Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 29 de octubre de 2017

Ruido

     Al lado de la posverdad y de las fake-news, conceptos y procederes tan en boga, se mantiene perenne otro elemento perturbador de la comunicación al que, de tan acostumbrados,  no le prestamos prácticamente atención: el ruido. Nos enseñaron que así se denominaba a la interferencia que afecta al proceso comunicativo, desde la afonía del hablante a una letra poco clara o a la distorsión de la imagen en un vídeo, por citar algunos ejemplos. Lo novedoso de la utilización del ruido en la actualidad, lo que lo asimila con los términos arriba citados, es que en muchos casos no se trata ya de un fenómeno accidental no intencionado, sino de una actuación destinada a generar aún mayor confusión en los receptores de un mensaje.

     Sucede así que el ruido se ha hecho constante y atenta contra cualquier afán de comprensión de la realidad, hasta convertirse en el complemento ideal de las mentiras y falsedades que se nos transmiten a través de todo tipo de canales. La propia sobreinformación es el mayor de los ruidos: saturar, además de confundir, es la fórmula más adecuada para provocar la desconexión y, en consecuencia, el desentendimiento. O el alelamiento, que es también otro fin perseguido con estos mecanismos nada inocentes. De este modo, frente a la llamada sociedad de la información y del conocimiento, se alza poderosa la estrategia del alboroto y de la idiotez, que al cabo es tan definidora del mundo de hoy como aquélla.

     Así pues, conviene, para ser juiciosos y tener criterio, apartarse sí de las falacias, pero también del envoltorio estruendoso con el que son vestidas. Asistimos a sucesos históricos relevantes que van a condicionar nuestras vidas y las de generaciones futuras. Ya hemos visto en los casos del brexit o de algunas elecciones políticas la enorme capacidad de esos instrumentos para crear opinión y mover voluntades. Seamos cautos, pues, y escuchemos con reflexión. De lo contrario, nos convertiremos en una ciudadanía insensible, que en el fondo es lo que pretenden.

Publicado en La Nueva Crónica, 29 octubre 2017

domingo, 22 de octubre de 2017

Nación

     Nunca hubo una definición tan contundente del término nación como aquélla que nos inocularon en las escuelas del régimen al referirse a España: una unidad de destino en lo universal. Horas y horas de clases en Formación del Espíritu Nacional para confirmar la grandilocuencia, la megalomanía y el absolutismo con los que nos educaban. Pero a la vez simplicidad y propaganda, otros dos componentes básicos del fascismo.

     Sin embargo, no resulta tan fácil precisar este concepto hoy en día, a pesar de los alardes expresivos que nos aturden durante los últimos tiempos. De hecho, muy curioso fue leer la encuesta que el pasado 12 de octubre realizaba este diario a personalidades leonesas y de otras esferas acerca del asunto. “¿Qué es o qué significa España?” se les preguntaba y, a tenor de las respuestas, da la impresión de que las nuevas escuelas son tan simples y propagandísticas como las añejas, si bien en un sentido político distinto. Poca lucidez y mucha circunstancia se observaba en las contestaciones, lo que nos confirma la idea de que lo nacional es más bien un hecho adverbial y no sustantivo, como muchos pretenden que creamos. Más aún en estos momentos agrios. Relatos históricos, turísticos y leguleyos era lo que predominaba en el conjunto, mucho sentimentalismo decimonónico y prejuicios ideológicos. Un laberinto, en suma.

     Contribuiré a ello, si me lo permiten. Accidentalmente, nací en esta tierra, gracias a lo cual tengo un documento de identidad que me garantiza unos mínimos, cada vez más mínimos, derechos de ciudadanía, a los cuales aspiran legiones de personas desesperadas. Luego deben ser importantes. Trabajo aquí y, por tanto, aquí pago también mis impuestos para contribuir al mantenimiento de esos derechos comunes. Y hablo una lengua que va mucho más allá de estas fronteras, lo cual no me identifica sino que me expande y me mezcla con otros. Lo mismo que la cultura que la acompaña. En fin, no se me ocurre forma mejor de mostrar mi pertenencia al imperio romano.

