Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

sábado, 27 de abril de 2013

Qualsevol nit pot sortir el sol


     Hubo canciones que nunca tuvieron hueco en los jukebox ni en aquellas oscuras emisoras de radio, a pesar de que las publicaciones especializadas y el boca-oreja las señalara como verdaderos hitos históricos e incluso como el mejor cantable de un año determinado. Ese fue el caso, en 1975, de Qualsevol nit pot sortir el sol, que contó con los graves inconvenientes de ser cantada en catalán, de resultar inclasificable y de venir firmada por un tipo raro que se hacía llamar a sí mismo cantautor galáctico, Jaume Sisa. Supongo que fue a través de revistas como Vibraciones o Ajoblanco como dimos con ella y su descubrimiento supuso, entre otras revelaciones, que pudiésemos reconocer que había otras músicas en la península que merecían ser exploradas. De hecho, al rincón nordeste solíamos acudir sólo en busca de cantares protesta, donde el caudal era realmente fecundo, pero con Sisa nos acercamos también a otros tipos raros de un estilo progresivo o directamente underground. Así dimos con Pau Riba, con Oriol Tramvia, con la Companyia Elèctrica Dharma y, algo más académicos, con Iceberg y con la Orquesta Platería.

     Sisa, que avanzados los ochenta adoptó el heterónimo y la personalidad de Ricardo Solfa, fue un símbolo de la contracultura catalana. Procedía del Grup de Folk y emparentaba con la Nova Canço, hasta que electrificó su música y formó el grupo Música Dispersa. Más tarde, como solista alimentó una discografía tan fértil como curiosa, sin éxito comercial alguno, y colaboró con la compañía de teatro Dagoll Dagom, de donde se puede recordar muy especialmente la Nit de Sant Joan.

     “Oh, bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo. / Mi casa es vuestra casa, si es que hay casas de alguien”. Así repetía con su voz quebrada aquel estribillo que tanto nos conmovió y que nos permitió asistir a una fiesta, entre naíf y candorosa, en la que se reunían algunos de nuestros personajes de ficción más admirados: Carpanta, King-Kong, Charlot, Moby Dick, la familia Ulises…, todos ellos en una orgía simpática y enternecedora. Aunque lo que en verdad importaba no era tanto aquel desfile divertido, en el que hubiéramos sido felices seguramente, sino el camino que nos sugería para hacer de la realidad un mundo más habitable y luminoso. Posiblemente lo mismo que en esta actualidad nuestra casi todos deseamos y no sabemos muy bien como alcanzar. Y por eso tal vez nos halla parecido oportuno situar en nuestro jukebox una canción que nunca sonó en ellos y que, sin embargo, no debiera dejar de sonar nunca. “Oh, bienvenidos, pasad, pasad, ahora ya no falta nadie, / o quizás sí, ya me doy cuenta de que sólo faltas tú. / También puedes venir si quieres, te esperamos, hay sitio para todos. / El tiempo no cuenta, ni el espacio, cualquier noche puede salir el sol”.

     Qualsevol nit pot sortir el sol se editó en 1975 y formó parte del álbum del mismo título. Sobre ella escribió el músico y crítico Fernando González Lucini “Aquella canción, aparentemente infantil y llena de ingenuidad, se convertiría, coincidiendo con la muerte de Franco, en un auténtico himno a la libertad y, sobre todo, a la esperanza”. http://www.youtube.com/watch?v=pdlvAvC4Tw4

Publicado en genetikarockradio.com, 28 abril 2013

viernes, 26 de abril de 2013

El sindicalismo en el devenir democrático español

AUTORES Y EDITORAS
Ana Mª Vallejo, Yolanda Rodríguez y Cristina de la Torre recopilan en este libro las intervenciones habidas en el curso que, con el mismo título, se llevó a cabo en Valladolid en octubre de 2011. Participaron, entre otros, Enrique Berzal de la Rosa, Julián Ariza Rico, José María Alfaya, Fernando Ónega López... Al libro le acompaña un DVD con la grabación de las mesas redondas complementarias de las conferencias; también incluye fotografías y cartelería de la época. Lo editan conjuntamente el Ateneo Cultural "Jesús Pereda" de CCOO y la Universidad de Valladolid.

