la historia o el santoral, lo cierto es que no es un día cualquiera para quienes aquí habitamos. Al fin y al cabo, es el lugar físico donde se suscribe el contrato social, se reclama y se defiende, según situaciones; y un día como éste, banderas y pendones aparte, si sirve para algo, es precisamente para poner de relieve la debilidad de dicho contrato frente a un gobierno de ultraderecha, unirnos en lo común de la comunidad y trabajar por otra política.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 abril 2023

domingo, 16 de abril de 2023

Hígado

            Lo último que de mí le ha interesado a la medicina es el hígado, esto es, mi centro de tratamiento de residuos y otras fiestas. La especialista en digestivo, regateando lo que de fondo me había llevado a ella, se empeñó en que yo era un bebedor y que quería conocer el estado de mi hígado. Como no se fiaba de mí, y supongo que tampoco de ella misma, le encargó a una radióloga que mediara en el asunto con una ecografía y fue esta última la que, mientras me palpaba la barriga y observaba la víscera sospechosa en su pantalla, me susurro al oído: estese tranquilo, no hay nada de que preocuparse. Esta semana regresé a la consulta de digestivo, después de seis meses en la lista de espera, para que me confirmara al fin si bebo lo que bebo o lo que ella creía que bebía. En seis meses mi grado de alcoholismo podía haberse disparado hasta llevarme al borde de la cirrosis. Pero no, parece ser que no, todavía no soy un alcohólico, aunque sí un gran fabricante de ferritina.

 

            Comprendo que la medicina es prosaica y diagnostica en principio de acuerdo con groseras sospechas: antes la edad y el tabaco, ahora el alcohol, pronto el sexo y el ateísmo. Quizá por eso la telepredicadora evangelista del clan Feijoo, quien fuera en su día Consejero de Sanidad y Secretario General de Asistencia Sanitaria, achaca la explosión de los volcanes a nuestro pecados. Y comprendo también que la medicina no tiene que ser poética y que para qué iba a explicar el presunto mal del hígado (más bien de la sangre) a causa de un antepasado berberisco, de aquellos que pirateaban a sus anchas por el Mediterráneo en eras no globales, y que se dedicó a expandir por sus orillas una enfermedad con nombre marinero: talasemia. Es una herencia de mi madre no como otra cualquiera, pues me lleva a tenerla presente, para bien, cada vez que me cuento los glóbulos rojos o cuando me acaricio el abdomen a la altura del hígado. Evidentemente, la relación lírica con las madres transita a veces por caminos muy insospechados.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 abril 2023

domingo, 9 de abril de 2023

Bacalao

            Vista a toro pasado la semana santa y en plan observador impertinente, muy poco es ya reconocible de cuanto fue en este nuevo parque temático de nuestros días: del recogimiento opresivo al desmesurado espectáculo hay un trecho enorme que lo ha mudado todo y apenas si nos permite identificar cuanto en un tiempo fuimos. Al margen del rizo del rizo procesional, donde cada cual sabrá lo que de religioso persigue y lo que de turista encuentra, permanece si acaso el envolvente del rito, es decir, lo que nos venía dado por añadidura. Los sabores, por ejemplo; y, de entre ellos, tres por antonomasia: el bacalao, las torrijas y la limonada. Los dos últimos me resultaron siempre empalagosos y más bien rayanos con una lujuria impropia para las fechas. Sin embargo, el bacalao, que venía precedido por una cuarentena de garbanzos viudos, se convertía casi en un festín divino para los parias más descreídos. Y así sigue siendo, por fortuna, a pesar de los excesos formalistas de la gastronomía actual y de la inflación. En realidad, lo del bacalao y otras viandas se nos fue complicando por culpa de Elena Santonja y de Manuel Vázquez Montalbán con sus vicios culinarios televisivos y escritos. Muchos descubrieron entonces las cazuelas y fue su manera de huir del desencanto para no retornar nunca al compromiso. Quizá se les quemó el sofrito. Olvidaron incluso cómo cocinaban sus madres el bacalao de viernes santo para consagrarse finamente a los buñuelos con mahonesa o a los timbales con pimientos asados: auténticas blasfemias en realidad. Porque el bacalao, en el fondo, era la gloria para los pobres, más o menos como las carrilleras, el chicharro o las sopas de ajo: manjares exquisitos por sí solos sin más aditamentos floridos, sin más gasto superfluo, sin más que llevarse a la boca. Un huevo cocido si acaso y salsa en abundancia donde mojar. Pura austeridad pasional. El polo opuesto del cromatismo de los supermercados y de la prosa incomprensible en las cartas de restaurantes modernos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 abril 2023

domingo, 2 de abril de 2023

Astenias

            Si me dan a elegir entre la astenia y la neurastenia, me quedo con esta última en la versión sesentera de Los Salvajes, que no era más que una readaptación de otra canción original de los Stones. Sin embargo, la dichosa primavera generaliza e impone el primero de los términos mientras que el segundo nos parece más que anticuado. Sea como sea, ni uno ni otro reinan en el vocabulario común de hoy.

 

            A pesar de ello, por paradójico que nos parezca, pocas expresiones como estas dos se nos presentan tan vivas en la actualidad, aunque quizá no siempre pegadas a sus significados primeros. Si decimos que la sociedad en su conjunto atraviesa un estado neurasténico no podríamos encontrar mejor descripción: neurosis, cansancio, ansiedad. Y si decimos que los individuos viven momentos asténicos prolongados tampoco erraríamos el tiro: lasitud, atonía, debilidad, lentitud psíquica. En suma, tanto en uno como en otro mal, falta de fuerza en todo su espectro.

 

            Lo cual que, anémicos por un igual sujetos y colectivos, resulta que ni son tiempos para la lírica ni lo son para la épica. Si acaso para la dramática, que parece ser, sí, el género triunfante en esta edad. Casi todo es representación o simulacro y los personajes que nos creamos se imponen sobre las personas que fuimos en medio de un escenario siempre aparente. Así en lo público como en lo privado. Quienes pugnan por lo lírico apenas superan el umbral de la egolatría. Salvo los que cantan su intimidad sentimental, que son más bien onanistas extravagantes. Y quienes lo hacen por lo épico casi ni son capaces de alzarse sobre la realidad. Salvo los franceses, que siempre se han considerado grandiosos revolucionarios sin reconocer que no dejan de ser pequeñoburgueses. ¡Como para no sentirnos asténicos!

 

Tal que creaciones de Pirandello, deambulamos en busca de autor, que es realmente lo que nos corresponde en cuanto seres humanos del ahora, mientras tarareamos una vieja canción de los años sesenta: “ten cuidado con la neurastenia”.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 2 abril 2023