Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 28 de abril de 2024

Festejos

            Pasaron esta semana los festejos de la Comunidad y volvimos a nuestro ser leve y sin más aspavientos hasta la siguiente encrucijada. Digo festejos porque casi ni fiestas fueron dado el interés general por desnaturalizarlo todo, lo oficial y lo oficioso, lo rebelde y lo pasivo, lo de los unos y lo de los otros, tanto da y tanto dan las razones que a cada cual le asistan. Y digo festejos porque casi todo en esta Comunidad tiende a lo menospreciable, a lo disimulado, a lo líquido con tal de corroer lo construido dentro de la diversidad, única y verdadera seña de identidad del dichoso ente autónomo. Había que revolver como fuese el sentido de Villalar, desvestirlo, disfrazarlo y dispersarlo con eso que tanto se lleva de las carreras populares y las tascas con pretensiones para comprobar, al cabo, que cada vez que se monta el lío territorial hay un grupo leonesista más y ya van no sé cuántos, mientras que en la campa, en paralelo, aparece otro grupo castellanista nuevo y todos tan contentos. Diversidad y fragmentación. Castilla y León.

 

            Es evidente, y no señalo a nadie, que alguien vende la receta y alguien la compra. No hablo sólo del Gobierno de esto, pero citaré ejemplos de su modo de gobernar en línea con lo antes descrito, esa tendencia a desvirtuarlo todo, que nada sea lo que es y que la confusión reine en toda nuestra extensión, que no es poca. ¿Ha observado alguien que la Consejería de Empleo y demás habla de bienestar laboral en lugar de hacerlo de salud laboral? Y concordia, ¿qué decir de la concordia? Pues que agota menos que memoria, pues exige esfuerzo neuronal, y, además, si es democrática, con lo desprestigiado que anda el patio, e histórica, que reclama estudio, pues ya me dirán. No, por dios, mucho mejor concordia, que no me compromete. Y así, novillada por aquí, novillada por allá, hasta salir por la puerta grande. O no, que hasta para eso hay que valer o tener fortuna, que escasea o se reparte mal. Es lo que tiene formar parte de dos regiones copulativas.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 28 abril 2024

domingo, 21 de abril de 2024

Celtas

            Si abril es un mes para cantar, tal y como entonaba Carlos Cano y en esta columna hemos resaltado en más de una ocasión, está claro que quienes mejor atinaron al elegir una fecha que les hiciese eternos en el cancionero fueron los muchachos de Celtas Cortos: 20 de abril del 90. Ayer, precisamente, habrán vuelto a servirse de esa cita en el calendario para ofrecer un concierto en el Palacio de Vistalegre de esos que, aseguran, quedan en el recuerdo.

 

            Situarse en el recuerdo, no otra cosa es esa canción, que ya en su origen, en 1991, miraba hacia atrás, hacia tiempos perdidos supuestamente felices, a pesar de que visto en perspectiva todo era entonces tan próximo si atendemos a los años. No importa, la literatura y la fantasía generan abismos. Y si Cifuentes, Carlos Soto y compañía se ponían en plan remember, qué podría esperarse de quienes escuchábamos y seguimos escuchando esa canción. Pues eso, que todos tenemos, en mayor o menor medida, un 20 de abril en nuestra vida. O muchos, todo depende también de la literatura y de la fantasía. Aun con todo, aquella letra, dentro de su sencillez formal y de su carga emotiva, escondía una trampa que es, si se piensa un poco, la que nos desarbola cuando de recuerdos sentimentales se trata. Decía hacia el final el cantable: “espero que mis palabras desordenen tu conciencia”. Ése es el castigo que el amor destina para los amantes fracasados, el desorden de la conciencia, exactamente lo que al cabo nos reescribe a nosotros mismos y reescribe nuestra existencia. Una bomba de fragmentación oculta en una canción sobre todo y ante todo bonita. No hay inocencia absoluta.

