Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 29 de octubre de 2023

Guerras

            ¿Cuándo concluyó la guerra, o lo que sea, entre Rusia y Ucrania? Por lo que se observa en los diferentes telediarios, eso debió de ocurrir en torno al 7 de octubre, coincidiendo con el inició del nuevo episodio de combates entre los bárbaros de Oriente Próximo. Desde esa fecha apenas si hay noticias referidas al enfrentamiento eslavo, que parece darse por caducado desde el punto de vista del interés general. Es decir, una guerra sustituye a otra guerra y así sucesivamente. Eso es la historia.

 

            Puestos a comparar, no eran pocos los que preveían que el siglo XXI y la nueva edad histórica serían probablemente un siglo y una edad de paz si atendíamos a las violencias terribles vividas en el XX. Es verdad que un par de guerras mundiales y otro par de estallidos atómicos no eran escaso bagaje, pero, transcurrido casi un cuarto del presente siglo, los nombres de la locura se suceden sin interrupción: Afganistán, Irak, Siria, Ucrania, Palestina… por citar sólo los más relevantes, esto es, los más televisivos. Sobre otros apenas si recibimos pequeños flashes que pasan casi desapercibidos. Y en cuanto a lo atómico, es verdad que sólo hay ruido, aunque sea un ruido persistente y amenazador siempre si se tienen en cuenta los dedos colocados sobre el botón fatal: Vladimir, Donald, Benjamín… esos grandes humanistas.

 

            En fin, hay quien se pregunta a quién beneficia todo esto de las guerras. Contaré una anécdota menor al respecto. Mi amigo Hilario Franco se dedicó durante un tiempo a exportar puertas desde Villacañas a San Petersburgo. Desde allí, un mercader intermediario, quien en verdad se enriquecía, las reenviaba a los territorios de Israel y de Palestina, donde el estado de destrucción y reconstrucción eran permanentes y la demanda continua. Así era ese comercio: interminable en la medida en que interminable es la demencia humana y la necesidad de puertas para el campo. Como se dice ahora, extrapólese a los fabricantes de armas y otros y se entenderá mejor la magnitud del negocio.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 29 octubre 2023

domingo, 22 de octubre de 2023

Júbilo

            A punto de vencer el primer trienio desde que se jubilara de la vida nuestro amigo Hilario Franco, siempre él tan jubilar hasta el punto de vincular la Compostela con el Sacromonte en el nombre de su aventura editorial, cabe sacar a colación el juego de esa familia semántica con la que él, como con otros vericuetos de la lengua, hubiera hecho auténticos malabarismos. Nadie ha conseguido suplirlo en tales artes.

 

            El más prosaico de todos los términos vinculados a esa familia, y sin embargo el más celebrado posiblemente, es jubilarse, así, en conjugación reflexiva, como si uno se lo hiciese a sí mismo y lo ensalzara con júbilo, en lugar de ser materia de la edad que se evade o asunto de legislaciones categóricas. Acaba de jubilarse, por ejemplo, mi peluquero de toda la vida -Gavilanes, a la orilla de la Plaza Mayor- y nos hemos abrazado porque sabemos que hasta ahí hemos llegado después de treinta años de relación, mes a mes, pelo a pelo. Sí, en cierto modo él ha ganado su propio jubileo, pero los clientes peregrinamos desorientados a la búsqueda de otro peluquero de confianza, como cuando se te jubila el médico de familia que sabía de ti hasta el último relieve de tus intimidades orgánicas y tienes que volver a explicar el origen de todos tus dolores. Es una faena.

 

            A Hilario no lo hemos sustituido, evidentemente, es una casilla vacía para siempre en el mapa de la amistad y del saber. A diferencia de los médicos de familia y de los peluqueros (hablo en masculino pero se me entiende), los amores se suceden pero no se reemplazan nunca. Tampoco debieran reescribirse ni convertirlos en letras de canciones vulgares. Se les ha de honrar. Más aún cuando es la muerte bronca quien te los arrebata. Tres aniversarios van ya y tres columnas se han seguido en su memoria. Habrá más. No como la jubilación, que es única e irrepetible y quizá por eso se la festeja sin reconocer en ella el fin de algo sustancial. No sé, quizá tenga que aplaudirla yo también mañana como si me lo creyera.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 22 octubre 2023

domingo, 15 de octubre de 2023

Músicas

            Quiero hacerme eco de la entrevista que hace unos días firmó Beatriz G. Aranda con el músico Steven Wilson en un diario nacional. Dos o tres frases selectas de esta “megaestrella musical británica con menos estrellas”, como lo define The Guardian, son suficientes para describir, sin siquiera saber nada de música, este mundo nuestro tan intrincado.

 

            “A Spotify se suben 125.000 canciones cada día. Es absurdo”, señala Steven entre otras lindezas. Quiere eso decir que al menos hay 125.000 individuos que todos los días se sienten merecedores de ser escuchados. Sin pudor, sin más, porque lo valen. Y se supone que no son siempre los mismos todos los días, no, al día siguiente son otros nuevos 125.000 y así sucesivamente. Con toda franqueza, no es sólo absurdo, es insoportable. Porque esa magnitud creativa, supongamos que digna, es efímera por necesidad, no vive más allá de un tiempo leve, sólo genera ansiedad en uno y otro lado de la creación, no hay gozo, no hay posibilidad ni de realizar dos audiciones, es un soplo.