EL LIBRO
La relación de ponencias ofrece información suficiente sobre el contenido:
1. Valoración de las influencias ideológicas en la génesis de las Comisiones Obreras de Castilla y León: comunismo y catolicismo social.
2. El modelo sindical de las Comisiones Obreras: entre la unidad sindical y el pluralismo ideológico.
3. Comisiones Obreras en la dictadura (1955/1966).
4. El movimiento sindical y su proyección en Castilla y León (1962/1986).
5. Mujeres en las huelgas del 62.
6. Mujeres al frente de las reivindicaciones sociales.
7. La participación de mujeres en los sindicatos en el devenir democrático. El caso de las Comisiones Obreras.
8. 1966/1976: Incremento de la conflictividad laboral y extensión de las Comisiones Obreras.
9. El mundo de la cultura al servicio de la libertad I y II.
10. La transición, ¿modélica y pacífica? El papel sindical.
11. El papel de los medios de comunicación durante los convulsos años setenta.
12. Los cambios sociales en los medios.
Acto de presentación en León. Sede CCOO. Con Ángel Villa, María Vallejo y Javier Fernández.

martes, 23 de abril de 2013

Ponme una pegatina


     A lo largo del primer trimestre de este año, el Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca, acogió una exposición titulada La Transición a través de las pegatinas (1976-1982). La muestra contó además con un catálogo donde se contenía la imagen y descripción detallada de casi un millar de pegatinas.

     ¡Qué cosas! A muy pocos se les hubiera ocurrido pensar, y menos en aquellos tiempos, que esos papelillos adhesivos iban a concluir sus vidas con tan alta consideración, poco menos que auténticos documentos históricos. Podía pasar que consideráramos que se convertirían en materia de coleccionistas, que en esto hay vicio para todo, e incluso que continuaran decorando todavía, a modo de collage nostálgico, sedes políticas o sindicales. Pero no, lo mismo que ocurre por ejemplo con las pintadas lujuriosas de Pompeya o con los primeros graffitis modernos, todo ello garabateado sin la menor intención de posteridad, hete aquí que el conjunto acaba derivando en testimonio histórico y cultural digno de estudio, de exhibición y de comercio. Y no precisamente estudio, exhibición o comercio basura, por cierto.

     Lo cual que hemos de tener cuidado con lo que nos pegamos al cuerpo, sobre un cuaderno o contra una pared, no vaya a ser que nuestro rastro se perpetúe de aquí a unos lustros en los pasillos más nobles de algún museo y quedemos en evidencia. Porque lo mismo que es difícil conseguir borrar nuestra estela de los intestinos de Internet, tampoco va a ser sencillo pasar desapercibido cuando algún investigador de las costumbres sociales y de la comunicación nos descubra en una fotografía amarillenta luciendo, pongo por caso, una pegatina impertinente. Porque pegatinas hay para todos los gustos, no vayamos a equivocarnos, y quien más quien menos las ha lucido hasta de Deborah Harry. Un servidor, sin ir más lejos.

     Aunque sí, para qué vamos a negarlo, junto al pin y la chapa, como vimos en el capítulo anterior, también la pegatina proyecta nuestros egos y hace de nosotros un soporte informativo de primer orden. Si aquellos tienen la cualidad de lo personal e intransferible, porque aparentan ser únicos en nuestras solapas, la pegatina añade la cualidad de lo multiplicado y nos permite dejar nuestras huellas por doquier. Además, goza de un formato suficiente para múltiples mensajes tanto en fondo como en forma, lo que añadido a su tamaño manejable la convierte en herramienta ideal para una extensa difusión. No es una octavilla que se la lleva el aire; no es un tabloide publicitario que viaja directo del buzón a la papelera; no es un cartel inaprensible. Es mucho más que todo eso a la vez, pero con afán de permanencia, por lo menos hasta que el tiempo, su único juez, llegue a corroer su pegamento.

     Así pues, en medio de esta plétora de sistemas de comunicación más o menos sofisticados, respetemos la humildad de la pegatina porque suyo es todavía el reino de la expresividad. Frente a la tecnología triunfante, admiremos la sencillez rudimentaria. Ante los mensajes personalizados, recuperemos el lema común que a todos incumbe. Porque de la pegatina, en suma, nos vendrá aún mucha más historia que del WhatshApp.