Publicado en La Nueva Crónica, 22 octubre 2017

jueves, 19 de octubre de 2017

VIII Premios Diálogo


     Cuentan las crónicas que celebramos la octava edición de los Premios Diálogo. No es poca cosa en verdad, pues ésa es casi la misma edad que luce quien lo convoca, el Ateneo Cultural “Jesús Pereda” de CCOO de Castilla y León, uno más. Es decir, dos existencias prácticamente a la par. Creo, por tanto, que podemos estar orgullosos por el trayecto realizado, precisamente porque en cierto modo se cierra aquí una etapa y está a punto de nacer otra nueva.

         En el acto del año pasado, explicaba María Vallejo, la Presidenta en ese momento del Ateneo, que el Sindicato estaba por entonces de aniversario al cumplirse los 40 años de su legalización. Lo que no se dijo –no era pertinente, con toda seguridad– es que ese pasado año y sobre todo el presente ha sido un tiempo de congresos, un tiempo de necesaria renovación. Ha sido así, como todos ustedes conocerán ya, y es ésa la razón por la que soy yo quien hoy se dirige a este auditorio, fruto de las decisiones que nuestros compañeros y compañeras tomaron para elegir la dirección del Sindicato en esta Comunidad Autónoma. En consecuencia, resulta obligado, antes de ninguna otra consideración, reconocer públicamente el trabajo que María y su compañera Yolanda Rodríguez han llevado a cabo al frente de esta empresa desde su nacimiento. Lo mismo que el impulso político que le dio Ángel Hernández desde el seno sindical. Gracias a ellos hemos llegado hasta aquí y el reto que enfrentamos ahora es notable: estar, como poco, a su altura.

         Dicho esto, la cita de hoy es así mismo una buena oportunidad para anunciar que estamos mutando. El Ateneo desaparece como tal casi en este acto y en su lugar, sin ruptura alguna, presentaremos próximamente la Fundación Jesús Pereda de CCOO de Castilla y León, en la que aquel se integrará junto a otras áreas de trabajo. No dejamos de lado el compromiso con la cultura y sus actores, pero a su lado queremos fortalecer nuestra presencia como sindicato en los espacios de la memoria histórica interna y externa y en los de la difusión del diálogo social. Ésas serán, tal y como informaremos no tardando mucho, nuestras nuevas y ampliadas tareas. Y así sucederá que estos Premios Diálogo serán convocados en próximas ediciones por la Fundación Jesús Pereda. Porque de lo que no debemos tener duda es de que estas convocatorias tendrán continuidad. E incluso un mayor eco, si posible nos fuera.

         Si atendemos tan sólo a las disciplinas premiadas en lo que a la trayectoria individual se refiere, observaremos que los premios han reconocido quehaceres en los campos de la arqueología, de las fundaciones, del cine, de la pintura y el diseño gráfico, del muralismo y el dibujo, del periodismo y de la antropología. Son disciplinas que, unidas a las que protagonizan otras de las personas premiadas en las demás modalidades, nos identifican y explican las señas de identidad de este premio. Los premios, al fin y al cabo, son lo que son y tienen el recorrido que tienen. Pero, aparte de cualquier circunstancia que los envuelva, lo que más debe importar de ellos es su sentido pedagógico o de muestra para terceros. Sus ganadores se convierten en modelo o en referencia, como se dice ahora, pero además connotan. Esto es, sugieren o añaden un alcance indirecto. En tal sentido, tal y como comprobaremos en este acto, añadir al catálogo anterior un hueco importante para el teatro y para el folclore no es detalle menor. Las tablas del Ateneo en Ávila han visto pasar por ellas en varias ocasiones al Teatro del Barrio y numerosas son las músicas de todo tipo que han presidido o acompañado nuestra programación. Pero cierto es también que requerían un mayor énfasis y una ampliación del enfoque. Con toda sinceridad, creemos que el jurado de esta edición así ha sabido verlo y con ello nos estimula para el futuro.