 

            Un día después del 20 de abril del 24, bastante más viejos y gastados que en los 90, no solo nos habita el recuerdo siempre necesario, sino también la imperiosa necesidad de ordenar la conciencia, es decir, reconocernos y redefinir nuestra relación con el mundo porque, de regreso nuevamente a los Celtas Cortos, no queda casi nada de lo de antes y lo que hay ha cambiado.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 21 abril 2024

domingo, 14 de abril de 2024

Guerra

            Se habla tanto de ella como se practica: la guerra. La creíamos desterrada del horizonte inmediato y poco nos importaban aquellas que se libraban más allá de nuestro entorno. Parecíamos inmunes a sus males, una enfermedad superada, un mal sueño. Llegamos incluso a creernos el lema pastoril que nos invitaba a hacer el amor en su lugar. Nos engañábamos. Tanto que el nuevo estruendo de guerras que no son ajenas nos estremece y nos asusta. Nos despierta y nos obliga a pensar.

 

            Pensar, por ejemplo, en que Europa, casi definitivamente orillada en el mapa mundial como potencia económica y política, recupera en este siglo dos de sus rasgos de identidad eternos, la violencia y la guerra, los cuales supimos exportar con buena nota al resto del mundo. Junto a ellos dos, nos caracterizaron la cultura, siempre, y, a partir de la segunda mitad del siglo XX, el llamado modelo social, hoy decadente frente al neocapitalismo. Cabe preguntarse, pues, si la cultura puede seguir siendo, volver a ser, la materia que nos salve de las desdichas, proporcione cohesión interior al continente y nos sirva de proyección exterior suficiente.

 

            Con toda sinceridad, tengo mis dudas de que así vaya a ser. La cultura, para los nuevos sátrapas, no es otra cosa que el lujo, el exceso, el oropel y el boato neoimperial, mientras que para el común de los mortales apenas si entra en las conversaciones cotidianas y en las situaciones domésticas, por mucho que se empeñe Carlos del Amor en lo contrario. Sólo el fútbol provoca pasión o permite al menos nombrar algún personaje actual reconocible de otros países europeos. ¿Quién citaríamos de Portugal, quién de Francia o de Italia, quién de Alemania o de Irlanda por no irnos más al Este? Ni siquiera alienta hoy una cultura antibelicista como la que tomó las calles y casi todos los escenarios ante la guerra de Irak hace apenas veinte años, por no remontarnos al clamor anti-OTAN de mediados de la década los ochenta. Así que, sí, preparémonos cuanto antes para la guerra.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 14 abril 2024

domingo, 7 de abril de 2024

Mascotas

            Yo sólo soy un lector de periódicos que goza del privilegio de escribir una columna semanal en uno de ellos. Quiero pensar que a quien toma las decisiones en materia de opinión le merecen crédito mis análisis y mi capacidad de observar la realidad para trasladarla después a la escritura y que por eso pervivo en el medio. No soy periodista ni tengo formación en ese campo, pero leo y observo. Lo llevo haciendo muchos años. Ése es mi currículum.

 

            De esa observación nace a veces el asombro. Sin ir más lejos, recientemente, al constatar que los animalitos, en especial los de compañía, pero cualquier animalito en general, sobre todo si hace monadas o se sale del guion, van poco a poco protagonizando más y más el espacio informativo. Tanto que hasta un diario local ha consagrado una sección dedicada específicamente a las mascotas. No es asunto menor si atendemos al espacio del que se adueñan, naturalmente en perjuicio de otros temas que, a juicio de quien gobierna ese rotativo, si es que todavía se puede nombrar así, no merecen atención. O no tanta como para titular una sección. Por otro lado, si contemplamos el espacio conquistado por esas informaciones, descubriremos que compite con el que se dedica a las noticias culturales, al menos en la versión digital, lo cual no deja de ser revelador en cuanto al progreso de la frivolidad en nuestras vidas. Aunque nunca se sabe bien qué fue antes: si la trivialidad de la vida alimenta a los medios o a la inversa.

 

            El caso es que ahora conozco la guía de los lugares más perrunos de la ciudad y sé también el nombre de los gatos que diariamente se extravían. Hay también propuestas para adopción y dudas existenciales del tipo “¿está usted capacitado para cuidar a su perro?”. Y, en fin, he descubierto que la venta de loros, gorriones y canarios por internet amenaza su conservación. Todo un mundo, como se puede comprobar. Todo un mundo superficial, eso sí, como gusta en general a los creadores de opinión, entre los que todavía me incluyo.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 7 abril  2024