Publicado en www.tepongounpin.blogspot.com, 25 abril 2013

viernes, 19 de abril de 2013

Las banderas


     Fue Miguel Escanciano quien nos advirtió de que abril era un mes poblado de banderas: “banderas de abril llenan de colores el cielo”, cantaba él allá por 1985. Y, en efecto, mucho antes de esa fecha, un 14 de abril de 1931 enseñas tricolores ondearon para celebrar la libertad ganada en un país todavía feudal. Naturalmente, poco tardaron las fuerzas contrarias en cristianizar esa referencia pagana, y quizá no fuera casualidad que su guerra civil se diera por terminada el 1 de abril de 1939 para vestir ese mes de rojo y de gualda. Se sucedieron años y años y años, decían que de paz, hasta que un 25 de abril de 1974 banderas rojiverdes mezcladas con claveles conquistaron las ciudades portuguesas, ahí al lado, y aquel símbolo salvó fronteras y alimentó de nuevo las esperanzas. Era también Escanciano el que cantaba, con letra de Antonio Pereira: “No te creas si te dicen, mi amor, que Portugal es pobre, que no”. Lo cual que por aquellos tiempos y sobre todo algún año después, hasta las campas comuneras de Villalar, siguiendo antiguos pendones, llegaron los 23 de abril estandartes castellanos primero y de Castilla y León algo más tarde, hasta hacer de la cita la pretendida referencia regional por excelencia. Claro que los no identificados con ese espíritu buscaron y encontraron, de forma harto discutible, la ocasión para pasear su bandera carmesí justo al día siguiente, el 24 de abril, conmemorando, cuentan, un supuesto levantamiento leonés contra Napoleón. Y, sin agotar el catálogo, no olvidemos tampoco que por San Jorge, de nuevo el 23 de abril, se airean divisas de todo tipo, especialmente las cuatribarradas, con motivo de la onomástica, y que con toda seguridad ikurriñas se izarán el día 26 para honrar la memoria de la ciudad de Guernica, acribillada tal día de 1937. En fin, un mes de color que supera sus propios límites, como la primavera, para desembocar en las rojas banderas del primero de mayo.

Publicado en La Crónica de León, 19 abril 2013

martes, 16 de abril de 2013

Black magic woman


     Lo cierto es que los jukebox tenían sus complementos necesarios. Servían para escuchar música, evidentemente, pero también acompañaban como un hilo musical selecto otras variantes lúdicas. En salas de juegos finas, las del centro de la ciudad, donde predominaban las mesas de billar para estilistas y otros mirones de posturas forzadas, no solían existir. Hacía falta concentración, se supone. Pero en las de barrio eran tan imprescindibles como los futbolines, una mesa de chapolín como mucho y los pinball o flipper (las máquinas de bolas, en lengua rústica; lo mismo que lo otro eran máquinas de discos en el mismo idioma). La combinación de luces y de sonidos de las unas casaban a la perfección con los compases de las otras, y en ese maridaje ninguna melodía resultaba más oportuna que cualquiera de Santana.

     Sería por el ritmo latino y bailongo del mejicano (a la hora de golpear a las bolitas había quienes se retorcían como en una auténtica lambada) o sería por el colorido de las portadas de sus discos, que emparentaban fácilmente con el exceso colorista del frontal de aquellos artilugios (basta detenerse un poco en el examen de «Abraxas», su segundo LP), el caso es que formaban una pareja perfecta. Uno llegaba a la sala de juegos, sacaba dos duros del bolsillo, con uno seleccionaba una canción y con el otro le daba vida al tablero mecánico. Y si lo que sonaba era Black magic woman, entonces aquel micro-mundo se cerraba sobre sí mismo y poco más se le podía pedir a una tarde. O tal vez sí: “Tengo una mujer de magia negra. / Sí, tengo una mujer de magia negra. / Me tiene tan ciego que no puedo ver. / Pero ella es una mujer de magia negra / y está tratando de convertirme en un diablo”.

     Por otro lado, Carlos Santana fue para nosotros, chicos de barrio, un símbolo, la punta de un iceberg clavado en el corazón del imperio, el de la música de orígenes latinos que fue a incrustarse en el núcleo del rock & roll. A nuestro modo de ver, con él se impulsaba una hibridación que con los años acabaría dando todo tipo de frutos, buenos y malos, naturalmente. Incluso él mismo también fue decayendo. Pero en aquellos momentos primeros, donde se sumó su participación en el legendario festival de Woodstock en 1969, nos pareció un modelo a imitar y un guitarrista a seguir. Tanto es así que en la revista Rolling Stone se escribió que “Santana hacía por la música latina lo que Chuck Berry había hecho por el blues”. E hizo algo más, añadir una sensualidad más evidente desde entonces, que el propio músico definió del siguiente modo: “La música es la unión de dos amantes: melodía y ritmo. La melodía es la mujer y el rimo, el hombre”. A nadie le puede extrañar, pues, que, salvando las distancias y dando por supuesta nuestra ignorancia en estos entresijos, lo seleccionáramos de forma reiterada para darle a los botones del pinball. Había en ello algo más que lambadas: “No me des la espalda, nena. / Sí, no me des la espalda, nena. / No juegues con tus trucos. / No me des la espalda, nena, / porque puedes despertar mi varita mágica”.