         Y, como decía anteriormente, es nuestro propósito conquistar un eco para estos premios. No debemos conformarnos con esta velada ni con la repercusión mediática, mayor o menor, que haya tenido o vaya a tener. Reconocemos con ellos, sí, una trayectoria, pero hemos de hacer que ese recorrido alcance también a quienes son los destinatarios últimos de nuestro existir: el conjunto de los trabajadores y trabajadoras que hoy no están aquí presentes, por razones obvias. Por ese motivo, buscaremos fórmulas para que los premios y las personas premiadas itineren por nuestra comunidad y que podamos nutrirnos en mayor medida con cuanto sus protagonistas nos aportan. Haciendo honor a su denominación, el diálogo, es preciso que éste se establezca entre sus emisores y muchísimos más receptores.

         Algo así conseguimos en su día con la exposición “Humor gráfico en tiempos revueltos” del artista Manuel Jular, premiado en 2013. También con las colaboraciones dispersas que generosamente nos presta Manuel Sierra, premiado en 2014. Pero apenas si supimos o pudimos extender más allá de sus ámbitos habituales de trabajo a Carlos Sanz, a la Fundación Segundo y Santiago Montes, a Chema Sarmiento, a Rosa María Mateo o a Luis Díaz de Viana. Pues bien, en el marco de las mutaciones que vivimos, quede aquí expresada nuestra voluntad de corregir ese rumbo y sepan los premiados y premiadas, los de esta convocatoria y cuantos les precedieron, que pretendemos servirnos de ellos para extender también nuestro campo de actuación.

         En fin, para acabar, algo más sobre el término diálogo que da nombre a nuestros premios, una palabra que a fuerza de repetida últimamente, como tantas otras, apenas significa nada. Cuando este premio nació, la idea original fue reconocer a quienes transitan con su equipaje cultural de una a otra provincia dentro de las vastas tierras de Castilla y de León. Esa idea primera creció porque no nos era suficiente con reconocer el viaje, sino que debíamos atender sobre todo a la comunicación que se establecía entre los peregrinos y quienes los acogían. Demostrábamos con ello que, frente a posiciones turbias o interesadas, no existía mejor útil para el entendimiento entre diversos que el de la cultura. En suma, es el tránsito y la cultura los que favorecen el diálogo fecundo, lo contrario que la parálisis y la necedad. Hoy, lo comprobarán acto seguido, dialogarán y se entenderán en este escenario gentes del Bierzo, de Ciudad Rodrigo y de Valladolid, teatreros, cantantes y bebedores de gin-tonic, titiriteros todos, como nosotros mismos. Les invitamos a compartir su conversación y a extenderla.


Texto leído en la entrega de los VIII Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda, Valladolid 19 octubre 2017

miércoles, 18 de octubre de 2017

Vendimiario 17

     En aquellos tiempos, tal y como denota el mes en que le escribo esta nueva carta, nos dio por la vendimia. Bien por necesidad para pagar los estudios, bien por un romanticismo impreciso, el tránsito entre septiembre y octubre nos condujo hasta los barcillares, que es como nombran por alguno de estos pagos a las viñas. De entre nosotros, las más sensatas lo hacían en entornos locales, donde el negocio de la enología era entonces apenas un embrión, pero los más fabuladores elegían el sureste francés y hacia allá se iban con afán conquistador. Y de allá regresaban entre cabizbajos y escaldados.

     Santos, sublime sin interrupción, como presumía Baudelaire, supo no obstante mantener el tipo de una forma admirable y nos enredó a su vuelta con un conocimiento inesperado acerca del vino y sus artes: el Château Margaux es nuestro destino y no cejaremos, repetía, hasta conquistar el Médoc. Al auditorio, consumidores como éramos entonces de vinos duros en tascas provincianas, aquello, como usted comprenderá, le sonaba a pura vanidad. Sin embargo, él sabía bien cómo apurar el trago hasta la ebriedad incontestable y se entretenía acto seguido en el relato ambiguo sobre la nieta de Ernest Hemingway, Margaux, cuyo nombre se debía, según él, al gusto del escritor por ese vino exquisito. Más tarde supimos que la realidad había sido otra, pero a nadie le importó: ya éramos adictos declarados a aquella confusión y a aquel emblema. Le confieso ahora, madame, que nunca he probado ese vino, pero si llego a hacerlo algún día será sin duda para honrar la memoria de aquellos vendimiadores iluminados.

