Blog de Ignacio Fernández

Blog de Ignacio Fernández

domingo, 30 de enero de 2022

Ascensor

Cuando a uno le pagan por contar en público la propia vida es que el ascensor social ha alcanzado el ático. Así lo observé esta misma semana en uno de los encuentros integrados en el V Foro de la Cultura que se ha celebrado en la ciudad de Valladolid. Tres reputadas pensadoras y creadoras, como calificaba un medio digital, estaban llamadas a dialogar acerca de un asunto sobre el que en realidad se pasó de puntillas, Cultura: tradición y modernidad. Sin embargo, más de la mitad de la conversación se entregó a que cada una de ellas nos relataran sus vidas, apasionantes sin duda y llenas de estímulos y anécdotas para el auditorio, sin que al cabo se entrara en el meollo de la trama. Naturalmente, se comentó la capacidad que la cultura tiene como ascensor social, y de ahí el comienzo de esta columna, e incluso, por seguir con el símil, se describieron los sótanos de la propia actividad cultural, es decir, la precariedad de tantas personas que malviven en ese sector y que sueñan con llegar también al ático un día.

 

A pesar de la deficiente arquitectura del debate, sirvió para confirmarnos que sí, que la cultura nos eleva desde la humildad de nuestras cunas, al menos en nuestra condición de seres pensantes y actores del conocimiento. Y lo que quedó claro una vez más es que el edificio cultural se asemeja hoy más bien a un páramo clásico, no tanto porque sea un terreno yermo en la creación, sino a causa del muy secundario papel que se le concede en la política. Así se aprecia en el debate electoral presente, dentro del cual no hemos escuchado propuesta alguna relativa a ese ámbito por parte de ninguna candidatura. Ese vacío es una mala señal. Por supuesto que hay otros ascensores sociales, debiera haberlos no obstante la grisura del paisaje, mas la ausencia de la cultura en los discursos es la ausencia del cultivo, es decir, la sequedad. De manera que, para quienes dudan su voto, examinar en esta materia los programas podría ser bien un elevador electoral o todo lo contrario.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 30 enero 2022

domingo, 23 de enero de 2022

Comunicación

            Si  yo digo que Novak Djocovic fue encerrado en una macrogranja australiana o que Boris Johnson, a pesar del brexit y de otros festejos, se suma a la petición de fondos europeos para la recuperación económica, posiblemente se me tachará de mal informado, de gracioso o, directamente, de confundido. Si además de decirlo lo difundo a través de cuantos medios de comunicación en el mundo son y han sido y éstos lo repiten sin más, es posible que gane algo de credibilidad, sobre todo si se sigue replicando el mensaje con total alegría y banalidad. Y por fin, si esos mismos mensajes, debidamente deconstruidos, se lanzan sin cesar por tierra, mar, aire e internet, seguramente habrá muchas más personas que como yo acaben por casar el puzzle y conformar resultados parecidos a los del comienzo. Esto también es comunicación, pero de la mala, y se lleva mucho en estos tiempos.

 

            Hace una semana, leí por casualidad dos diarios digitales de los cientos que abundan en la red y encontré la siguiente noticia aplicada, supongo, a cada uno de sus ámbitos territoriales correspondientes (siempre y cuando existan ámbitos territoriales en el mundo digital): “Detenido el primer importador de heroína en España y desarticulada la banda, que llegaba a Soria” y “Así se detuvo al Pablo Escobar español, el mayor importador de heroína que hacía llegar hasta León”. Los titulares de por sí son gloriosos, pero eso es mejorable. Ahora bien, el efecto sobre los lectores indefensos les lleva a recibir una información perfectamente intercambiable y conformar un tejido final a la carta donde las soluciones comunicativas pueden ser de lo más incierto. ¿Qué es lo importante? Comunicación también, aunque mal elaborada.

 

            Con estos mimbres y poco más cosemos el cesto de nuestra opinión: titulares pintorescos y noticias reiteradas hasta la rendición, poco importa la realidad, la fabricación o el doblez de todo ello. Medios de comunicación que no contrastan y lectores que no leen más allá del impacto. Autismo social.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 23 enero 2022

domingo, 16 de enero de 2022

Rebajas

            Ha querido el calendario que en este mes de enero vengan a coincidir las rebajas en el comercio y la sinfonía electoral en tierras de Castilla y de León. ¿Lo decidió así el hacedor de la convocatoria, quien quiera que haya sido, o ni siquiera lo pensó? No se sabe, nadie lo confesará nunca, pero las coincidencias rara vez existen.

 

            El caso es que una y otra campaña tienen numerosos elementos en común hasta el punto de aparecer casi como complementarias. Se trata de vender, al fin y al cabo, y en una y en otra el producto y el beneficio imperan, mientras que los consumidores / votantes son en realidad casi simples comparsas. Necesarios, por supuesto, pero el interés primero reside en dar salida a un artículo que no sirvió o no se puso a la venta en la temporada que concluye y en asegurar o mejorar con ello la cuenta final de resultados. De ahí que en muchos casos el reclamo tenga más esplendor que la mercancía y que todo sea susceptible de un mayor chalaneo con tal de consolidar el negocio. Y de ahí también la importancia de lo que llaman, si existiera, educación del consumidor. Que es tanto como decir educación del ciudadano y de la ciudadana. Cultura cívica.