     Escrita originalmente para Fleetwood Mac, Santana se apoderó de Black Magic Woman y la editó en 1970 como una mezcla precisa de blues, rock, jazz y un poco de son cubano y sonidos latinos. La pócima perfecta para hacerla del todo suya y que nadie la recuerde en su versión primera. http://www.youtube.com/watch?v=eaKnRUfh_5I

Publicado en genetikarockradio.com, 17 abril 2013

jueves, 11 de abril de 2013

A propósito del amor precario



     Tan angustiados por las zozobras materiales y por la desorientación ideológica que tantas tintas hacen correr, parecemos dejar de lado algunos otros fundamentos del individuo que también están sometidos a evolución, cuando no directamente a alguna otra especie de crisis. El amor, sin ir más lejos. Si, como vamos anotando en esta serie, la transformación general es inapelable, convendrá al menos preguntarse qué ha de ser de los sentimientos en la nueva época. Si permanecerán tal y como han sido definidos y vividos con sus vaivenes a lo largo de la historia tradicional o si, por el contrario, padecerán también mutaciones que los harán irreconocibles.

     Que el amor perdurará en los espacios poéticos no es discutible, pues al cabo no otra es la razón de ser de la poesía que llevar la contraria a una realidad venenosa. Que seguirá anidando en los procesos químicos tampoco es cuestionable, pues ni siquiera la manipulación genética eliminará los jugos más elementales. Y que las doctrinas, sean del signo que sean, continuarán pregonándolo como esencia y comportamiento tampoco entra en duda, pues sólo de ese modo ha superado trances y epidemias. Podemos, por lo tanto, tener confianza en los poetas, en los científicos y en los sacerdotes, que ellos velarán por la pervivencia de ese jardín.

     Sin embargo, no sucederá así –no sucede, de hecho- con las formalidades que adopta el sentimiento, porque en ese campo podemos afirmar que la metamorfosis ya se ha producido y que su progreso no ha hecho más que iniciarse. Lo que comentábamos en escrito anterior sobre el lastre cero es una señal palpable de ese nuevo molde, pero no sólo. Las exigencias de todo tipo que se acentúan y hacen de nosotros y de nuestro medio un continente inestable y efímero acabarán por determinar la experiencia amorosa en todos sus costados. Es lo que lleva al profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona Manuel Cruz a afirmar con claridad que “ha estallado la articulada unidad entre sexualidad, sentimiento y proyecto de vida que constituía la especificidad del amor”. En efecto, el trípode interdependiente sobre el que se acomodaba la cosa amorosa se ha desvanecido y es difícil que vuelva a converger.

     Tal vez sea que, como muchas otras constantes de nuestra existencia, también el amor se ha vuelto precario, azuzado por un entorno hostil que apenas permite levantar realidades sólidas o duraderas. Ortega y Gasset lo tenía muy claro: “Según se es, así se ama”. Y tal y como vamos describiendo, los rasgos con que se distingue la sociedad poscontemporánea no son otros que los de la movilidad, la ligereza y la liquidez, aquéllos precisamente que se contagian a los comportamientos sociales. En la medida en que el amor es una expresión social, aunque venga a socializar sólo a dos personas, nada diferente puede esperarse de ese ejercicio sentimental. Seguiremos amándonos para toda la eternidad, sí, pero será una eternidad fugaz y de episodios sucesivos. Continuaremos amándonos hasta morir, sí, pero será una muerte sutil y con retorno. Insistiremos en amarnos con todas nuestras fuerzas, sí, pero serán unas fuerzas sometidas a un diseño leve y acomodado. Porque sin proyecto de vida y con una sexualidad cada día más a la carta, el sentimiento acabará refugiándose en uno mismo y deleitándose, como mucho, en la lectura de la poesía. Lo cual tampoco evitará nuestra caída en el mal de amores, esa enfermedad incurable, ese dolor dulcísimo, esa agonía.


Publicado en Tam-Tam Press, 11 abril 2013

domingo, 7 de abril de 2013

Sweet hitch-hiker


     Para despertar al mundo del rock & roll todas las fórmulas eran válidas. Incluso la más literal. En aquellos primeros años de la década de los setenta así abríamos los ojos diariamente en algunos internados, en particular en las universidades laborales del antiguo régimen. Sin importar la hora temprana ni la estación del año, la megafonía se ponía en marcha con más o menos volumen y la mañana se abría indefectiblemente con música. Cierto es también que no todos los despertares contaban con la misma intensidad o con el mismo buen gusto, pero sí había una constante estilística que acaba repitiéndose. Sin duda, visto desde estos años, es una de nuestras deudas con aquellos encierros académicos, sobre los que tanto se podría hablar. Y una de aquellas melodías inolvidables, que luego perseguíamos en las máquinas de discos de los bares y hoy de un modo mucho más nostálgico, fue Sweet hitch-hiker de Creedence Clearwater Revival.