     Hubo otras Margot en nuestra vida, algunas de escritura más corriente pero todas con parecida hechura literaria. Recordará usted sin duda a la Brave Margot de Brassens, la joven pastora que amamantaba a un gato huérfano hasta que las mujeres de la localidad, ebrias de cólera, acabaron con él a bastonazos. O a La reina Margot, Marguerite de Valois encarnada en Isabelle Adjani, versión a la que no llegó Santos desgraciadamente, pues la fatalidad de su destino le dejó aparcado en la novela romántica de Alejandro Dumas. O, en fin, una tercera Margot fantasmal, que se nos apareció una tarde a orillas del Cantábrico para conducirnos a una bucólica fiesta de la luna llena donde no dejaba de sonar Like a rolling stone, tras la cual se evaporó y nunca más supimos de ella. Nombres e historias que se amontonan en el recuerdo como hojarasca de un otoño sentimental. En ella se mezclan y fermentan tal que el humus para dar lugar a relatos que se escriben o se cuentan sencillamente en reuniones hogareñas que llamábamos por aquí filandones o calechos.

     Siempre la hojarasca tuvo, a mi modo de ver, esa doble cualidad: lo que muere y lo que renace una vez descompuesto. De ahí quizá la devoción que he sentido, que sentíamos Santos y yo, por esa canción que usted ha regrabado recientemente: Las hojas muertas, heredera de la original y gloriosa de Yves Montand, recreada después por Sege Gainsbourg como La chanson de Prévert y finalmente orquestada para su acompañamiento en el disco esplendoroso que no dejo de escuchar. Sabrá usted, Jane, que hay dos eslabones más en esa cadena, y seguramente otros que desconocemos, que me permito aquí sugerirle para acompañar estos meses de desnudez. Allá por 1999, un dúo de vida efímera, El cometa errante se llamaba, la trasladó de forma sui géneris a la lengua castellana y le gustará, creo, escucharla en alguno de esos rincones de la red por donde vaga todavía. Unos años más tarde, fue el encantador de audiencias Kevin Johansen quien la volvió a registrar con una especie de desabrigo abrasador. Ve usted, es lo que tiene la hojarasca.

     Tiempos, pues, de hojas muertas y de buenos vinos son los que quedan anotados en esta carta. A pesar de que nuestros alrededores no concuerden bien con esa pauta y nos aturdan, bueno es que respiremos algo de lírica. À la prochaine.

Publicado en Tam Tam Press, 18 octubre 2017

domingo, 15 de octubre de 2017

Estancos

     Quizá la modernidad resida en los estancos. O en las farmacias. Dos establecimientos que, entre la vida y la muerte, cada vez tienen más parecidos entre sí: unos y otras con sus lámparas led en las fachadas alumbrando como faros el horizonte de las calles, con sus anaqueles simétricos y bien dispuestos llenos de productos atractivos y variados, con su claridad interior y sus escaparates vistosos, con sus relojes y termómetros digitales, hasta con horario de guardia en algún caso.

     Las farmacias evolucionaron hacia el estilo supermercado aséptico hace tiempo. Los estancos lo van haciendo poco a poco, alejándose de los rincones oscuros que fueron en origen y, como aquéllas, diversificando la oferta en pos de una clientela más y más perseguida. Hoy unas y otros son espacios atractivos donde dan ganas de entrar y consumir. La vida y la muerte son el reclamo principal, siempre tan de la mano, siempre tan complementarias, un antibiótico por aquí y un cigarrillo por allá.