 

            ¿Imaginamos qué sucede con libros, pintura, fotografía o cualquier otra forma de expresión cultural? ¿Y lo que ocurre con los consumidores, llamémosles así, de esos productos?

 

            Y añade Wilson: “a menudo me pregunto cómo hacer canciones cuando hay una generación que sólo tiene una ventana de atención que dura 20 o 30 segundos”. Ésa es la pregunta, sí, y es a la vez la clave de lo efímero. No sólo naturalmente, pero con bastante protagonismo en el caos cultural. Si únicamente disponemos de medio minuto para degustar 125.000 propuestas musicales, cuál es el resultado, qué permanece y qué se evapora, con qué criterios.

 

            En fin, la vida digital democratiza en cierto modo el acceso a productos culturales, es cierto, pero no ofrece a cambio ni guía ni tiempo. Esos son dos conceptos analógicos perdidos para siempre en la historia e incompatibles con el reinado de lo pasajero, que es uno de los signos menos provechosos de esta edad. “Se te rompe el corazón”, concluye el músico.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 15 octubre 2023

domingo, 8 de octubre de 2023

Morcilla

            Escribió el poeta Ángel González: “Nada es lo mismo, nada permanece. / Menos la Historia y las morcillas de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten”.

 

            Recupero estos versos precisamente en el entorno de la exaltación de la morcilla leonesa, en el entorno de San Froilán, fiesta tradicional donde casi todo huele a ese embutido y no digo más. También en el entorno de las investiduras, cuyo aroma no se aleja mucho del anterior, aunque resulte un poco más sofisticado. Quiero decir que todo en ese protocolo, huela a lo que huela, resulta repetitivo. Tornamos a discutir sobre asuntos cansinos y las palabras no se sabe si son un eco o si suenan de verdad en ese preciso momento. No son nuevas, pero las habíamos casi archivado porque nos habían producido una mala digestión, como la de las morcillas con mucho picante. Y enfrentamos de nuevo en los discursos viejas y nuevas Españas, como se enfrenta en esta edad lo pasado y lo por llegar, una pugna decisiva, y ya demasiado larga, para saber qué será de los habitantes de estas tierras y del mundo entero. Pero no se atiende apenas a cuanto es fundamental para ese futuro, como si la fábrica de morcillas fuese interminable y como si ese alimento, inflación aparte, estuviese siempre al alcance de cualquiera; incluso de los que no comen cerdo. Comenta alguien cerca de mí que la oratoria ahora es infinitamente peor que la de otras épocas y creo que nos engañamos o que no leemos Historia. O que tenemos poca memoria. La sangre, como en la dichosa morcilla, siempre ha estado presente en todos los hemiciclos, propios y ajenos, si bien hemos de reconocer que en nuestro recuerdo solemos guardar tan solo a quienes hemos admirado alguna vez. Condicionan nuestra visión del presente, sus nombres sí que se repiten para bien, como el de los amores muertos o los lugares donde hemos soñado.

 

            Y escribió también Ángel González: “Otro tiempo vendrá distinto a éste. / Y alguien dirá: / Hablaste mal. Deberías haber contado / otras historias…”

 

Publicado en La Nueva Crónica, 8 octubre 2023

domingo, 1 de octubre de 2023

Federalismo

            Asomado a los conflictos territoriales, los mediatos y los inmediatos, los suaves y los ásperos, los reales y los inventados, cada vez parece más claro que el futuro será federal. O bien será un pretérito repetido y en permanente atolladero. De otro modo, el porvenir de España y de Europa pasa por una construcción federal. Y en esto, frente al inmovilismo de quienes anuncian falsas rupturas y predican temores y desigualdades de todo tipo, una posición política de progreso obliga a tirar de ese carro como seña que, además, identifica a esa opción conforme a los nuevos tiempos. Y ya vendrán después, no quepa duda, a subirse en ese mismo carro las posiciones conservadoras racionales, lo están ya aunque no lo confiesen; y de las otras ni hablamos. Simplificando mucho, ése es el panorama.

 

            En palabras del Catedrático en Ciencias Políticas Ramón Maiz: “resulta más necesario que nunca dotar a la España de las autonomías de un horizonte de expectativas; de un marco interpretativo que vaya más allá de la práctica cotidiana, en el que inscribir la gestión, las políticas públicas y las instituciones que sustentan nuestra democracia. Se requiere de un impulso político que supere la actual paralización del modelo y ofrezca un proyecto evolutivo a medio y largo plazo, que proporcione una visión estratégica sobre la futura ordenación territorial de España”.

 

            Más aún y más práctico, una fórmula federal supone, además, una forma de hacer política, un estilo político diferente, lo cual siempre será de agradecer frente a los modos tan trillados con que convivimos habitualmente, que no demuestran otra cosa más que el agotamiento del discurso en formas y en contenidos. También aportaría necesariamente un gobierno multinivel que para estas tierras leonesas (y otras, por supuesto), sea cual sea el mapa, supondría salir del eterno bucle con unas mínimas expectativas reales. Convendría, por tanto, ser vanguardia federal y no cola de un modelo autonómico enmohecido. Otro grave error de por aquí.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 1 octubre 2023