 

            Es precisamente la cultura cívica y el engrasado ejercicio de los deberes de ciudadanía lo que nos permite, en uno y otro caso, distinguir saldos, gangas, baraturas, restos, sobrantes y oportunidades de cuanto es sustancial en verdad y no incluye sospechas de fraude. En este caso, si se trata del comercio, cabe siempre el remedio de acudir a la oficina del consumidor y presentar una reclamación por ver si prospera; pero si se trata de elecciones, no hay enmienda hasta la siguiente vuelta. Y en algunos casos no hay ningún tipo de arreglo. Por eso mismo, entre bulos y añagazas como anda el juego y con las orejas de lo neorrancio asomando, más vale tener buen juicio y fino temple, no vaya a ser que la bilis reemplace a las neuronas para toda la eternidad. Por aquí ya llevamos recorridos treinta y cinco años de ella.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 16 enero 2022

domingo, 9 de enero de 2022

Sellos

            Entre la letanía de subidas de precio anunciadas para este nuevo año cuentan que figuran los sellos de correos, esa reliquia, ese artículo de culto para coleccionistas. Hubo un tiempo en que se iba al estanco a por tabaco y a por sellos, y era normal tener en casa una reserva de ellos, junto a sobres y papel específico para cartas, otras dos antiguallas. Hubo un tiempo en que se escribían cartas, no solo de amor, se enviaban postales desde nuestros destinos de vacaciones e incluso se felicitaban las navidades con algo mucho más personal que una memez telefónica. Al menos se añadía, como poco, una rúbrica de puño y letra en esas felicitaciones. Hubo un tiempo en que firmábamos, un anacronismo.

 

            El caso es que los sellos no harán tambalearse nuestro poder adquisitivo o como se llame eso que nos acredita y nos mide como consumidores, lo que queda de nosotros como personas. Pero el epistolar fue un género más que provechoso a lo largo de la historia, hasta el punto de que buena parte de ella, la general y la más íntima, solo puede conocerse e interpretarse a partir de la correspondencia mantenida ente individuos. Aunque no pensáramos ni por un momento en que fuésemos a figurar en las crónicas de nuestro tiempo, lo cierto es que siempre hemos guardado con celo y con cariño las cartas que hemos recibido, hasta las más triviales; muy probablemente no las hayamos vuelto a releer nunca ni lo vayamos a hacer, pero viajan con nosotros de mudanza en mudanza como parte sustancial de nuestras vidas, como un álbum de fotografías o un regalo de compromiso. Son o eran esencia del ser.

 

            Dicen que por falta de tiempo ya no nos dedicamos a esas artes, ni siquiera en formato electrónico. Pero no es verdad. Hemos renunciado a comunicarnos de una manera sosegada y reflexiva, como nos permitían hacerlo las cartas, y hemos optado por una mensajería sincopada y sin alma. Enredamos nuestro tiempo en las pantallas; un tiempo, si bien se mide, más que suficiente para la vieja y delicada escritura.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 9 enero 2021

domingo, 2 de enero de 2022

Silbar

            ¿Se prohibirá silbar en 2022? He ahí la nueva gran medida preventiva que se nos avecina. Si atendemos al caos de las últimas fechas, sopesamos el tipo de decisiones pintorescas que se adoptan y escuchamos atentamente a quienes cuidan de nosotros, no hay duda de que será así. Pensemos que el nivel de aerosoles y gotículas que se expulsan al silbar favorece la transmisión del virus y nos pone en riesgo al menor soplido. Para hacernos una idea, como con el humo del tabaco. Conviene, pues, ser resolutivos y dejarse de ocurrencias. ¿Qué otra acción más decidida iba a promover si no el nuevo Consejero de Sanidad, que ha demostrado ser todo un humanista al afirmar que nos quiere “dueños de nuestras vidas” (y de nuestras muertes, cabría añadir)? Silbar mata, autocuídense, nos dirán muy pronto.

 

            En esa línea fundamentalista, llegará enseguida lo que ahora llaman cancelación y caerá la condena en primer lugar sobre el ejemplo pernicioso de Lauren Bacall en la película Tener y no tener: a quién se le ocurre decirle a Bogart “si me necesitas, solo tienes que silbar (…) solo tienes que juntar los labios y soplar”. Soplar, ¡qué barbaridad para estos tiempos de pandemia! Menos mal que nos han impuesto el uso misericordioso de la mascarilla para evitar esa y otras tentaciones por el estilo. Como besar, que era precisamente a lo que se entregaban Lauren y Humphrey antes de enredarse en los silbidos. Se empieza besando y se acaba silbando, ¿qué más quiere el virus?

 

            Claro que quienes más lo sentirán en verdad serán aquellos que silban cuando se les habla de corrupción o de pederastia. Rajoy, Cospedal y sus colegas son auténticos virtuosos del silbido, como la Conferencia Episcopal Española lo es silbando a coro, cada cual en lo suyo. El himno de España, castigado sin letra, debería interpretarse silbando para hacer justicia a los vicios atávicos del nacionalismo hispano tan en boga. Con leves excepciones, este es un país que institucional y moralmente se sostiene apenas con un silbido.

 

Publicado en La Nueva Crónica, 2 enero 2022