     Hubo más canciones de CCR en aquellos amaneceres, por supuesto. Hubo y las hay, porque en eso consiste precisamente el sello de los clásicos, en su permanencia, lo contrario de la condición efímera de lo comercial. Sin embargo, en la Dulce auto-estopista se concentraba buena parte de nuestro existir de entonces y tal vez, por encima de otras florituras, ése fuera su mérito: la chica, la carretera, la moto, la banda, el bar, California…, en fin, todos esos tópicos sin los que tampoco nos entenderíamos a nosotros mismos. ¿Acaso seríamos como somos sin, por ejemplo, las lecturas de Jack Kerouac o las imágenes de «Easy Rider»? O si nos detuviésemos en otros instantes de la vida, como hizo Manuel Vázquez Montalbán en Los mares del Sur: “¿Cómo amaríamos si no hubiéramos aprendido en los libros cómo se ama? ¿Cómo sufriríamos? Sin duda sufriríamos menos”.

     El caso es que todos queríamos ser y cantar como John Fogerty e incluso tener un hermano mayor que se llamase Tom. Nos entusiasmaba aquel nombre del grupo que alumbraba todo tipo de sugerencias. Y, sobre todo, constituían un aprendizaje inevitable para la guitarra las notas de Proud Mary: “rodando, rodando en el río”. Hasta la discográfica que los abrigaba tenía un alma vaporosa: Fantasy Records. Al final, como le ocurre a cualquiera, el grupo se perdió en medio de disputas de liderazgo, competencias de egos y, fundamentalmente, asuntos de derechos y otros beneficios. Baste indicar, para hacernos una idea, que sólo el año pasado, con la publicación del disco «The long road home», que reúne los clásicos de Creedence grabados por John Fogerty, se firmó una especie de armisticio final entre él y la discográfica californiana, después de 40 años de pleitos.

     Porque Sweet hitch-hiker se publicó como sencillo en 1971 y, posteriormente, dentro del último álbum de CCR «Mardi Gras» en 1972. El grupo se había agrietado ya y en cierto modo esta canción fue algo así como el remate glorioso de su carrera. De ellos dijo el crítico Dave March: “fueron probablemente la mejor banda estadounidense a nivel de singles”. http://www.youtube.com/watch?v=qW18CzVzts4

Publicado en gnetikarockradi.com, 7 abril 2013

miércoles, 3 de abril de 2013

Las energías


     En estos tiempos nuestros de crisis perpetuas, unas lucen más que otras no sin interés evidente por parte de quienes las dirigen. Por ejemplo, la energética no figura en primer plano, a pesar de que será una de las que más nos castiguen en los próximos futuros. Al aumento de la demanda se le une la limitación de algunas fuentes, lo cual acabará siendo determinante si el derroche no tiene freno. Pero también la ausencia de políticas comunes sobre esa materia en ámbitos amplios, como el de la Unión Europea, nos hace aún más débiles desde el punto de vista táctico y, desde luego, menos competitivos. Aunque el colmo lo protagoniza la larga nula política energética en España, lo que ha hecho de este tema un calvario interminable de padecimientos, sobre los que la provincia leonesa podría escribir una extensa crónica. Ministros y Ministerios de Industria se han sucedido sin que nada se haya puesto en orden. Más bien todo lo contrario, pues al final se han desprendido de elementos capitales del sector para ponerlos en manos privadas como si eso de la energía no fuese un asunto estratégico y por tanto merecedor de una atención pública. También porque es o debiera ser un bien de todos. El caso es que, al margen de la lógica, la gestión administrativa no ha hecho sino colaborar con la especulación también en esto. Sin referirnos a las fuentes más clásicas, no de otro modo puede entenderse el giro copernicano que han vivido las energías renovables, del todo a la nada, previos enriquecimientos o empobrecimientos según casos, y no hace falta señalar. Ahora se acaba de escribir que “los empresarios anuncian inversiones de entre 700 y 1.000 millones” en eso que llaman fracking o fractura hidráulica, un controvertido sistema para obtener gas pizarra, básicamente porque este Gobierno, continuando la línea errática y gaseosa (nutridora de burbujas), ha decidido que ahora toca ese juego. Así nos va con estos tahúres.


Publicado en La Crónica de León, 5 abril 2013