     Con todo, yo prefiero los estancos. Por toxicómano, desde luego, pero también por su clientela, que es donde se notan todavía las diferencias entre ambos comercios. Frente a los enfermos recetados, nada mejor que los enfermos devotos, mucho más sociables y dispuestos a compartir sus mercancías, protagonistas de conversaciones bastante menos sublimes y actores de su propia cotidianidad. Incluso los dependientes son de otra pasta, dicharacheros y animosos, sin batas blancas ni sonrisas esterilizadas. Hay ambiente en esos lugares, podría decirse. La pena reside precisamente en el aspecto común de los decorados, que responden a ese aire homogeneizador que lo invade todo en nuestro entorno, tanto da una oficina de correos que una tienda bio. Al menos, eso sí, ya no lucen la bandera con que obligatoriamente se adornaban tiempo atrás, que daba la impresión de que se entraba más bien en un cuartel de la guardia civil. Tal vez porque banderas es lo que nos anda sobrando a estas alturas de la vida y de la muerte.

Publicado en La Nueva Crónica, 15 octubre 2017

lunes, 9 de octubre de 2017

Che

9 de octubre de 1967, la fecha de la muerte de Ernesto Che Guevara, hace cincuenta años de ello. Leí al respecto que hablar del Che es hablar de alguien que juzgó su peripecia como “la historia de un fracaso”; alguien que en un momento de su vida se calificó como “una fría y selectiva máquina de matar”, aunque no haya campaña pacifista en el mundo sin su rostro flameando en alguna bandera; alguien que se opuso con fiereza a los valores del capitalismo y, sin embargo, en internet se venden centenares de fetiches con su imagen; alguien que descreía del tópico héroe americano, aunque Hollywood ha acabado devorándolo y lo ha representado a través de Omar Sharif, Antonio Banderas, Gael García Bernal y Benicio del Toro. Hablamos de alguien que firmó los billetes con desprecio y llegó a predecir el fin del dinero, y que en cambio hoy aparece –no su firma, sino su cara, esa marca no del todo registrada- en dinero que manosea cualquiera. Su prototipo de ser humano buscaba un hombre nuevo, sin vicios, aunque ahí está él, volando en un coffee-shop de Amsterdam bien fumado y con los ojos perdidos… Todo debió empezar con una canción, más o menos así: Hasta siempre, comandante de Carlos Puebla y los Tradicionales [https://www.youtube.com/watch?v=I-064cEZfK8].

Naturalmente, excesivas serán sin duda las muestras, sacras y profanas, en este altar del calendario, tantas como para guardar mejor un discreto silencio. No obstante, decenas de canciones, decenas de poemas han tenido al Che como elemento generador, y no podía Moderato Cantábile evitar la exploración de ese lado del mito. Porque, aparte de los textos que le dedicaron, entre otros, León Felipe, Vicente Aleixandre, José Ángel Valente, Manuel Vázquez Montalbán, Nicolás Guillén, Julio Cortázar, Mario Benedetti y hasta Victoriano Crémer, el cancionero tiene en él una cita repetida y jugosa que conviene repasar. El cantable citado antes, desde luego, inspirador a su vez de numerosísimas versiones, de las que no podemos desdeñar un par de ellas bien distantes: la muy extraña del británico Robert Wyatt [https://www.youtube.com/watch?v=knaKOMgZi4M] y la muy contundente de los madrileños Boikot [https://www.youtube.com/watch?v=q8wiUXX20lk]. Pero hay más, mucho más, como escucharemos a continuación.

El cancionero guevariano tiene, como casi todo en él, dos rostros, dos polos no opuestos que responden, sin embargo, a motivaciones diferentes. De un lado, los cantos de exaltación y de homenaje, que lo son en cierto modo también de reproche por el destino. De otro, los cantos de vuelta, los que se escribieron y cantaron mucho después de los hechos, una mezcla de melancolía y de escepticismo.

