Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 29 de agosto de 2021

Encuentros

 

            A punto de agostarse agosto, repasamos mentalmente cuanto nos ha ofrecido el verano que se escapa y tratamos de extraer de ello el jugo que nos alimente en los meses próximos. Es un ritual necesario, las vacaciones no son solamente ocio y desahogo, también en ellas hay, debe haber, provisión.

 

            A mi modo de ver, el principal suministro nos proviene de los encuentros recuperados, también de los desencuentros a veces. Al fin y al cabo, esta estación favorece un ir y venir que siempre reconforta. Se puede huir a las Maldivas para no toparse con nadie conocido, por supuesto, y que nada nos hable de nuestro ser corriente. En tal caso, los vacíos permanecerán vacíos otro año más y la ruta de las emociones no la compensarán todas las playas del Índico juntas. No importa tanto adónde voy como con quién me encuentro en el viaje. Es una opción personal. Como la de aprovechar el recreo para cuidar lo descuidado.

 

            En consecuencia, destaco aquí mi reencuentro con el Monasterio de Sandoval. Después de décadas, retorné a las piedras escondidas entre los maizales y las descubrí habitadas por una exuberancia de manifestaciones artísticas agrupadas bajo el título de “Palimpsesto”. Como aquellas tablillas reaprovechadas, también las piedras hablaban ahora otro lenguaje y otros eran los estímulos que recibía el visitante mediante esa comunión entre ruina y modernidad. Es verdad que muchas de las piezas eran ya conocidas, otro reencuentro por tanto, aunque luciesen de forma inesperada y uno llegase a pensar que les vendría bien peregrinar más allá de los límites de esta provincia, a otros monasterios, a otras playas, a otros maizales que también las  merecen.

 

            Desde otra perspectiva, siento que ese debiera ser el objetivo de la gestión cultural: en primer lugar alentar el encuentro entre las formas y en segundo servirles de canal para su ensanchamiento más allá de los límites naturales. En Sandoval encontré una parte de ese plan. Ahora se hace preciso superar otras fronteras provincianas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 29 agosto 2021

domingo, 22 de agosto de 2021

Ciclismo

 

            Se tenga o no afición al ciclismo, habrá que reconocer que la retransmisión televisiva de este tipo de competiciones reúne intereses que van más allá de lo puramente deportivo. Sin duda porque se trata de un espectáculo, como casi todo lo que se asoma a las pantallas, y por eso el envoltorio acaba siendo en muchos casos más relevante que el contenido mismo de lo emitido. También porque su ritmo cansino en ocasiones, la repetición de comentarios y el sinfín de etapas tan parecidas entre sí animan y arrullan la siesta de muchos espectadores, lo cual no es despreciable. Finalmente, porque contribuye como pocas emisiones a lo que yo defino como turismo desde el pasillo de casa, es decir, sentirse parte de esos recorridos por donde discurren las grandes vueltas.

 

            En esto último también hay intereses y revelaciones más que pintorescas. Ni el Tour, ni el Giro, ni la Vuelta realzan los mismos testimonios del paisaje y de las localidades situadas en el itinerario. Por ejemplo, en la actual edición de la Vuelta a España sorprende la abundancia de imágenes y explicaciones sobre construcciones religiosas frente a otro tipo de monumentos (viejos castillos aparte, casi todos ellos arruinados): catedrales, iglesias, ermitas, santuarios, monasterios, basílicas y todo tipo de edificios de esa naturaleza parecen ser los únicos elementos arquitectónicos reseñables en este país. Incluso un arzobispo, el de Burgos, participó dicharachero en la gala de presentación de la Vuelta y un abad, el de Silos, cortó la cinta del inicio de una de las etapas. No hay un capellán exclusivo para estos eventos, pero poco falta.

 

            Se pretenda tal o no, esto forma parte así mismo del nacionalcatolicismo rampante en estos momentos en España. En casi todo momento más bien, lo cual no resulta ya tan vistoso ni circunstancial. Esa reiteración de imágenes religiosas en una prueba ciclista, o en otras expresiones deportivas donde también son comunes, no es gratuita. Sirve a un dios que no habita en los cielos.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 22 agosto 2021

domingo, 15 de agosto de 2021

Grandeza

            Desde Babel los seres humanos confundieron grandeza con tamaño y así nos va. No necesitaba Babilonia una torre desmesurada para engrandecerse, del mismo modo que no requieren otros lugares menores y más cercanos inventar artilugios para aparecer en los libros de los récords, pues ya son grandes en sí mismos con solo mirar alrededor.

 

            Sin embargo, la obsesión por conquistar público turista, es decir, público que por lo general solo hace fotos y no mira alrededor, ha llevado a las localidades leonesas de Riaño y de Burón a inventarse un columpio y un banco precisamente para hacerse fotos, como si el decorado natural no fuese suficiente por sí solo. El columpio, dicen, es el más alto de España, dos grandes tijeras  de roble de unos ocho metros, y el banco, con cuatro metros de altura, resulta ser el más grande de la provincia. Tonterías de este tipo harán las delicias seguramente de niños y de niñas y de otras gentes infantilizadas, pero nada añaden en verdad a los paisajes y a otras grandezas con los que pretenden competir. Salvo que convengamos que el turismo, convertido en solución no se sabe bien de qué, nos atolondra a todos hasta la total confusión. Como a los constructores babélicos.