A la cabeza de los primeros se sitúa sin ningún tipo de discusión el Soldadito boliviano, ya sea en la versión que firmó originalmente Paco Ibáñez [https://www.youtube.com/watch?v=pcZ09xHLvsU], ya sea en la más tardía de la argentina Nacha Guevara [https://www.youtube.com/watch?v=SUcoArJNUcE], ambas imprescindibles. El caso es que este caudal fue fecundo sobre todo en Latinoamérica, no sólo por ser el escenario de la obra sino por complicidades más que evidentes. Se ven con claridad en el caso de Pablo Milanés, que canta Si el poeta eres tú (con introducción aquí de Cortázar) [https://www.youtube.com/watch?v=njypdiuY3rU]; pero también, claro, en el de Quilapayún, que entonaron su Elegía al Che [https://www.youtube.com/watch?v=r9jj1JOJsvA], y en el de Víctor Jara, que extendió un poco más el contenido de su canto en A Cuba [https://www.youtube.com/watch?v=XGXk0iPxvAI]. Pero tampoco se puede ignorar la buena dosis de connivencia en la Nana del Che del reactualizado Luis Pastor [https://www.youtube.com/watch?v=SYFKQYu96eg] o La mort du Che del francés Lavilliers [https://www.youtube.com/watch?v=XaqADoHmMu4]. Repite este último en el estribillo: “En octubre 67 en la Sierra, / Ernesto Che Guevara ha alcanzado su independencia. / Qué soledad, qué andanza”.

Del otro lado, como indicábamos, se extiende, sin sustituir a aquél, otro cancionero menos glorioso, donde la figura del Che es referente también, pero se le canta con desconfianza, incluso con desidia o indolencia. También el tiempo erosiona los mitos a la vez que nos erosiona a nosotros mismos.

Acerca del mercado urdido alrededor de este hombre, se expresa con ironía Kevin Johansen en McGuevara’s o CheDonald’s [https://www.youtube.com/watch?v=32aUM4iFG0c], aunque salva el tipo dignamente sea cual sea el punto de vista. No sucede así con Ismael Serrano en Papá, cuéntame otra vez [https://www.youtube.com/watch?v=wSCUV7ysBbI], donde se consagra como un cantante tópico que canta tópicos, un anticipo avant la lettre de la serie televisiva del mismo título. Aroma a naftalina y mal rollo. Y más desoladores resultan, en fin, las visiones francesas de Abd Al Malik en La gravité [https://www.youtube.com/watch?v=bny8nFTsDrU] y de Les fatals Picards en Comandante [https://www.youtube.com/watch?v=7XeXKmGglB4]. Recita el primero: “Causar daño a la burguesía como el Che Guevara, levantarse cada mañana sin realmente saber por qué, sufrir del sinsentido, una enfermedad que no ahorra ningún personaje. Yo vengo de un lugar donde nada es verdaderamente grave”; y lo contrarrestan los de la Picardía con un cóctel bien distinto pero igual de sincero: “Revolución, revolución, viva tequila, viva Guevara, viva la fiesta, viva la playa”.


Para el final hemos dejado un fragmento de un ensayo del cubano Iván de la Nuez y un grupo argentino. El primero escribió hace unos años: “Era en Berlín occidental, y no en el Berlín comunista, donde se vendían más objetos del Che. Y tuvo que ser un shock para los alemanes de la antigua RDA descubrir que, entre los elegantes comercios de Charlottenburg, al otro lado de aquel muro que ellos mismo derribaron, hay una tienda dedicada exclusivamente a este hombre que debe haberles provocado más de una pesadilla en su pasado comunista. Para la izquierda radical, el fetiche del Che significa una victoria cultural después de una derrota política. Para la derecha radical, el fetiche del Che significa una derrota cultural después de una vitoria política”. Y el grupo no es otro que Los fabulosos Cadillacs: en su canción Gallo rojo [https://www.youtube.com/watch?v=EC8lse7va-8], sin ser explícita, se descubre aún una imagen del, según Max Aub, “único caudillo de nuestra época muerto en el campo de batalla”.

domingo, 8 de octubre de 2017

Regiones

     Desde los muros desmoronados de Quevedo, pasando por la depresión noventayochista, hasta este octubre inquieto, España siempre ha padecido cíclicas crisis existenciales nunca bien resueltas. Intentos ha habido con relativo éxito: las constituciones de 1812, de 1931 y de 1978 lo fueron sin duda, aunque por diversas razones ninguna de ellas solucionó adecuadamente el mapa. Aparte de por otras causas, quizá porque el mapa, todos los mapas, es dinámico e inestable. Y esto no sucede sólo al sur de los Pirineos, sino en el conjunto del continente europeo donde, desde antiguo, chocan una y otra vez las tesis de Kant y de Hegel, o lo que es lo mismo, la visión cosmopolita del primero y la opción nacionalista del segundo.