 

            El culto obsesivo por el tamaño suele producir disparates, como pudieron comprobar precisamente los descendientes de Noé al dedicarse a la arquitectura sin venir a cuento. Lástima que no haya un dios para poner en su sitio, por ejemplo, a los urdidores del edificio más alto de la comunidad autónoma, la llamada Torre de la Rosaleda, en Ponferrada, con toda probabilidad también el edificio más desgraciado de esta misma comunidad y parte del extranjero. Tampoco la grandeza de la comarca berciana necesitaba afrentas de ese calibre para ser conocida y visitada incluso por turistas. Sin descartarlo del todo, muy mal gusto habrán de tener estos últimos si eligen esa extravagancia como fondo para sus fotografías. Y es que seguramente el tamaño importa, pero menos que la nobleza y la dignidad.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 15 agosto 2021

domingo, 8 de agosto de 2021

Colchón

 


            He comprado un colchón nuevo. Creo que es el tercer colchón que compro en mi vida. Quedan aparte, naturalmente, todos aquellos otros (propios o apropiados, ajenos, compartidos por accidente, alquilados…) que han guarecido mis sueños a lo largo de los años. También dejo de lado otras superficies informales donde arrojé los huesos en alguna noche descarriada. En suma: la historia de los colchones es la historia de la vida, el tránsito que va desde la borra de lana de la infancia, que necesitaba lavarse y varearse al menos una vez al año, hasta estas construcciones de muelles ensacados con recubrimiento de titanio dispuestos en panal de abeja con canapé incluido.

 

            No es cualquier compra, desde luego. Imprevistos al margen, si su rendimiento es tal y como aventura la publicidad que lo precede, posiblemente sea el último colchón que adquiera en mi vida. La última expresión del núcleo de la patria. O tal vez debiera decir matria, siguiendo la hermosa línea de pensamiento de la Vicepresidenta Yolanda Díaz. No otra cosa es una cama: en ella soñamos y en ella amamos, en ella nacemos y en ella morimos; es decir, es el lugar íntimo donde compartimos nuestras quimeras, a veces sólo con uno mismo, y en ellas crecemos. Por eso un desahucio es como privar a alguien de la tierra, convertirlo en expatriado, un individuo obligado a malvivir fuera de la patria.

 

            El cantante francés Henri Tachan repetía en uno de sus estribillos una verdad indispensable: “entre el amor y la amistad no hay más que una cama de diferencia”. ¿Cómo no sentirlo así si uno piensa en todos esos colchones esparcidos por el tiempo y por la geografía, si uno piensa en cuanto fue y es aún, si uno piensa directamente en la vida que se amortigua? Por eso mismo el último colchón es también el amor definitivo. Dije que no se trataba de cualquier compra y digo ahora que no se trata de cualquier amor. Lo que de común tienen entre sí uno y otro es lo del panal de abejas que nutre y vivifica, esa miel, esa jalea, ese dulzor...

 

Publiceo en La Nueva Crónica, 8 agosto 2021

domingo, 1 de agosto de 2021

Estéticas

 


            Cuanto más crece la fealdad a nuestro alrededor, más aumenta en paralelo el gasto estético.

 

            Seis años atrás, la periodista Cristina Manzano, directora de esglobal, afirmaba: “si hay un tipo de actividad que, según el paisaje de nuestras ciudades, no parece haber sufrido con la crisis es el dedicado a la estética en general, y a las uñas en particular”. Se refería entonces a la crisis financiera y a otros cataclismos de la segunda década del siglo. Ahora, en una nueva década y en medio de otra crisis diferente, el éxito económico no sólo se sostiene sino que continúa al alza. Según hemos sabido recientemente, esa industria movió 2.660 millones de euros en España durante el pasado año. El año, no lo olvidemos, de la parálisis y de los confinamientos. El año uno de la enfermedad. Lo único realmente nuevo en ese paisaje fue la preocupación de los llamémosles pacientes por tratar el tercio facial superior, la única parte que quedaba a la vista con las mascarillas. Es decir: mientras la inquietud mayoritaria de la población se centraba en sobrevivir a duras penas y en el desarrollo de las vacunas, había quien se dejaba el tiempo y el dinero en, pongo por caso, la toxina botulínica y en el ácido hialurónico, hasta el punto de que en estos momentos la demanda en estas materias ha aumentado ya un 10% respecto a la etapa precovid.

 

            En fin, en estos tiempos de paradojas no podía faltar la que enfrenta el reclamo de la pureza con lo puramente ficticio, el culto a lo natural con la inflación del afeite, la sencillez obligada por la austeridad con el exceso de quienes nos pensamos un día nuevos ricos. De esa pugna saldrá, está saliendo ya, una sociedad diferente. Y por lo que se ve hasta el momento la balanza se inclina poco a poco hacia el lado cosmético. Recordemos al respecto la evolución significativa del término cosmética: alejándose del original concepto de embellecer ha cobrado, en ciertos contextos, un valor peyorativo cercano a superficial, tramposo, de pura apariencia.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 1 agosto 2021