     Sabido esto, que ya es pasado repetido y presente en fase de apolillarse, bueno sería, para entender mejor lo que nos sucede y restarle dramatismo, observar la actual crisis territorial española con perspectiva de futuro y saber que un día, indeterminado aún, nada será como lo hemos conocido. De hecho, las tensiones regionales son comunes en la actualidad y los estados tienden a adelgazar o desaparecer para dar paso a entes superiores y menores: de la Europa de los estados a la Europa de las regiones, ése parece ser el rumbo de los acontecimientos y no sólo entre nosotros. Mucho tiene que ver en ello el choque entre lo global y lo local.

     Será un fenómeno normal si no es violento, que casos habrá. Checoslovaquia, que existió entre 1918 y 1992, se escindió en dos pacíficamente sin mayores estridencias. Luego es posible. Como pudo serlo en Escocia con otro resultado en su consulta. Lo que cabe preguntarse ante ese nuevo escenario es cuál será nuestra aspiración como europeos, a lo que ha respondido el filósofo italiano Roberto Esposito: “el pueblo futuro de Europa sólo puede nacer del cambio de las relaciones de fuerza entre los que retienen la riqueza y los que deben contentarse con las migajas”. Sean estados, regiones o lo que deseen ser democráticamente.

Publicado en La Nueva Crónica, 8 octubre 2017

domingo, 1 de octubre de 2017

Irse

     Lo difícil no es irse sino saber adónde se va. Al fin y al cabo, como bien ha dicho Serrat, “independencia es una palabra hermosa que inflama el corazón de los jóvenes y que moviliza a las gentes”. Por eso precisamente, en época adolescente o juvenil, todos hemos querido irnos de casa y liberarnos de cualquier tipo de patria, tutela o servidumbre. El inconveniente es que, salvo en el caso de los más osados, de cuya peripecia no daré detalles pues se suponen, casi todos terminábamos refugiados en casa de los abuelos, que también era otra patria aunque nos pareciese almohadillada. Y si la voluntad de ausentarse se produce en edades posteriores, lo más probable es que arrastremos con nosotros un déficit no curado de etapas precedentes o que el adanismo sea nuestra sola y huérfana idea. En tal caso, no suele haber abuelos ni abuelas que nos asilen sino una inmensa y hostil intemperie.

     De todos modos, bien está saber, para no errar demasiado, que aquello que nos resta independencia es la patria, la tutela o la servidumbre. Si uno no se libera de esas ataduras difícilmente dejará de ser dependiente. En ocasiones esa dependencia se pacta y por ese motivo se acuerdan leyes o se asumen costumbres, cuyo principal objetivo debiera ser la protección de lo más débiles con el fin de asegurar niveles suficientes de igualdad. En otras ocasiones la tal dependencia se impone y, por tanto, se justifica la rebeldía contra el yugo, aunque no para sustituirlo, salvo manipulación, por otro de parecido calibre. No hacen falta alforjas para tal viaje. Por último, cabe la posibilidad de que el individuo, más o menos libremente, se deje domesticar por sus propias ligaduras y presuma de independiente para demostrar exactamente lo que no es y presumir de lo que carece.

     Lo cierto es que el exceso de banderas de todo tipo que sufrimos estos días demuestra que, contra lo que pensábamos, patrias, tutelas y servidumbres siguen ganando la batalla y la emancipación se aleja. En verdad, dan ganas de irse.

Publicado en La Nueva Crónica, 1 octubre 2017